Del Evangelio de Lucas 17, 5-10
– Auméntanos la fe

En aquel tiempo, los apóstoles dijeron al Señor:
― Auméntanos la fe.
El Señor contestó:
― Si tuvierais fe como un granito de mostaza, diríais a esa morera: “Arráncate de raíz y plántate en el mar”, y os obedecería.
Suponed que un criado vuestro trabaja como labrador o como pastor, cuando vuelve del campo, ¿quién de vosotros le dice: “En seguida, ven y ponte a la mesa”?
¿No le diréis: “Prepárame de cenar, cíñete y sírveme mientras como y bebo; y después comerás y beberás tú”? ¿Tenéis que estar agradecidos al criado porque ha hecho lo mandado? Lo mismo vosotros: Cuando hayáis hecho todo lo mandado, decid: “Somos unos pobres siervos, hemos hecho lo que teníamos que hacer”.

CREER EN LA GRATUIDAD Y EL PERDÓN
Los compañeros de Jesús le piden que aumente su fe. Esta petición hay que entenderla en el marco de la enseñanza que el Maestro les proponía en los versículos anteriores (Lc 17, 1-4). Él les había invitado a perdonar siempre y a no ser nunca ocasión de pecado para otros. Esta propuesta a los discípulos les parecía difícil de asumir, por eso le piden que aumente su fe. En su respuesta, Jesús reorienta el horizonte de sus deseos porque no se trata tanto de creer más, sino de creer de otra manera.
Para Jesús la fe no consiste en asentir a verdades o en creer en algo que alguien dice, más bien para él se trata de asumir una conducta marcada por la lealtad, la entrega y la solidaridad que nace de la confianza en su persona y en su mensaje.
Los discípulos en el texto lucano se sienten abrumados por la exigencia que supone asumir una conducta que implica vivir desde la gratuidad y la bondad de corazón y necesitan razones poderosas que compensen el esfuerzo. Pero el maestro cuestiona su necesidad. La fe que ellos desean no sirve para vivir en la dinámica del Reino. No se trata de hacer obras extraordinarias (que una morera se autotrasplante en el mar) sino de vivir de otra manera. Quien tiene una fe auténtica es capaz de hacer lo imposible porque confía, no en sus fuerzas, sino en la Palabra de Jesús.
El ejemplo que el Maestro introduce al final sobre el señor y el criado se orienta a reforzar esta idea. Nadie en su sociedad contemplaba que un amo sintiese compasión de su esclavo cansado, sino que lo urgiría a terminar sus tareas antes de descansar. A Jesús esta evidencia en las relaciones entre amo y siervo le permite mostrar a sus discípulos lo que se espera de ellos si quieren vivir en fidelidad su pertenencia a la comunidad del Reino.
No se trata de justificar la conducta del amo, que sin duda para nosotras y nosotros es abusiva, sino de aprender de la fidelidad del criado que se comporta como se espera de él. Quien se sienta llamada o llamado a seguir a Jesús no ha de buscar destacar por su heroicidad o su ejemplaridad, sino que ha de actuar entregándolo todo, viviendo en gratuidad y disponibilidad y atenta o atento siempre al bien del otro/a.
Ser como ese siervo al que nada se le debe era seguramente para Lucas, una metáfora del modo de actuar al que estaban llamados /as quienes habían recibido un servicio en la comunidad. La diakonía era la clave no sólo para el discipulado, sino que también el modelo para ejercer cualquier rol comunitario. Llevar a cabo la tarea encomendada, responder al liderazgo para el que se ha sido elegido, no ha de ser motivo de vanagloria, sino una respuesta agradecida al Dios amor y bondad que sostiene la existencia y un compromiso firme contra todo lo que destruye al ser humano.
La regla de conducta comunitaria ha de ser, por tanto, la gratuidad, la disponibilidad absoluta para darlo todo sin esperar nada a cambio. La fe en Jesús se aquilata en esa respuesta. La inutilidad del siervo/a no responde a su incapacidad para llevar a cabo su trabajo, ni a una humildad impotente ante la realidad. La sentencia final del relato invita, por el contrario, a vivir con honestidad y sencillez el camino de seguimiento, respondiendo desde lo mejor de cada una/o sin claudicar en la acogida y el perdón, sin buscar el poder ni cerrar las puertas a la esperanza.
