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4º Domingo del Tiempo Ordinario

Del Evangelio de Marcos 1, 21-28

– Cállate y sal de él

Llegó Jesús a Cafarnaúm, y cuando el sábado siguiente fue a la sinagoga a enseñar, se quedaron asombrados de su enseñanza, porque no enseñaba como los letrados, sino con autoridad.

Estaba precisamente en la sinagoga un hombre que tenía un espíritu inmundo, y se puso a gritar:

– ¿Qué quieres de nosotros, Jesús Nazareno? ¿Has venido a acabar con nosotros? Sé quién eres: el Santo de Dios.

Jesús lo increpó:

– Cállate y sal de él.

El espíritu inmundo lo retorció y, dando un grito muy fuerte, salió. Todos se preguntaron estupefactos:

– ¿Qué es esto? Este enseñar con autoridad es nuevo. Hasta a los espíritus inmundos les manda y lo obedecen.

Su fama se extendió enseguida por todas partes, alcanzando la comarca entera de Galilea.

Lectura orante del Evangelio en clave teresiana

“¿Quién más amigo de dar (que Jesús) si tuviese a quién?” (F 2,7).  

¿Qué es esto?

La actuación de Jesús, llena del Espiritu vivificador, suscita asombro. El silencio, al ser tocado por la palabra de Jesús, se llena de música liberadora. La interioridad queda llena de la bondad de Jesús. Se asombra Teresa: “¡Qué cosa de tanta admiración, quien hinchiera mil mundos y muy mucho más con su grandeza, encerrarse en una cosa tan pequeña! A la verdad, como es Señor, consigo traer la libertad y como nos ama, hácese a nuestra medida” (C 28,11). Pero también asombra a Teresa y le duele que no queramos encontrarnos con Jesús y pasemos de largo ante su amor. “¿Qué es esto, Señor? Ahora, no se quiere ver. ¡Oh, qué mal tan incurable!… ¡Oh, qué recia cosa os pido, verdadero Dios mío, que queráis a quien no os quiere, que abráis a quien no os llama, que deis salud a quien gusta de estar enfermo y anda procurando la enfermedad” (E 8,2-3). ¿Nos quedaremos al margen de tanta gracia?  El consejo de Teresa es claro:Miradle… No os pido más de que le miréis” (C 26,3).

Este enseñar con autoridad es nuevo.

Jesús entra en la sinagoga de Cafarnaúm, enseña curando, libera del mal que se le había metido dentro a un pobrecillo. Lo hace con autoridad, no con autoritarismo. La buena noticia, que trae Jesús, hace lo que dice, es creadora de nueva humanidad. Los que estaban presentes ven esta novedad; quedan maravillados. ¿Le damos ahora a Jesús el poder de sanar y la capacidad de sorprendernos? ¿Acogemos su grandeza en nuestra debilidad? “¡Oh grandeza de Dios! ¡Y cómo mostráis vuestro poder en dar osadía a una hormiga! ¡Y cómo, Señor mío, no queda por Vos el no hacer grandes obras los que os aman!” (F 2,7). Espíritu, danos esa forma nueva de enseñar que tiene Jesús.“¡Oh qué buen Señor y qué poderoso! Sus palabras son obras” (V 25,18).  

Hasta a los espíritus inmundos les manda y le obedecen.

Jesús comunica Espiritu y vida. “Heme aquí con solas estas palabras sosegada, con fortaleza, con ánimo, con seguridad, con una quietud y luz que en un punto vi mi alma hecha otra” (V 25,18). Ante Jesús los malos espíritus retroceden. Este es el camino que enseña a sus amigos: mandar, en su nombre, que salgan los males de la vida, luchar contra todo lo que destruye la dignidad del ser humano. “¿Quién es éste que así le obedecen todas mis potencias y da luz en tan gran oscuridad en un momento, y hace blando un corazón que parecía piedra?” (V 25,19). La palabra de Jesús quitan los miedos, libera:“No entiendo estos miedos: ‘¡demonio! ¡demonio!’, adonde podemos decir: ‘¡Dios! ¡Dios!, y hacerle temblar”(V 25,22). 

Su fama se extendió enseguida por todas partes.

¿Cómo se puede cortar al perfume su camino? ¿Acaso pueden las aguas torrenciales apagar el amor? Los que creen en Jesús anuncian la buena nueva por todas partes, no se pueden callar. “Sea Dios alabado y entendido un poquito más y gríteme todo el mundo” (7M 1,2). Donde están los amigos de Jesús hay una humanidad nueva: “Todo lo bueno aman, todo lo bueno quieren, todo lo bueno favorecen, todo lo bueno loan, con los buenos se juntan siempre y los favorecen y defienden. No aman sino verdades” (C 40,3). “Bendito sea y alabado el Señor, de donde nos viene todo el bien que hablamos y pensamos y hacemos. Amén” (C 42,7).                               

Equipo CIPE

UN ENSEÑAR NUEVO

El episodio es sorprendente y sobrecogedor. Todo ocurre en la «sinagoga», el lugar donde se enseña oficialmente la Ley, tal como es interpretada por los maestros autorizados. Sucede en «sábado», el día en que los judíos observantes se reúnen para escuchar el comentario de sus dirigentes. Es en este marco donde Jesús comienza por vez primera a «enseñar».

