3er Domingo de Adviento

Evangelio de Lucas 3, 10-18

Juan, exhortaba al pueblo y les anunciaba la Buena Noticia

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En aquel tiempo, la gente preguntaba a Juan:

– Entonces, ¿qué hacemos?

El contestó:

 El que tenga dos túnicas, que se las reparta con el que no tiene; y el que tenga comida, haga lo mismo.

Vinieron también a bautizarse unos publicanos; y le preguntaron:

– Maestro, ¿qué hacemos nosotros?

El les contestó:

– No exijáis más de lo establecido.

Unos militares le preguntaron:

– ¿Qué hacemos nosotros?

El les contestó:

– No hagáis extorsión a nadie, ni os aprovechéis con denuncias, sino contentaos con la paga.

El pueblo estaba en expectación y todos se preguntaban si no sería Juan el Mesías; él tomó la palabra y dijo a todos:

– Yo os bautizo con agua, pero viene el que puede más que yo, y no merezco desatarle la correa de sus sandalias. Él os bautizará con Espíritu Santo y fuego: tiene en su mano la horca para aventar su parva y reunir su trigo en el granero y quemar la paja en una hoguera que no se apaga.

Añadiendo otras muchas cosas, exhortaba al pueblo y le anunciaba la Buena Noticia.

LECTURA ORANTE DEL EVANGELIO

“Con Jesucristo siempre nace y renace la alegría” (Papa Francisco).

La gente preguntaba a Juan: ¿Qué tenemos que hacer?

Con Jesús intuimos que nuestras vidas pueden cambiar y que este mundo puede ser distinto. Nos lo sugieren los profetas que el Señor nos regala en el camino. Por muy perdida que esté nuestra vida, todos podemos abrirnos a la salvación, sentir dentro un gemido de vida nueva y disponernos a ser amados por Dios. Cuando damos un paso a la conversión brota la alegría en los corazones y el mundo se llena de perfume.Gaudete, alegraos, con la música de Juan Bautista, de Juan de la Cruz, para danzar a ritmo de evangelio. Caminando hacia el descubrimiento de nuestro verdadero ser, viviendo y actuando desde nuestro profundo centro, de donde fluya humanidad hacia los demás. Llénanos de alegría en el Espíritu Santo.

El pueblo estaba expectante.

Multitudes inmensas de pobres, zarandeados en pequeñas pateras por el oleaje del mar, son un signo de hoy, interpelante, que habla del gemido profundo que lleva dentro el ser humano. Gentes que buscan y no se acomodan, a quienes la esperanza mantiene despiertos, son un signo de “ese no sé qué que se alcanza por ventura” (Juan de la Cruz). Cuando no nos dejamos llevar por una alegría consumista, individualista, somos un signo. La esperanza tanto alcanza cuanto espera. Gaudete, alegraos, “vuestra tristeza se convertirá en alegría… Volveré a veros, y se alegrará vuestro corazón y nadie os quitará vuestra alegría” (Jn 16,22). 

 Yo os bautizo con agua. Viene el que puede más que yo.

Cualquier voz que habla de Jesús no es todavía su voz. Ni cuanto nos dicen los precursores se identifica con lo que nos dirá Jesús. Pero cuánto bien nos hace escuchar a los que hablan y sirven a los pobres en su nombre, mirar a los que ponen en él su esperanza y su alegría. Gaudete, alegraos. Acerquémonos a las personas que son una revelación de alegría.

Él os bautizará con Espíritu Santo y fuego.

Aquí está la clave de este evangelio. El Adviento es un cairós, un tiempo oportuno, que nos ayuda a descubrir nuestra identidad, lo que somos por gracia. El bautismo con Espíritu y fuego nos desvela lo que somos: “sientes que Dios te ama de veras… e igualándose contigo, te dice: Yo soy tuyo y para ti, y gusto de ser cual soy para ser tuyo y para darme a ti” (Juan de la Cruz). Dios en nosotros, nosotros en Dios. Gaudete, alegraos, Donde llegan los discípulos de Jesús hay una gran alegría.

Con estas y otras muchas exhortaciones, anunciaba al pueblo el Evangelio.

