Del Evangelio de Lucas 14, 25-33
el que no renuncia a todos sus bienes no puede ser discípulo mío

En aquel tiempo, mucha gente acompañaba a Jesús; él se volvió y les dijo:
– Si alguno se viene conmigo y no pospone a su padre y a su madre, y a su mujer y a sus hijos, y a sus hermanos y a sus hermanas, e incluso a sí mismo, no puede ser discípulo mío.
Quien no lleve su cruz detrás de mí, no puede ser discípulo mío.
Así, ¿quién de vosotros, si quiere construir una torre, no se sienta primero a calcular los gastos, a ver si tiene para terminarla?
No sea que, si echa los cimientos y no puede acabarla, se pongan a burlarse de él los que miran, diciendo: “Este hombre empezó a construir y no ha sido capaz de acabar”.
¿O qué rey, si va a dar la batalla a otro rey, no se sienta primera a deliberar si con diez mil hombres podrá salir al paso del que le ataca con veinte mil? Y si no, cuando el otro está todavía lejos, envía legados para pedir condiciones de paz.
Lo mismo vosotros: el que no renuncia a todos sus bienes, no puede ser discípulo mío.

DEJAD DE POSEER
Quisiera iniciar mi comentario refiriéndome, por un momento, a la segunda lectura de este domingo.
Filemón 1, 15-1… Si te dejó por algún tiempo fue tal vez para que ahora lo recobres definitivamente, y no ya como esclavo, más que como esclavo, como hermano querido…
La lectura del evangelio, reforzada por las líneas de la carta de Pablo a Filemón, es un grito profético, que parece lo estoy oyendo desde los bosques ardiendo, desde las inundaciones, desde las guerras…
Y ese grito es un imperativo, que denota urgencia, inminencia, necesidad: DEJAD DE POSEER para tratar a todas, a todos, a Todo lo creado, no como esclavos, sino como hermanas y hermanos queridos.
Así nos hablan los profetas del medio ambiente sobre la situación del Planeta. La Tierra está enferma, nos está diciendo que tiene una fiebre alta, y eso es malo, muy malo, para la vida.
La causa de la infección es el ego; ese ego que busca poseer personas y cosas, y que trata a la naturaleza de forma posesiva, arrancándole la vida, como una violación de sus derechos básicos, sin ningún tipo de relación de intimidad, de complicidad. La trata como si fuese de su propiedad, como si la poseyera, como si fuera su esclava.
Pablo nos dice en este precioso texto donde vemos como el cristianismo está aboliendo la esclavitud, algo que no podemos obviar, que el rico Filemón, dueño de Onésimo es invitado a recibirle ahora como a hermano querido. Menudo cambio: de esclavo a hermano querido.
Nos dicen los profetas del Planeta que así es como tenemos que cambiar individualmente y como colectivos: tratar a las personas y a la Tierra, al agua, los bosques, de usarlos a relacionarnos familiarmente con ellos. Ese cariño que se fragua en una relación lo opuesto a posesiva: relación de igualdad, de respeto, de diálogo… es el medio, la herramienta que sana todas las distancias y diferencias, y nos hace ser y tratarnos de diferente manera.
Parece que algo de esta relación más cercana, ya se ha obtenido con los animales domésticos, pero no deja de haber una búsqueda de beneficio propio siempre.
Si así tratáramos al Planeta, al mundo vegetal, al mundo de las aguas, cada vez más escasas, a los mares y océanos en estado febril, todo sería diferente.
¿Y si así se tratara a la mujer? El eje del Planeta volvería a su Centro, la armonía dentro de la diversidad se haría una realidad. El Reinado de Jesús emergería con toda su fuerza, y a ello nos invita el Evangelio de hoy, tantas veces interpretado erróneamente.
En el fondo nos dice una cosa: en caso de conflicto de intereses en tu vida, en tus decisiones, siempre tiene que prevalecer la adhesión a Jesús. Y esta, por encima de la familia, siempre interesada, también por encima de tus intereses personales, ya que esa adhesión es la garantía para la igualdad, la justicia respetuosa.
Vivimos en una cultura occidental cristianizada culturalmente pero no en el corazón. Por eso seguimos tolerando, con cierta indiferencia, las desigualdades.