Nada se dice del contenido de sus palabras. No es eso lo que aquí interesa, sino el impacto que produce su intervención. Jesús provoca asombro y admiración. La gente capta en él algo especial que no encuentra en sus maestros religiosos: Jesús «no enseña como los escribas, sino con autoridad».

Los letrados enseñan en nombre de la institución. Se atienen a las tradiciones. Citan una y otra vez a maestros ilustres del pasado. Su autoridad proviene de su función de interpretar oficialmente la Ley. La autoridad de Jesús es diferente. No viene de la institución. No se basa en la tradición. Tiene otra fuente. Está lleno del Espíritu vivificador de Dios.

Lo van a poder comprobar enseguida. De forma inesperada, un poseído interrumpe a gritos su enseñanza. No la puede soportar. Está aterrorizado: «¿Has venido a acabar con nosotros?» Aquel hombre se sentía bien al escuchar la enseñanza de los escribas. ¿Por qué se siente ahora amenazado.

Jesús no viene a destruir a nadie. Precisamente su «autoridad» está en dar vida a las personas. Su enseñanza humaniza y libera de esclavitudes. Sus palabras invitan a confiar en Dios. Su mensaje es la mejor noticia que puede escuchar aquel hombre atormentado interiormente. Cuando Jesús lo cura, la gente exclama: «este enseñar con autoridad es nuevo».

Los sondeos indican que la palabra de la Iglesia está perdiendo autoridad y credibilidad. No basta hablar de manera autoritaria para anunciar la Buena Noticia de Dios. No es suficiente transmitir correctamente la tradición para abrir los corazones a la alegría de la fe. Lo que necesitamos urgentemente es un enseñar nuevo.

No somos «escribas», sino discípulos de Jesús. Hemos de comunicar su mensaje, no nuestras tradiciones. Hemos de enseñar curando la vida, no adoctrinando las mentes. Hemos de anunciar su Espíritu, no nuestras teologías.

José Antonio Pagola

HABLA SOLO DE LO QUE HAS VIVIDO, PREDICA CON EL EJEMPLO

En la primera lectura, Moisés, después de convencer a los israelitas de que Dios les hablaba desde la tormenta con voz de trueno, promete que no va a meterles más miedo. Pero eso solo será posible si prometen hacerle caso a él y a los profetas. Les habla de una figura de profeta que liberaría de verdad al pueblo. Los primeros cristianos vieron en Jesús a ese profeta. Era la figura anunciada y esperada por el pueblo. Esa identificación garantiza que las palabras de Jesús son las palabras de Dios. Esta es la clave para interpretar todo el evangelio de Marcos. Hablará con la autoridad propia del mismo Dios. Sus palabras tendrán la fuerza creadora y sus acciones serán liberadoras como las acciones del mismo Dios.

Pablo, con una visión de Dios muy cercana a la del «Jupiter tonante» del Sinaí, llega a la conclusión de que preocuparse del marido, o de la mujer o de los hijos, es alejarse de Dios. El Dios de Jesús es muy distinto. El mensaje de Jesús nos dice que a Dios solo se puede ir a través del hombre. Buscar a Dios prescindiendo del prójimo es idolatría. Creer que el tiempo dedicado a las personas es tiempo negado a Dios es una trampa.

Primer día de actividad de Jesús. Su primer contacto con la gente tiene lugar en la sinagoga. Es un signo de que la primera intención de Jesús fue enderezar la religiosidad del pueblo que había sido tergiversada por una interpretación opresora de la Ley. Por dos veces en el relato se hace referencia a la enseñanza de Jesús, pero no se dice nada de lo que enseña. Se habla de sus obras. Lo que Jesús hace es liberar a un hombre de un poder opresor, el espíritu inmundo. La clave es que Jesús libera, cuando habla y cuando actúa. La buena noticia que anuncia Marcos es la liberación, en dos direcciones: de la fuerza del mal y de la fuerza opresora de la Ley, explicada de una manera alienante por los fariseos y letrados (no como los letrados). La intención de Marcos es que la gente se haga la pregunta clave: ¿Quién es Jesús? Todo lo que sigue en este evangelio, será la respuesta.

Enseñaba como quien tiene autoridad. Hoy la palabra clave es «exousia». No es nada fácil penetrar en el verdadero significado de este término. Lo primero que deberíamos hacer es distinguirlo de «dynamis». Esta distinción es relativamente fácil: «Dynamis» sería la fuerza bruta que se impone a otra fuerza física. «Exousía» sería la capacidad de hacer algo en el orden jurídico, político, social o moral, siempre en un ámbito interpersonal. La palabra griega significa, además de autoridad, facultad para hacer algo, libertad para obrar de una manera determinada. Otra característica de la «exousía» es que la persona la puede tener por sí misma o recibirla de otro que se la otorga.

