
A raíz de una conversación con una persona que se encontraba en la Ermita “Nuestra Señora de las Virtudes”, sobre la urgencia de poder vivir momentos de silencio y contemplación para recuperarse por “dentro”.
Se remarcaba que el ruido en la gran ciudad nos invade. Está presente en cada momento de nuestra vida. Las máquinas, que tan imprescindibles se nos han hecho, emiten sonidos para levantar o derribar, para barrer las calles, para señalar que “damos paso a la publicidad”, para indicarnos que acabamos de recibir un mensaje, para comunicarnos que un vecino está colgando un cuadro, que hay manifestaciones, que un conductor tiene un potente equipo de música en su coche…
El estruendo se asocia a diversión; el silencio, a aburrimiento.
Está experimentado que el silencio tiene un tipo de energía alta.
Sabemos que Francisco Palau tenía tendencia de lanzarse, de desarrollar la Evangelización en las grandes ciudades porque presentan toda clase de retos.
Francisco Palau desde su cueva de Santa Cruz de Vallcarca-“Penitents”, rodeado de naturaleza, silencio y ambiente de contemplación, se dispone a orar, leer, escribir, acoger…
¿Te has dado cuenta que las obras de Francisco Palau nos ofrecen una doctrina sólida y para todos los tiempos?, es porque está anclada en la Sagrada Escritura y todos sus escritos son un entramado de la Palabra de Dios explícita o implícita.
Esta preferencia también se manifiesta en su vida.
Su confianza ciega en la eficacia de la Palabra de Dios queda manifiesta en esta exclamación: “¡Qué obstinada ceguera la de los hombres! Jamás acabamos de creer a un Dios como cuya palabra no puede faltar, y por eso más quedamos pobres y perecemos de hambre” (Lucha 135).


Tiene la certidumbre de que cuando predica a la gente, le está entregando el Verbo eterno, Palabra del Padre, lo cual fortalece la vida de la Iglesia y le da “fuerza, calor y virtud”, y es para su existencia como pan, leche y vino que la alimenta (MRel. 8,12).
Pero la siembra de la Palabra necesita de personas consagradas a este ministerio, por eso, une a su acción de predicador la oración insistente por todos los que se dedican a este servicio y para que no falten en la Iglesia: “Dadnos, Señor, el pan de vuestra palabra y para esto, mitte operarios in messem tuam (Lc. 10,2), enviad a esta nación predicadores llenos de vuestro espíritu, que con celo apostólico repartan a vuestro pueblo la divina palabra, y con su eficacia obliguen a los impíos a convertirse a la fe, a los pecadores a que hagan penitencia, den fuerza a los débiles y vuelvan la salud a los enfermos; y quede saciada el hambre de vuestros pequeñuelos”. (Lucha 154)
La predicación del Evangelio, según Palau es un trabajo arduo con la finalidad de “conducir la obra de Dios en el individuo y la obra de Dios en el cuerpo social y llevarla a su última perfección” (Escuela, 391), en otras palabras, el objetivo de la predicación es “fundar la caridad y arraigarla en el corazón de la sociedad” (Escuela , 390).
Definida y aclarada “su misión”, se entregó a ella con todo entusiasmo, él mismo se siente evangelizado cuando predica, siente en su interior la fuerza de la Palabra de Dios: “Yo ahora entro en un campo…” (Ct.54,1).
Se puede decir que el P. Palau es un ermitaño de corazón misionero, contemplativo de ojos muy abiertos, mira a su alrededor y con su sentido realista hace un análisis sencillo, pero práctico y certero del entorno en el que vive.
En la soledad se acrecienta su pasión por la Iglesia que lo impulsa a atender sus necesidades allí donde lo reclamen.
La vida actual es muy ajetreada, pero, debemos hacer el esfuerzo de encontrar, aunque sean espacios cortos, para el disfrute de la soledad y escuchar la voz interior, te puede llevar a un mundo nuevo.


Escucha y ábrete al silencio de Dios.
El silencio es el instante privilegiado de la oración. San Juan de la Cruz se da cuenta que Dios realiza su tarea divina en silencio.
Comenta en su declaración de la canción 14 de Cantico Espiritual: ”Los valles solitarios son quietos, amenos, frescos, umbrosos, de dulces aguas llenos, y en la variedad de sus arboledas y suave canto de aves hacen gran recreación y deleite al sentido, dan refrigerio y descanso en su soledad y silencio.
Estos valles es mi Amado para mí”.
Te invito una vez más a tener experiencia de silencio y contemplación, en la Ermita Urbana “Nuestra Señora de las Virtudes”, o en el Centro de Espiritualidad “Espai d´interioritat Francesc Palau”, C/. Inmaculada, 55 – Barcelona.
Francisca Mª Esquius C.M
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