El Adviento nos ayuda a descubrir la belleza y dignidad que llevamos en el corazón. Jesús ha pasado por nuestro huerto, y con su mirada de amor, nos ha dejado vestidos de hermosura. Nadie queda excluido de este gozo. Al descubrir este manantial inagotable que somos, nos sentimos empujados a comunicar la alegría del Evangelio. Gaudete, alegraos, Participemos con toda la creación de la alegría de la salvación. Porque el Señor ha consolado a su pueblo, y de sus pobres se ha compadecido.  

¡Gaudete, alegraos, en el Adviento!

Equipo CIPE

Y NOSOTROS, ¿QUÉ DEBEMOS HACER?

“El maestro zen Shunryu Suzuki comentó a un discípulo: ¡Eres perfecto tal como eres. Y… todavía queda espacio para mejorar!” (Jack Kornfiel)

También los soldados le preguntaban: Y nosotros, ¿Qué debemos hacer?

Intrépidos interpelantes todos ellos, y sobre cuyas cabezas, podría cumplirse aquello de San Juan: “Las estrellas cayeron del cielo a la tierra, como suelta los higos una higuera sacudida por el huracán” (Ap 6, 13). Huracán para recaudadores y soldados, en lo que Jesús les demandaba.

No eran conscientes de lo que Viktor Frankl les proponía en esta terapéutica propuesta: “la certeza de que lo que sana al ser humano es encontrar una causa por la cual y para la cual vivir” Lo que necesitamos, decía: “es un cambio radical en nuestra actitud frente a la vida. Tenemos que aprender por nosotros mismos y, después, enseñar a los desesperados, que en realidad no importa que no esperemos nada de la vida sino si la vida espera algo de nosotros. Tenemos que dejar de hacernos preguntas sobre el significado de la vida y, en lugar de ello, pensar en nosotros como seres a los que la vida interpela continua e incesantemente.

Incapaces de vivir una olímpica serenidad, huían de su mala fortuna, caminando por el País de Dios de tropiezo en tropiezo contra sí mismos, como si fueran ciegos. Ignorantes de lo que debían hacer -y como muchos de ellos, yo también les hacía compañía-, aparte de ciegos eran tácitos y no se daban cuenta que cuando no hay comunicación entre los seres, todo permanece mudo. En su Reino imperaba el cumplimiento sonoro del Principio silencioso.

La higuera, asustada por aquel violento tornado, dejó de soltar higos.

Los higos de su personal higuera comenzaron a soltarse y, en lugar de servirles de alimento, los devoró la tierra. A los higos y a ellos. ¡¡Triste historia!!

Visto esto, ¿volverán a preguntar los recaudadores, los soldados, la gente, lo que deben hacer? Quizás piensen antes y tengan muy en consideración el valor de su cabeza en el mercado.

Quizás la pregunta que yo me atrevo a formular debiera de ser ésta: ¿Es que tampoco sabe Dios lo que tiene que hacer? Y la respuesta a dicha interrogación, también quizás debiera de ser ésta: ¿Por qué no tiene Dios un dios? ¿O es que Él sólo es un Dios de dioses?

Jack Kornfiel dijo en La sabiduría del corazón: “El maestro zen Shunryu Suzuki comentó a un discípulo: ¡Eres perfecto tal como eres. Y… todavía queda espacio para mejorar!”

Para mejorarnos, mejorar a los demás y mejorar el mundo, sabiendo con certeza lo que, como cristianos de fe firme, hacemos y buscamos.

¿Se unirá Dios a nuestra búsqueda? Jesús lo buscó siempre: También los soldados le preguntaban: Y nosotros, ¿Qué debemos hacer? (Mt 3, 14). Aunque fuera él quien, con interés y júbilo, debiera formularla. Es el domingo Gaudete de Adviento. Domingo de alegría y esperanza.

Y de esta manera y gozo te cantó Rubén Darío en Poemas del alma.

¡ALELUYA!

Rosas rosadas y blancas, ramas verdes, 
corolas frescas y frescos 
ramos, Alegría! 
Nidos en los tibios árboles, 
huevos en los tibios nidos, 
dulzura, Alegría! 

El beso de esa muchacha 
rubia, y el de esa morena, 
y el de esa negra, Alegría! 
Y el vientre de esa pequeña 
de quince años, y sus brazos 
armoniosos, Alegría! Y el aliento de la selva virgen, 
y el de las vírgenes hembras, 
y las dulces rimas de la Aurora, 
Alegría, Alegría, Alegría!

