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Domingo XXXI del Tiempo Ordinario

– Zaqueo baja, que quiero hospedarme en tu casa

Un hombre llamado Zaqueo, jefe de publicanos y rico, trataba de distinguir quién era Jesús, pero la gente se lo impedía, porque era de baja estatura. Corrió más adelante y se subió a una higuera, para verlo, porque tenía que pasar por allí.

Jesús, al llegar a aquel sitio, levantó los ojos y dijo:

― Zaqueo, baja en seguida, porque hoy tengo que alojarme en tu casa.

El bajó en seguida, y lo recibió muy contento.

Al ver esto, todos murmuraban diciendo:

― Ha entrado a hospedarse en casa de un pecador.

Pero Zaqueo se puso en pie, y dijo al Señor: 

― Mira, la mitad de mis bienes, Señor, se la doy a los pobres; y si de alguno me he aprovechado, le restituiré cuatro veces más.

Jesús le contestó:

― Hoy ha sido la salvación de esta casa; también este es hijo de Abraham. Porque el Hijo del hombre ha venido a buscar y a salvar lo que estaba perdido.

En aquel tiempo, entró Jesús en Jericó y atravesaba la ciudad.

Un hombre llamado Zaqueo, jefe de publicanos y rico, trataba de distinguir quién era Jesús, pero la gente se lo impedía, porque era de baja estatura. Corrió más adelante y se subió a una higuera, para verlo, porque tenía que pasar por allí.

Jesús, al llegar a aquel sitio, levantó los ojos y dijo:

― Zaqueo, baja en seguida, porque hoy tengo que alojarme en tu casa.

El bajó en seguida, y lo recibió muy contento.

Al ver esto, todos murmuraban diciendo:

― Ha entrado a hospedarse en casa de un pecador.

Pero Zaqueo se puso en pie, y dijo al Señor: 

― Mira, la mitad de mis bienes, Señor, se la doy a los pobres; y si de alguno me he aprovechado, le restituiré cuatro veces más.

Jesús le contestó:

― Hoy ha sido la salvación de esta casa; también este es hijo de Abraham. Porque el Hijo del hombre ha venido a buscar y a salvar lo que estaba perdido.

ALTURA SOCIAL Y PEQUEÑO DE ESTATURA

Zaqueo era un personaje de altura social, encumbrado por su status de jefe de publicanos, es decir, judío importante que colaboraba con Roma para cobrar impuestos a la gente del pueblo al que pertenecía.

Hay que recalcar que no era un simple publicano sino jefe de publicanos con un equipo de recaudadores que gestionaban el cobro de impuestos.

Estaba situado en un perfil que podríamos llamar “prestigio-desprecio”. La gente que tenía un recaudador judío para los pagos al Imperio Romano no debía mirar con buenos ojos a estos tipos.

Pero el evangelio añade más información sobre Zaqueo: además de una privilegiada profesión, era rico.

No hace falta haber estudiado economía y finanzas para comprender que debía ser fácil la corruptela de inflar las cantidades que Roma quería recaudar y fueran quedándose en los bolsillos de los que las administraban. Esto es un clásico en la historia de la humanidad. Lo sabemos.

Zaqueo, que tenía altura social, no le pasaba lo mismo con su altura física, era pequeño de estatura. Pero hay que reconocer que cuando algo le interesaba no le importaba hacer incluso el ridículo. Era un hombre con empuje.

“Trataba de ver a Jesús, pero no lo lograba a causa del gentío”, ya hemos dicho que era bajo de estatura. “Corriendo más adelante se subió a una higuera para verlo, porque tenía que pasar por allí”.  Ni corto ni perezoso, con decisión, sin que le importara qué dirían de él, estuvo subido a un árbol aguantando miradas. Podemos imaginarlo, además, vestido con un traje que denotara su posición social. Impresionante.

¿Qué habría escuchado de Jesús para atreverse a hacer lo que hizo? Sólo verle pasar. No creo que esperara nada más.

“Zaqueo, date prisa y baja, porque es necesario que hoy me quede en tu casa”. Dice el texto que “él se dio prisa en bajar”, más que prisa debió ser el sobresalto de emoción al escuchar lo que Jesús le decía. “Y lo recibió muy contento”, en su casa, en su espacio vital; él que sólo pensó lo vería a vista de pájaro.

Pero, los que vieron entrar a Jesús en casa del jefe de publicanos “al ver esto, murmuraban diciendo: “Ha entrado a hospedarse en casa de un pecador”.

Aquí empieza la reflexión. Quizás Zaqueo empezó la repartición de la mitad de sus bienes a los pobres y restituyendo cuatro veces más lo que hubiera defraudado, haciendo un repaso a sus miserias como recaudador y rico, frente a la figura de Jesús que se dejó acoger por él.

Aquel día puede ser hoy o cualquier otro día. “También este es hijo de Abrahán”, le devuelve a su dignidad. “Porque el Hijo del hombre ha venido a buscar y a salvar lo que estaba perdido”. Toda persona es hija de Dios e importante para ser salvada.

Zaqueo nos da que pensar. Hay un primer paso y él lo dio para conocerte.

¿Cómo llegar a Tu comprensión mirando a los que ponen precio a los recursos naturales, la salud, la educación, la justicia, los derechos humanos, al cuidado del planeta, a la vida de la gente?

¿Cómo llegar a Tu comprensión si apartamos la vista para no ver a quienes buscan una vida digna y se van quedando por el camino?

