*Zona de Vallcarca “Penitents” – Comunidad P. Palau – Barcelona
LUGAR DE SANACIÓN – LIBERACIÓN

El P. Palau después de su experiencia Mística en la Catedral de Ciudadela, alcanza la unidad de vida, la integración de todo su ser, y dada la bonanza política puede ejercitar al máximo sus capacidades misioneras, sanadoras y fundacionales desde su vida eremítica en Santa Cruz de Vallcarca.
Es el lugar de acogida y atención para todas las personas que llegan enfermas de alma y cuerpo pidiendo su ayuda incondicional, si el tipo de dolencia lo requería, ejerce el exorcismo.
Su cueva se convierte, además de lugar de recogimiento y contemplación, en lugar de estudio y reflexión. De ir poniendo nombre a sus encuentros místicos con la Iglesia, escribiendo lo que sucede en su interior en sus relaciones con Ella, que tan asombrado y absorto le tiene.

Es toda una aventura de amor con la Iglesia.
Al entorno de Francisco Palau se crea un complejo eremítico-social de Vallcarca y Penitents.
Planifica en Santa Cruz el desierto y en Vallcarca el proyecto social de educación.
En éste mismo lugar él ejerció el exorcismo, sanando y liberando, atendiendo el alma y cuerpo.
Francisco Palau, contemplativo de ojos muy abiertos, mira a su alrededor amplio y con su sentido realista hace un análisis sencillo, pero práctico y certero del entorno en el que vive.
Es muy consciente de la gran afluencia de gente de fuera, en el gran cinturón de Barcelona y pueblos cercanos, se crea una convivencia difícil. Y en estas grandes poblaciones periféricas es donde realizará las misiones populares, descubriendo la práctica del espiritismo, la magia, hechicería…, muchas personas atrapadas con falta de libertad.


Ante esta realidad, se lanza a luchar contra la posesión del mal en el ser humano.
El Carisma nos ha confiado ser sanadoras del cuerpo y del espíritu. El auténtico sanador espiritual es el que se cura a sí mismo y crea una onda hacia fuera para otros, desde nuestro ser mujeres de experiencia de Dios.
Estamos en un mundo muy agotador: el ruido, la actividad desenfrenada, el ritmo rápido, las interacciones sociales, la avaricia, la violencia y otros acontecimientos negativos a un sanador espiritual totalmente exhausto.
Urge tener espacios para recargar y reequilibrar energías en la soledad, silencio, oración, para saber escuchar las luchas de los demás, intentar acoger las emociones expresadas en la cara, en el lenguaje y expresión corporal.
Nuestra misión es dar aliento, esperanza, confianza, fe, siempre desde nuestro ser contemplativo.
Enseñar a orar es curar. “Hay enfermedades que no están al alcance de los médicos y sí a la vida del que ora” (Escr. 1164, 21).

Estamos llamados a ser luz, paz y bendición, para tantas personas que se nos acercan.
En nuestra vida de oración, se conecta con las urgencias del entorno y más allá, compartiendo en sentirse amado por Dios, dando gozo, serenidad, positividad…, derramar toda la energía del Espíritu, invitando a orar juntos.
Invitar a orar es hacer camino de crecimiento interior y actuar con libertad. “Lo más sagrado del hombre es la libertad y el honor” (Ct.130, 2).
Francisca Mª Esquius C.M.
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