 Vicente Martínez

 ¿QUIÉN NOS DICE LO QUE TENEMOS QUE HACER? 

¿QUÉ CANTOS DE SIRENAS OÍMOS DENTRO Y FUERA DE NOSOTR@S?

En tiempos de Juan el Bautista, muchas personas habían perdido la esperanza. Creían que no podían salvarse porque no cumplían la ley a rajatabla. No podía librarse de la tiranía de los romanos porque eran un pequeño pueblo frente a un imperio. ¿Qué podían hacer? 

Juan les reaviva la esperanza, pero el pueblo quiere que les muestre el camino para que sea posible ese cambio profundo que les anuncia. Por eso, es tan oportuna la pregunta que le formulan: ¿Qué debemos hacer?

En primer lugar, dice Juan, compartir con quien no tiene. En tiempos del Bautista y ahora. Él iba vestido con la piel de un animal y en su escudilla había unos cuantos saltamontes como menú. Su vida y su predicación eran coherentes. La coherencia facilita el cambio social.

A los publicanos los coloca en su sitio. Una cosa es cobrar los impuestos legales y otra abusar como lo hacían, para enriquecerse ellos. Había padres de familia que se vendían como esclavos para pagar los impuestos. Los publicanos colaboraban con los romanos a cambio de grandes beneficios.

Hoy, mientras los bancos y las multinacionales sigan aumentando sus beneficios a este ritmo, a costa de recortes sociales, desahucios inhumanos, peligros para la salud, etc. no habrá cambio social. A los sumo, “maquillaje de la situación” en medio de escandalosas desigualdades sociales. Cubrimos con “vendas de Cáritas” las heridas que provoca la injusticia social cada día.

Los soldados no querían ser destinados a Israel, preferían trabajar en Roma o en otros países dominados por el imperio. Los historiadores de la época han dejado constancia de que Roma hacía la vista gorda con los atropellos que cometían. Se divertían pisando los derechos humanos. El trato que dieron a Jesús en la pasión es una buena prueba de ello.

Dos mil años después, sigue habiendo extorsiones, falsas denuncias y abuso de poder en quienes deberían usar la fuerza para defender los derechos humanos, sin discriminación. Además, se están extendiendo grupos políticos que ofrecen una “filosofía de la violencia” para hacernos creer que hay que levantar unas fronteras que Dios no ha puesto. Nos recuerdan que tenemos derechos por ser blancos, europeos y burgueses y que ejercer esos derechos pasa por negar los de otros ciudadanos del mundo. Me pregunto ¿irán a Misa a dar gracias a Dios, porque han sido elegidos para ser su vox en la sociedad?

Hay que señalar también a esos sectores de Iglesia que pretenden indicarnos lo que tenemos que hacer, a cambio de que les entreguemos nuestra conciencia. Ellos la gestionarán. Saben cuántos hijos hay que tener y cuál es el comportamiento correcto en todo momento. Perdonan errores y pecados y agradecen generosas limosnas. No hace falta jugar a las adivinanzas para saber de qué sectores hablamos.

Nuestro ego, con sus altibajos, miedos y trampas también nos indica el camino: ¡haz lo que te dé la gana! Pero esa gana es insaciable y nos convierte en personas con “obesidad mórbida de ego”… y luego es muy difícil perder peso.

Juan reavivó la esperanza. Hoy, tú y yo, estamos llamad@s a reavivarla. ¿Cuáles son las fuentes de esperanza en las que bebemos cada día?

¿Quién nos ha dicho, a lo largo de 2018, lo que tenemos que hacer? ¿Qué espacios y tiempos nos han ayudado a conectar con el Maestro y la voz de la conciencia? ¿Qué personas y grupos, con sus cantos de sirenas, nos han querido embaucar en proyectos y actitudes que no son los de Jesús de Nazaret y su causa? ¿Quiénes nos han ayudado a discernir, para vivir un proceso continuo de conversión y generar un cambio social? ¿Qué podemos mejorar o transformar en la comunidad cristiana?

Acabamos con las palabras de Juan Bautista: ¡Que en 2019 seamos bautizad@s con Espíritu Santo y fuego!

Marifé Ramos González

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