Hace años, una mujer latinoamericana muy comprometida y formada nos comentó a un grupo de mujeres preocupadas por la desigualdad infinita de la mujer en la iglesia, que la teología de la liberación no había progresado en LA porque de fondo el varón seguía siendo exasperadamente machista, poseedor de su mujer… Dijo ella, conocida de todos, pero por respeto no citaré su nombre: en las reuniones, en la calle, en los textos, todo era igualdad, pero cruzando la puerta de casa, la mujer “seguía siendo propiedad del varón, de hecho”.
También este es el trato que se le ha dado, y se sigue dando a la Tierra: es “mía”, la puedo explotar, contaminar, cementar, no cuidar.
¿Queremos acabar con la injusticia? Dejemos de “poseer”. Y así, como Pablo le invita al rico Filemón, quien entre líneas, parece decirle: deja de creer que porque compartes tus bienes eres bueno, más bien, empieza a tratar al que era tu esclavo como a un hermano querido, y yo creo que Jesús añadiría, y entonces, serás discípulo mío.
Y si al esclavo añadimos la esclava, el panorama se abre como un abanico inabarcable de rostros de mujeres a nuestro alrededor, que nosotros, los seguidores de Jesús, todavía tenemos que mirar y valorar de modo distinto: la chica de la limpieza, la señora que cuida a mi madre, las mujeres africanas y afganas, las ucranianas…no son de otra pasta, son mi hermana, y tienen sentimientos y necesidades y añoranzas, mucha añoranza de su país, de sus hijos, de sus raíces, de vivir en su casa y no en la de los ancianos que cuidan, de cuidar de su madre y no de la mía… pero como dicen ellas “no me queda otra”.
Pero a nosotros nos cuesta verlas como a nuestras hermanas queridas.
Si dejamos de “poseer” el rango que nos auto adjudicamos por ser Europeos, o blancos, o cultos…y compartimos lo que somos y tenemos, empezaremos a ver hermanas y hermanos. Y seremos discípulas. Sí, entonces Jesús nos invitará a ser del grupito que “lo va pillando” para que siga su mensaje y su persona viva, a través de nosotros, en el tiempo y en todo lo que está vivo.
Hoy Jesús nos mueve a preocuparnos también por tantas jóvenes, que por lo menos en Europa, vemos desconcertados por ese cambio tan radical de paradigma, de realidad, que hace que su futuro, incluso su vida en el Planeta se vea cuestionada, algo que los que tenemos ya unos años, jamás cruzó por nuestra mente.
Las estadísticas dicen que en España se han triplicado los suicidios e intentos de suicidio estos últimos años en mujeres jóvenes. ¿Por qué? Estas personas tienen un panorama nada fácil a nivel laboral, a nivel profesional, a nivel religioso. Hay que proponer nuevos paradigmas, y apoyarlos, con sus proyectos y procesos, antes de que sea demasiado tarde.
¿Podemos decir que la fiebre de la Tierra, es paralela a la inestabilidad que las mujeres con futuro experimentan? Ambas realidades son consecuencia de un mundo entendido con mente de varón, donde lo que importaba era la productividad. También por una Iglesia que margina a la mujer y donde la espiritualidad no es una buena invitada. No en formas y lenguaje de hoy.
Hermana querida Tierra y generación de jóvenes adultas, quisiéramos poder decir “contad con nosotras”.
Magda Bennásar Oliver, sfcc
espiritualidadintegradoracristiana.es

SEGUIDORES LÚCIDOS
Es un error pretender ser «discípulos» de Jesús sin detenernos a reflexionar sobre las exigencias concretas que encierra seguir sus pasos y sobre las fuerzas con que hemos de contar para ello. Nunca pensó Jesús en seguidores inconscientes, sino en personas lúcidas y responsables.
Las dos imágenes que emplea Jesús son muy concretas. Nadie se pone a «construir una torre» sin reflexionar sobre cómo debe actuar para lograr acabarla. Sería un fracaso empezar a «construir» y no poder llevar a término la obra iniciada.
El Evangelio que propone Jesús es una manera de «construir» la vida. Un proyecto ambicioso, capaz de transformar nuestra existencia. Por eso no es posible vivir de manera evangélica sin detenernos a reflexionar sobre las decisiones que hay que tomar en cada momento.