Carmen Soto Varela

FALTA DE FE Y SOBRA DE PRESUNCIÓN
Después de la parábola del rico y Lázaro, Lucas empalma cuatro enseñanzas de Jesús a los apóstoles a propósito del escándalo, el perdón, la fe y la humildad. Son frases muy breves, sin aparente relación entre ellas, pronunciadas por Jesús en distintos momentos. De esas cuatro enseñanzas, el evangelio de este domingo ha seleccionado solo las dos últimas, sobre la fe y la humildad (Lucas 17,5-10).
Menos fe que un ateo
Cuenta Lucas que un día los apóstoles le pidieron a Jesús: «Auméntanos la fe». Ya que no eran grandes teólogos, ni habían estudiado nuestro catecismo, su preocupación no se centra en el Credo ni en un conjunto de verdades. Si leemos el evangelio de Lucas desde el comienzo hasta el momento en el que los apóstoles formulan su petición, encontramos cuatro episodios en los que se habla de la fe:
Jesús, viendo la fe de cuatro personas que le llevan a un paralítico, lo perdona y lo cura (5,20).
Cuando un centurión le pide a Jesús que cure a su criado, diciendo que le basta pronunciar una palabra para que quede sano, Jesús se admira y dice que nunca ha visto una fe tan grande, ni siquiera en Israel (7,9).
A la prostituta que llora a sus pies, le dice: “Tu fe te ha salvado” (7,50).
A la mujer con flujo de sangre: “Hija, tu fe te ha salvado” (8,48).
En todos estos casos, la fe se relaciona con el poder milagroso de Jesús. La persona que tiene fe es la que cree que Jesús puede curarla o curar a otro.
Pero la actitud de los apóstoles no es la de estas personas. En el capítulo 8, cuando una tempestad amenaza con hundir la barca en el lago, no confían en el poder de Jesús y piensan que morirán ahogados. Y Jesús les reprocha: “¿Dónde está vuestra fe? (8,25). La petición del evangelio de hoy, “auméntanos la fe”, empalmaría muy bien con ese episodio de la tempestad calmada: “tenemos poca fe, haz que creamos más en ti”. Pero Jesús, como en otras ocasiones, responde de forma irónica y desconcertante: “Vuestra fe no llega ni al tamaño de un grano de mostaza”.
¿Qué puede motivar una respuesta tan dura a una petición tan buena? El texto no lo dice. Pero podemos aventurar una idea: lo que pretende Lucas es dar un severo toque de atención a los responsables de las comunidades cristianas. La historia demuestra que muchas veces los papas, obispos, sacerdotes y religiosos/as nos consideramos por encima del resto del pueblo de Dios, como las verdaderas personas de fe y los modelos a imitar. No sería raro que esto mismo ocurriese en la iglesia antigua, y Lucas nos recuerda las palabras de Jesús: “No presumáis de fe, no tenéis ni un gramo de ella”.
Ni las gracias ni propina
En línea parecida iría la enseñanza sobre la humildad. El apóstol, el misionero, los responsables de las comunidades, pueden sufrir la tentación de pensar que hacen algo grande, excepcional. Jesús vuelve a echarles un jarro de agua fría contando una parábola con trampa. Al principio, el lector u oyente se siente un gran propietario, que dispone de criados a los que puede dar órdenes. Al final, le dicen que el propietario es Dios, y él es un pobre siervo, que se limita a hacer lo que le mandan. El mensaje quizá se capte mejor traduciendo la parábola a una situación actual.
Suponed que entráis en un bar. ¿Quién de vosotros le dice al camarero: «¿Qué quiere usted tomar?». ¿No le decís: «Una cerveza», o «un café»? ¿Tenéis que darle las gracias al camarero porque lo traiga? ¿Tenéis que dejarle una propina? Pues vosotros sois como el camarero. Cuando hayáis hecho lo que Dios os encargue, no penséis que habéis hecho algo extraordinario. No merecéis las gracias ni propina.
Un lenguaje duro, hiriente, muy típico del que usa Jesús con sus discípulos.
