Domingo de la Ascensión

… mirad, yo envío sobre vosotros la promesa de mi Padre…

Y Jesús es dijo:

– Está escrito así: El Mesías tiene que sufrir y resucitar de entre los muertos al tercer día, y tiene que predicarse en su nombre el arrepentimiento para el perdón de los pecados, a todas las naciones. Empezando a partir de Jerusalén, vosotros sois testigos de esto. Y mirad, yo envío sobre vosotros la promesa de mi Padre; vosotros quedaos quietos en la ciudad, hasta que os revistáis de fortaleza venida de arriba.

Y los sacó afuera, hasta cerca de Betania; y alzando sus manos les bendijo. Y el caso fue que, mientras Él los bendecía, se separó de ellos, y era llevado al cielo. Y ellos después de adorarlo, volvieron a Jerusalén con gran alegría, y estaban continuamente en el templo bendiciendo a Dios.

LECTURA ORANTE DEL EVANGELIO

“Hagamos lo que hagamos, viviremos en intimidad con Jesús”(Beata Isabel de la Trinidad).

‘Vosotros sois testigos’. 

Testigos de Jesús! Llevar su amor en el corazón, tener su nombre en los labios, juntarnos con otros muchos para celebrar su presencia. ¡Testigos de Jesús! Testigos de sus palabras, de sus gestos, de su modo de orar, de su compasión y ternura hacia los que sufren. ¡Testigos! ¡Qué hermosa realidad para cada uno de nosotros! ¿Pero cómo podremos ser testigos en un mundo que parece empeñado en silenciar al que pasó haciendo el bien? Solo el Espíritu Santo nos puede ayudar. Tomamos conciencia de su presencia en nuestro corazón. Nos dejamos guiar por sus inspiraciones, alegrar por su aliento, fortalecer por su empuje. Espíritu Santo, gracias. Tu presencia embellece nuestra vida, nos hace testigos de Jesús.

‘Quedaos en la ciudad, hasta que os revistáis de la fuerza de lo alto’

El Espíritu es el gran regalo que nos ha dado Jesús, pero nosotros siempre estamos a la espera de su presencia, preparándonos para recibirle y caminar con Él. Orar en las vigilias significa esperar que su fuerza nos revista. Ven, Espíritu Santo. ¿Pero cómo vas a venir si ya estás? Sí, ya estás, pero somos nosotros los que necesitamos que vengas a nuestra vida, que nos inundes con tu gozo, que nos revistas de tu fuerza.Ven, muéstrate a nuestros ojos cansados de tanto mirar sin ver. Ven, Espíritu Santo.

Después los sacó hacia Betania, y levantando las manos, los bendijo

¡Betania! La casa de los amigos donde cada uno cuenta. El lugar de la escucha prolongada de la Palabra. El estilo de vida sencillo, donde las cosas pequeñas, hechas con amor, adquieren valor. El encuentro de la comunidad con Jesús. El tiempo para que el corazón descanse y se prepare para la misión de anunciar el Evangelio. En Betania Jesús levanta las manos para bendecirnos. Bendícenos, Jesús, con la brisa del Espíritu para que podamos ser bendición y misericordia para todos. Bendícenos a todos. Bendice a los hermanos y hermanas con lo que más necesite cada uno. 

Y mientras los bendecía, se separó de ellos subiendo hacia el cielo. 

La oración es una experiencia de bendición. Jesús nunca nos deja solos. Sigue bendiciéndonos hasta el fin del mundo. Nos bendice en el Espíritu, el que nos ayuda a vivir con sencillez y verdad, con alegría y compasión, sin pretender ser grandes que humillan y fuertes que oprimen. Bendecidos gratuitamente, bendecimos gratuitamente. Nuestra tarea: mirar a la tierra y a las gentes bendiciendo, amando, trabajando, sonriendo, sin dar ninguna vida por perdida. Jesús, bendícenos. Estamos de fiesta por tu triunfo.La última palabra la tiene tu vida. 

Ellos se volvieron a Jerusalén con gran alegría. 

La alegría grande es la señal de Jesús en nuestras vidas. Los amigos de Jesús llevamos con nosotros la alegría. Somos la nueva tienda que Jesús planta en la tierra. Somos sus testigos. Espíritu Santo. Gracias.Eres como un río que crece por dentro y nos inunda con la alegría de Jesús.  

Equipo CIPE

CRECIMIENTO Y CREATIVIDAD

Los evangelios nos ofrecen diversas claves para entender cómo comenzaron su andadura histórica las primeras comunidades cristianas sin la presencia de Jesús al frente de sus seguidores. Tal vez, no fue todo tan sencillo como a veces lo imaginamos. ¿Cómo entendieron y vivieron su relación con él, una vez desaparecido de la tierra?