También es claro el segundo ejemplo. Nadie se enfrenta de manera inconsciente a un adversario que le viene a atacar con un ejército mucho más poderoso sin reflexionar previamente si aquel combate terminará en victoria o será una derrota. Seguir a Jesús es enfrentarse con los adversarios del reino de Dios y su justicia. No es posible luchar a favor del reino de Dios de cualquier manera. Se necesita lucidez, responsabilidad y decisión.
En los dos ejemplos se repite lo mismo: los dos personajes «se sientan» a reflexionar sobre las exigencias, los riesgos y las fuerzas con que cuentan para llevar a cabo su cometido. Según Jesús, entre sus seguidores siempre será necesaria la meditación, el debate, la reflexión. De lo contrario, el proyecto cristiano puede quedar inacabado.
Es un error ahogar el diálogo e impedir el debate en la Iglesia de Jesús. Necesitamos más que nunca deliberar juntos sobre la conversión que hemos de vivir hoy sus seguidores. «Sentarnos» para pensar con qué fuerzas hemos de construir el reino de Dios en la sociedad moderna. De lo contrario, nuestra evangelización será una «torre inacabada».
José Antonio Pagola
Publicado en www.gruposdejesus.com
EL REINO TIENE UN PRECIO
«Si alguno se viene conmigo y no pospone a su padre y a su madre, y a su mujer y a sus hijos … e incluso a sí mismo, no puede ser discípulo mío»
Jesús no se lanza a los caminos de Galilea para conseguir la raquítica salvación de media docena de perfectos, sino para cambiar el mundo. Aspira a una humanidad de Hijos que se realice amándose como hermanos, y eso no se alcanza con gente tibia y poco comprometida, sino con personas que tiren para adelante sin mirar lo que dejan atrás. No pide otra cosa que lo que él ya ha aceptado en grado superlativo, y esto da a su propuesta un valor especial.
Y visto desde esta perspectiva, el texto de Lucas se entiende mucho mejor. En él se nos dice dos cosas importantes: una, que la búsqueda del Reino es lo primero —por delante de lo más querido por nosotros, como es la familia—, y la otra, que quien acepta la misión debe medir bien sus fuerzas porque éste es un camino que acarrea renuncias y sacrificios.
Tradicionalmente se ha entendido que esa renuncia debía estar basada en el esfuerzo ascético, pero una lectura rigurosa del evangelio nos dice que la cosa es justo al revés; que no se trata de dejarlo todo a base de fuerza de voluntad con la esperanza de encontrar el tesoro, sino de encontrar el tesoro y renunciar a todo lo demás porque todo lo demás ha perdido su valor a nuestros ojos. Como decía Ruiz de Galarreta: «No es primero la renuncia para llegar a la alegría: es primero la alegría, y de ella se derivan las renuncias».
Pero el camino que propone Jesús tiene dos obstáculos imponentes. El primero es encontrar el tesoro, porque el mundo nos propone otros tesoros mucho más palpables que lo ocultan. El segundo es tener el valor necesario para aceptar la apuesta. Podemos estar convencidos de que su propuesta es nuestra mejor opción de felicidad, pero carecer del valor necesario para atrevernos a iniciar el camino que nos propone.
Hay un hecho que juega a nuestro favor, y es ver que las personas que sí se han atrevido, no sienten las renuncias como tales, sino como liberación. Porque el Reino nos invita a renunciar a lo que no merece la pena; a lo que estropea nuestra vida. Nos invita a no conformarnos con poco, nos invita a la plenitud, a saberse querido por Dios, a ser conscientes de nuestra misión, a convertirnos en protagonistas de la aventura humana, y, en definitiva, a encontrar el sentido profundo de nuestra vida.
Pedro, Santiago, Juan, María Magdalena… fueron sus primeros seguidores, y el evangelio muestra su proceso de conversión: le conocieron, quedaron fascinados por él, y solo después, lo dejaron todo y le siguieron. Lo primero es conocerle y fascinarse, no hay otro camino, pero hoy Jesús es un valor a la baja del que es difícil oír hablar (y mucho menos oír hablar con rigor) ni siquiera en las eucaristías; y no digamos en otros foros cristianos.
Miguel Ángel Munárriz Casajús
Para leer el comentario que José E. Galarreta hizo en su momento, pinche aquí
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