Con pasaporte en mano, como si de un talismán se tratara, Francisco, junto con los demás religiosos, salían de la cárcel con el miedo pegado al cuerpo. El temor de la muerte les perseguía, al tiempo que la huida se hacía, cada vez, más ansiada a pesar del peligro que entrañaba.
El destino elegido por Francisco, fue el de Vich, sin embargo, ésta ruta era una de las más expuestas para recorrerla Su calzada estaba circuida de forajidos que atacaban a los religiosos aunque fueran vestidos –medio disfrazados- de seglar. Los asesinos se ofrecían, dolosamente, a conducirlos a destino, al par que, alevosamente, los entregaban a verdugos homicidas puestos al servicio de inicuas causas.
Habitando entre rocas, el joven Francisco revivía escenas angustiosas sobrellevadas en su fuga conventual y rememoraba hechos dramáticos acaecidos entre sus cohermanos. Así, enReus, ciudad donde comenzaron a perpetrarse los primeros ataques contra religiosos, fueron asesinados catorce franciscanos y nueve carmelitas, entre los que se encontraba el ex general de la Orden, un venerable anciano que yacía enfermo en cama y al que una turba desenfrenada lo asesinó, en su propio lecho, introduciéndole una antorcha encendida por la boca; el prior fue degollado y un estudiante, después de mutilarlo, lo arrojaron por la ventana. Positio
Francisco, fulminado de su convento, guarecido en una cueva, se sentía, obligado a existir como ermitaño rememorando la vida de los primeros monjes del Monte Carmelo, junto a la fuente de Elías: “El fin de esta vida será la contemplación de las cosas altas, utilizando como medios principales la soledad, la mortificación, la meditación continua de la Sagrada Escritura y el ejercicio de virtudes monásticas” Regla
Unos siete meses estuvo Francisco escondido en las montañas de Vich, llevando vida de forzado eremitismo aunque su espíritu ascético gozaba espiritualmente en “soledad sonora” A pesar de su aislamiento eran inevitables los sobresaltos que los hechos vividos y los recuerdos le ponían en situación de evocar circunstancias en que podrían hallarse sus hermanos conventuales. Él, sobrevivía alimentándose de mendrugos de pan y fruta salvaje y hasta tuvo la providencial suerte de ser atendido por una familia vecina que, compadecida de su situación, le proporcionaba lo necesario para subsistir.
Francisco, elevaba de continuo su espíritu a la inmensidad del cielo haciendo suyas las aspiraciones del trovador: “Es tarde soleada y mística con silencios callados y sombras umbrías. Cansado de correr, en tu búsqueda y sentado vanamente, en una roca blanda de musgo humedecido y verde; embriagado con perfumes de heno, cantares de pinzones y hayas, formando todo una gruta tupida –templo y sagrario ermitaños-, te encontré, al fin, en la tarde soleada y mística con silencios callados y sombras umbrías” Eduardo J.O.
Maria Consuelo Orella cm

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