Mateo no dice una palabra de su ascensión al cielo. Termina su evangelio con una escena de despedida en una montaña de Galilea en la que Jesús les hace esta solemne promesa: «Sabed que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo». Los discípulos no han de sentir su ausencia. Jesús estará siempre con ellos. Pero ¿cómo?

Lucas ofrece una visión diferente. En la escena final de su evangelio, Jesús «se separa de ellos subiendo hacia el cielo». Los discípulos tienen que aceptar con todo realismo la separación: Jesús vive ya en el misterio de Dios. Pero sube al Padre «bendiciendo» a los suyos. Sus seguidores comienzan su andadura protegidos por aquella bendición con la que Jesús curaba a los enfermos, perdonaba a los pecadores y acariciaba a los pequeños.

El evangelista Juan pone en boca de Jesús unas palabras que proponen otra clave. Al despedirse de los suyos, Jesús les dice: «Yo me voy al Padre y vosotros estáis tristes… Sin embargo, os conviene que yo me vaya para que recibáis el Espíritu Santo». La tristeza de los discípulos es explicable. Desean la seguridad que les da tener a Jesús siempre junto a ellos. Es la tentación de vivir de manera infantil bajo la protección del Maestro.

La respuesta de Jesús muestra una sabia pedagogía. Su ausencia hará crecer la madurez de sus seguidores. Les deja la impronta de su Espíritu. Será él quien, en su ausencia, promoverá el crecimiento responsable y adulto de los suyos. Es bueno recordarlo en unos tiempos en que parece crecer entre nosotros el miedo a la creatividad, la tentación del inmovilismo o la nostalgia por un cristianismo pensado para otros tiempos y otra cultura.

Los cristianos hemos caído más de una vez a lo largo de la historia en la tentación de vivir el seguimiento a Jesús de manera infantil. La fiesta de la Ascensión del Señor nos recuerda que, terminada la presencia histórica de Jesús, vivimos «el tiempo del Espíritu», tiempo de creatividad y de crecimiento responsable. El Espíritu no proporciona a los seguidores de Jesús «recetas eternas». Nos da luz y aliento para ir buscando caminos siempre nuevos para reproducir hoy su actuación. Así nos conduce hacia la verdad completa de Jesús.

José Antonio Pagola

¿QUÉ SIGNIFICA ASCENSIÓN?

Es la culminación de la Resurrección. Los demás evangelios no hacen distinción entre uno y otro acontecimiento. Lucas los separa pedagógicamente.  La liturgia sigue esta separación; y así celebramos la fiesta de la Ascensión a los cuarenta días de la Resurrección; y diez días después, la venida del Espíritu Santo.

Todo el evangelio de Lucas es un anuncio alegre de la universalidad de la salvación que nos trae Jesús. El pasaje de hoy, que está dentro de la aparición de Jesús a su grupo más cercano, subraya esa universalidad, hablando del anuncio, la conversión y el perdón de los pecados a todas las naciones. Y confirma a sus discípulas y discípulos como testigos suyos.

Hay una diferencia notable respecto de Marcos y Mateo. En estos dos evangelios, las amigas y amigos de Jesús reciben la orden de volver a Galilea, mientras que en Lucas se les manda que permanezcan en Jerusalén, como podemos ver hoy. En el fondo ambas indicaciones apuntan en la misma dirección. Volver a Galilea, donde empezó la misión de Jesús, significa tomar de nuevo esa misión y continuarla. Y el texto de hoy habla de salir a la misión universal desde Jerusalén.

La referencia a la Escritura significa que la muerte en cruz de Jesús, tan incomprensible para aquellas mujeres y hombres, y su resurrección, entran dentro del plan salvador de Dios. También para nosotras es un misterio. La postración ante Jesús indica que tanto discípulas como discípulos ya habían llegado a la fe en Él. Y la alusión a que estaban continuamente en el templo nos muestra la primitiva comunidad en oración y en ansiosa espera del Espíritu, tal como lo describirán los Hechos de los Apóstoles. Todo ello envuelto en las bendiciones de Dios y en la alegría que caracteriza al evangelio de Lucas.

Ojalá leamos este evangelio con el mismo aliento con que está escrito. Con alegría, por la maravillosa obra de Dios; con esperanza viva en la salvación universal; con el alma misionera que produce contagio, incluso en estos oscuros tiempos de increencia.

Patxi Loidi

Documentación:  Liturgia de la Palabra

Documentación:  Plegaria

Documentación:  Meditación

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