¿Qué quiere decir el evangelista cuando le aplica a Jesús esa «autoridad»? Se trata de una autoridad que no se impone, de una potestad que se manifiesta en la entrega, de una facultad de acción que se pone al servicio de los demás. Sería la misma autoridad de Dios dándose a todas sus criaturas sin necesitar nada de ninguna de ellas. El concepto de Dios «Todopoderoso» que exige un sometimiento absoluto, nos impide entender la exousía de Jesús. Solo desde la experiencia del Dios-Amor de Jesús podremos entenderla.

Jesús enseñaba con autoridad, porque no hablaba de oídas, sino de su experiencia interior. Trataba de comunicar a los demás sus descubri­mientos sobre Dios y sobre el hombre. Los letrados del tiempo de Jesús, (y los letrados de todos los tiempos) enseñaban lo que habían aprendido en las Escrituras. De todas ellas tenían un conocimiento perfecto, y tenían explicaciones para todo, pero el objetivo de la enseñanza era la misma Ley, no el bien del hombre. Se quería hacer ver que el objetivo de Dios al exigir los preceptos, era que le dieran gloria a Él, no al ser humano.

Lo que dejó atónitos a los oyentes de Jesús fue el ver que su enseñanza no era así, sino que hablaba con la mayor sencillez de las cosas de Dios tal como él las vivía. Su experiencia le decía que lo único que Dios quería, era el bien del hombre. Que Dios no pretendía nada del ser humano, sino que se ponía al servicio del hombre sin esperar nada a cambio. Esta manera de ver a Dios y la Ley no tenía nada que ver con lo que los rabinos enseñaban. Todos los problemas que tuvo Jesús con las autorida­des religiosas se debieron a esto. Todos los problemas que tienen los místicos y profetas de todos los tiempos con la autoridad jerárquica, responden al mismo planteamiento.

Cállate y sal de él. La expulsión del «espíritu inmundo» refleja desde el principio, el planteamiento del evangelio como una lucha entre el bien y el mal. «Mal» es toda clase de esclavitud que impide al hombre ser él mismo. Nadie se asombra del «exorcismo», que era corriente en aquella época. Lo que les llama la atención es la superioridad que manifiesta Jesús al hacerlo. Jesús no pronuncia fórmulas mágicas ni hace ningún signo estrafalario. Simplemente con su palabra obra la curación. Lo que acaban de ver les suscita la pregunta: ¿Qué es esto? El evangelio de Marcos es la respuesta a esta pregunta.

Hablar con autoridad hoy sería hablar desde la experiencia personal y no de oídas. Lo único que hacemos, también hoy, es aprender de memoria una doctrina y unas normas morales, que después trasmitimos como papagayos. Eso no funciona. En religión, la única manera válida de enseñar es la vivencia que se trasmite por ósmosis, no por aprendizaje. Esta es la causa de que nuestra religión sea hoy completamente artificial y vacía, que no nos compromete a nada porque la hemos vaciado de todo contenido vivencial.

Espíritu inmundo sería hoy todo lo que impide una auténtica relación con Dios y con los demás. Fijaros hasta qué punto estamos todos poseídos por espíritu inmundo. Esas fuerzas las encontramos tanto en nuestro interior como en el exterior. Nunca, a través de la historia, ha habido tantas ofertas falsas de salvación. Una de las tareas más acuciantes del ser humano, es descubrir sus propios demonios; porque solo cuando se desenmascara esa fuerza maléfica, se estará en condiciones de superarla.

Una importante tarea en esta celebración sería descubrir nuestras ataduras y tratar de desembarazarnos de ellas. Todos estamos poseídos por fuerzas que no nos dejan ser lo que debiéramos ser. Hoy sigue habiendo mucho diablo suelto que tratan por todos los medios de que el hombre no alcance su plenitud. La manera de conseguirlo es la manipulación para que no consiga alcanzar libremente su plena humanidad.

Nuestra vida debería ser un acopio de autoridad para ayudar al hombre al liberarse de sus demonios. Jesús emplea su autoridad, no contra hombre alguno sino contra las fuerzas que los oprimen. Como individuos, como comunidad y como Iglesia, estamos siempre tratando de aumentar nuestra autoridad, pero no la que desplegó Jesús sino la que nos permite creernos superiores a los demás. Si utilizamos esa autoridad para someterlos a nuestro capricho, aunque sea bajo pretexto de hacer la voluntad de Dios o de buscar el bien de los demás, estamos en la antípoda del evangelio.

Todos los seres humanos necesitamos ayuda para superar nuestras limitaciones, y todos podemos ayudar a los demás a superarlas. Es verdad que existe mucho dolor que no podemos evitar, pero deberíamos distinguir entre el dolor y el sufrimiento que ese dolor puede infligir. Un mismo dolor puede causar una escala increíblemente amplia de sufrimiento. Soportar el dolor sin que alcance la categoría de sufrimiento, sería la tarea decisiva de cada ser humano. Aquí tenemos un margen increíble para la maduración personal, pero también para desplegar cauces de ayuda a los demás. Estoy seguro que las curaciones de Jesús fueron encaminadas a suprimir el sufrimiento, no el dolor.

 Fray Marcos

Documentación:  Liturgia de la Palabra

Documentación:  Meditación

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