El profeta Habacuc y la fe (Hab 1,2-3; 2, 2-4)
La primera lectura, tomada de la profecía de Habacuc habla también de la fe, aunque el punto de vista es muy distinto. El mensaje de este profeta es de los más breves y de los más desconocidos. Una lástima, porque el tema que trata es de perenne actualidad: la injusticia del imperialismo. En su época, el recuerdo reciente de la opresión asiria se une a la experiencia del dominio egipcio y babilónico. Tres imperios distintos, una misma opresión. El profeta comienza quejándose a Dios. No comprende que Dios contemple impasible las desgracias de su tiempo, la opresión del faraón y de su marioneta, el rey Joaquín. Y el Señor le responde que piensa castigar a los opresores egipcios mediante otro imperio, el babilónico (1,5-8). Pero esta respuesta de Dios es insatisfactoria: al cabo de poco tiempo, los babilonios resultan tan déspotas y crueles como los asirios y los egipcios. Y el profeta se queja de nuevo a Dios: le duele la alegría con la que el nuevo imperio se apodera de las naciones y mata pueblos sin compasión. No comprende que Dios «contemple en silencio a los traidores, al culpable que devora al inocente». Y así, en actitud vigilante, espera una nueva respuesta de Dios.
La visión que llegará sin retrasarse es la de la destrucción de Babilonia. El injusto es el imperio babilónico, que será castigado por Dios. El justo es el pueblo judío y todos los que confíen en la acción salvadora del Señor.
El tema tratado por Habacuc no tiene relación con la petición de los discípulos. Pero las palabras finales, “el justo vivirá por su fe”, tuvieron mucha importancia para san Pablo, que las relacionó con la fe en Jesús. Este puede ser el punto de contacto con el evangelio. Porque, aunque nuestra fe no llegue al grano de mostaza ni esperemos cambiar montañas de sitio, esa pizca de fe en Jesús nos da la vida, y es bueno seguir pidiendo: “auméntanos la fe”.
José Luis Sicre
¡SI TUVIÉRAMOS FE!
La razón por la cual las aves pueden volar y nosotros no podemos, es simplemente porque tienen una fe perfecta, porque tener fe es tener alas (JM Barrie)
Los apóstoles dijeron al Señor: Auméntanos la fe (v 5)
Un evangelio en el que se recoge el tema, el poder de la fe y la pequeña parábola del siervo.
Una actitud fundamental del ser humano, que implica fidelidad y lealtad.
(Éxodo 14, 31) Los israelitas vieron la mano magnífica de Dios y lo que hizo a los egipcios, respetaron al Señor y se fiaron del Señor y de Moisés su siervo.
(Deuteronomio 1, 32) Pero ni por ésas creísteis al Señor, vuestro Dios, que había ido por delante buscándoos lugar donde acampar.
El deber del discípulo tiene un denominador común: el servicio del reino posiblemente desde la fe.
En el Nuevo testamento, en Juan es sinónimo de escuchar, acudir a, recibir: Os escribo esto a los que creéis en la persona del Hijo de Dios para que sepáis que poseéis vida eterna Primera Carta 1, 13).
“Auméntanos la fe”, dijeron los apóstoles, a lo que el Señor les contestó: “Si tuvierais la fe de un grano de mostaza, diríais a esta morera: Arráncate de raíz y arrójate al mar, y os obedecería” (Mt 17-20). En Lucas, el símil es la morera y se trata de la fe en sí. Fe en la que los valores más importantes tienen que ver con lo humano.
Las parábolas más importantes, son las parábolas vegetales de Jesús, entroncadas en la misma Naturaleza: un poco de agua, y el desierto deja de ser estéril y se convierte en un jardín exuberante. Una montaña más cercana de conversión, que mueve corazones.
Así lo dijo JM Barrie: “La razón por la cual las aves pueden volar y nosotros no podemos, es simplemente porque tienen una fe perfecta, porque tener fe es tener alas”.
Y otro tanto hizo cuando dijo en Lucas 17, 5: “Los apóstoles dijeron al Señor: Auméntanos la fe”.
TENER FE
Teniendo fe, el desamor,
no lo pudo vencer.
Ni tormentas a su alrededor,
lo hicieron perder.
Herido por dardos de dolor;
triste por dentro a veces.
Peleando contra desalientos,
no se dejó vencer.
Decidido a no perecer
buscando ser como león;
con Dios intentó vencer,
…batallando en su corazón.
Presa de injusticias fue,
continuó intentando.
Entre el martillo y el yunque,
continuó orando.
No se dejó vencer,
en el mundo de la tentación.
Buscó en fe crecer.
Hoy canta bella canción.
Javier R. Cinacchi
Vicente Martínez
Documentación: Liturgia de la Palabra
Documentación: Plegaria: Si tuvierais fe
Documentación: Meditación
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