Subámonos, como Zaqueo, a una higuera para ver el mundo desde esa perspectiva y llevemos para leer el Libro de la Sabiduría (Sb 11, 22-12,2): “Te compadeces de todos, porque todo lo puedes y pasas por alto los pecados de los hombres para que se arrepientan. Amas a todos los seres y no aborreces nada de lo que hiciste. (…) Por eso corriges poco a poco a los que caen, los reprendes y les recuerdas su pecado, para que, apartándose del mal, crean en ti, Señor”.

Echemos una mano en la búsqueda y ayudemos a salvar lo que está echado a perder.

Mari Paz López Santos

JESÚS AMA A LOS RICOS

El encuentro de Jesús con el rico Zaqueo es un relato conocido. La escena ha sido muy trabajada por Lucas, preocupado tal vez por la dificultad que encontraban algunas familias ricas para integrarse en las primeras comunidades cristianas.

Zaqueo es un rico bien conocido en Jericó. «Pequeño de estatura», pero poderoso «jefe de los recaudadores» que controlan el paso de mercancías en una importante encrucijada de caminos. No es un hombre querido. La gente lo considera «pecador», excluido de la Alianza. Vive explotando a los demás. «No es hijo de Abrahán».

Sin embargo, este hombre quiere ver «quién es Jesús». Ha oído hablar de él, pero no lo conoce. No le importa hacer el ridículo actuando de manera poco acorde con su dignidad: como un chiquillo más, «corre» para tomar la delantera a todos y «se sube a una higuera». Solo busca «ver» a Jesús. Probablemente ni él mismo sabe que está buscando paz, verdad, un sentido más digno para su vida.

Al llegar Jesús a aquel punto, «levanta los ojos» y ve a Zaqueo. El relato sugiere un intercambio de miradas entre el profeta defensor de los pobres y aquel rico explotador. Jesús lo llama por su nombre: «Zaqueo, baja enseguida». No hay que perder más tiempo. «Hoy mismo tengo que alojarme en tu casa y estar contigo». Jesús quiere entrar en el mundo de este rico.

Zaqueo le abre la puerta de su casa con alegría. Le deja entrar en su mundo de dinero y poder, mientras en Jericó todos critican a Jesús por haber entrado «en casa de un pecador».

Al contacto con Jesús, Zaqueo cambia. Empieza a pensar en los «pobres»: compartirá con ellos sus bienes. Se acuerda de los que son víctimas de sus negocios: les devolverá con creces lo que les ha robado. Deja que Jesús introduzca en su vida verdad, justicia y compasión. Zaqueo se siente otro. Con Jesús todo es posible.

Jesús se alegra porque la «salvación» ha llegado también a esa casa poderosa y rica. A esto ha venido él: «a buscar y salvar lo que está perdido». Jesús es sincero: la vida de quienes son esclavos del dinero son vidas perdidas, vidas sin verdad, sin justicia y sin compasión hacia los que sufren. Pero Jesús ama a los ricos. No quiere que ninguno de ellos eche a perder su vida. Todo rico que le deje entrar en su mundo experimentará su fuerza salvadora.

José Antonio Pagola

Publicado en www.gruposdejesus.com

EL AMOR TRANSFORMA

El relato del encuentro de Jesús con Zaqueo contiene una extraordinaria riqueza, que se manifiesta incluso en los detalles aparentemente más insignificantes, cuando se leen en clave simbólica, en la que, con seguridad, fue escrito. En el texto cabe distinguir, al menos, cinco escenas: la situación de Zaqueo, su actitud, la actitud de la gente, la actitud de Jesús y el resultado final.

Zaqueo era “jefe de publicanos y rico”, pero al mismo tiempo, por su profesión, objeto de desprecio manifiesto por parte, no solo de la gente más religiosa, sino de la mayor parte del pueblo. Desprecio que lo condenaba a la marginación social.

Sin embargo, aun en esa situación, algo le impulsa a buscar, llegando al extremo de un comportamiento manifiestamente ridículo -subirse a una higuera- para un hombre de su rango económico.

Jesús lo ve, le habla y se invita a su casa, afrontando las murmuraciones de la gente, para quienes alguien se contaminaba por el hecho de entrar en la casa de un pecador. Pero Jesús es libre frente a críticas y prejuicios. Él es un hombre que “ve” a Zaqueo en su corazón -el que era un “hijo del demonio” para la gente, es visto por Jesús como un “hijo de Abraham”-, toma la iniciativa y hace posible el encuentro con aquel con quien nadie quería encontrarse.

El efecto es sorprendente: Zaqueo “se pone en pie” -es decir, recupera su dignidad humana- y libera, a la vez, su anhelo de justicia y su capacidad de amar. Y ello fue posible porque se sintió “visto” en su corazón.

Y el relato culmina con una frase que, según el autor del evangelio, sintetiza toda la existencia de Jesús y constituye el “programa” de vida de toda persona sabia: “buscar y salvar lo que estaba perdido”, es decir, ayudar a pasar de la ignorancia y del sufrimiento a la comprensión y a la vida plena.

¿Qué evoca en mí cada una de las cinco escenas?

Enrique Martínez Lozano

(Boletín Semanal)

Documentación:  Liturgia de la Palabra

Documentación:  A modo de Salmo. Florentino Ulibarri

Documentación:  Plegaria: Patxi Loidi

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