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Ermitaña urbana desde mi comunidad

Sinodalidad: descubrir la belleza de la comunión…

Después de un verano super caluroso, te comparto un poco el tema que me tiene cogida estos días, con miras a programar el nuevo Curso. Las Carmelitas Misioneras estamos viviendo un momento especialmente entusiasmante y al mismo tiempo crucial, sobre lo que supone el camino sinodal, los retos y desafíos y, también, los sueños a los que nos invita. Para Francisco Palau una vida de fraternidad sinodal, es el buscar juntas la voluntad del Señor en el día a día. “Yo deseo que todas seáis un solo corazón animado de un solo y un mismo espíritu. Os ofrezco a Dios todos los días en el santo sacrificio y os presento sobre el altar del sacrificio como un solo corazón. Si todas formáis un corazón, si este corazón está animado, vivificado, dirigido y gobernado por el Espíritu de Dios, ¡con cuánta abundancia derramará Dios sus gracias sobre vosotras! A este fin habéis de practicar algunas virtudes, (veo con satisfacción que ya lo hacéis)”. (Carta 7, 2).

Una comunidad sinodal ayuda a descubrir: La belleza de la comunión, donde la pluralidad de sus miembros refuerza nuestro sentido universal misionero. El sentido sinodal nos ayuda a superar el individualismo, el egoísmo, la comodidad. La guerra de Ucrania, nos ha sacado de nuestro orden de vida para abrirnos a las urgencias de los otros, y abordar el desafío de la paz. Una de las características de nuestro Carisma es la acogida, la escucha, la sensibilidad ante el sufrimiento y la marginación. “Cuida… consuela… alivia”.  (M.Rel. 1, 31). El Sínodo de hoy es como un nuevo Pentecostés. Los discípulos recibieron el Espíritu junto con María, ella dio un toque especial a la comunidad eclesial. Carmelitas Misioneras, mujeres de experiencia de Dios en camino sinodal. Es un proceso dinámico que no termina nunca. No bloqueemos al Espíritu. Una comunidad que hable el lenguaje de la gente, que se sienta y comparte sus problemas. Ante este impulso evangelizador se nos pide arrodillar el corazón. La vida interior también hay que cuidarla, con ratos de oración sin prisas, abriéndonos a la actuación del Espíritu, liberando nuestro corazón de ataduras que nos esclavizan y nos impiden ver la voluntad de Dios.

Después de tanto calor, otoño se presenta agradable y confortante, recupera por dentro. Te invito a caminar por la naturaleza que rodea éste lugar palautiano, gozando del silencio, con el único sonido del piar de los pájaros, la brisa del viento, el ruido de nuestros pasos resquebrajando las hojas y ramas apiladas en el suelo. El P. Palau agudizaba el oído para escuchar el silencio. Con el silencio entramos en sintonía con la creatividad de Dios (que por cierto, también guarda silencio). Seguro que te has dado cuenta que el silencio nos “descentra” para acoger la vulnerabilidad y el sufrimiento de los otros.

Francisca Mª Esquius C.M       

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