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Conociendo a Jesús de Nazaret

«No pido más que le miréis…» (Sta Teresa de Jesús)

Quiero mirarte Jesús, quiero pasar más tiempo mirándote, quiero mirar con tu mirada, mirarte con tu mirada porque quiero ser como tú, quiero parecerme a ti, mirar a mis hermanos como tú, dirigirme a ellos, como tú, acompañar su vida como tú.

Quiero vivir pendiente de la voluntad del Padre, conocerle a Él a través de ti. Voy a comenzar fijándome en tus miradas.

Tú mirada es la mirada del Padre: No dejaste de repetir a tus discípulos que quien te ve a ti ve al Padre en todas tus acciones y actitudes. Cuando te miro me siento mirada por ti, mirada por el Padre, por el Dios de la vida, el Dios de la Misericordia. “Tanto amó Dios al mundo que le envió a su Hijo único, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna” (Ju 3,16).

Una mirada de cariño: Como miraste al joven que se acercó a preguntarte qué tenía qué hacer para heredar la vida eterna. Le miraste con “cariño” y no fuiste correspondido, él bajó la mirada y “se marchó entristecido porque tenía muchos bienes” (Mc 10, 22b)

Una mirada de perdón: Así miraste a Pedro en la terrible noche anterior a la Pascua. Comprendiste su miedo, antes de comprenderlo el mismo. Lo acogiste y le perdonaste antes de que él se perdonara ¿se llegó a perdonar? “Y en aquel momento, estando aun hablando cantó un gallo, y el Señor se volvió y miró a Pedro, y recordó las palabras del Señor…. Y saliendo fuera, rompió a llorar amargamente” (Lc22, 60 b – 61 a, 62).

Una mirada comprometedora: Casi desafiante, desde luego sorprendente. Sorprendente porque un maestro judío no debería juntarse con “esa gente” y mucho menos aceptar la invitación para ir a su casa, y aún más difícil, ¿qué hacía todo un publicano, rico, “respetado”,… sobre la rama de un árbol? Él quería “observarte” a escondidas y tú le “miraste” de frente, le llamaste por su nombre: Zaqueo, y hasta te invitaste a comer en su casa. “alzando (Jesús) la vista le dijo: Zaqueo, baja pronto; porque va a convenir que hoy me quede yo en tu casa…” (Lc 19, 5b) y nos dice Lucas que aquel día llegó la salvación a la casa de Zaqueo.

Una mirada a la mujer: A quien no cuenta, a la que mancha, a la invisible. Fuiste un Rabino que acogió discípulas que lo acompañaban en sus peregrinajes “le acompañaban los Doce y algunas mujeres…” (Lc 8, 1b – 2 a). Las curaste de espíritus malignos y enfermedades. Las hablaste sin temor, a solas, a extranjeras “llega una mujer de Samaria a sacar agua y Jesús le dice: Dame de beber” (Ju 4, 7). Salvas de ser lapidada a la mujer sorprendida en adulterio “aquel de vosotros que esté sin pecado que le arroje la primera piedra” (Ju 8, 7b)

¿Quieres seguir conociendo a Jesús? Quedamos para el próximo número.

Déjate mirar por Él. Mira a los otros como Él.

Mª Victoria (Charo) Alonso

Publicado en la Revista Lubarri. San Sebastián. Junio 2017

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