Abrazar la propia fragilidad

Al comienzo de un nuevo año, nos abrimos a la gracia y misericordia de Dios. Intentando que nuestro sentido de justicia y unidad, de perdón y aceptación mutua, cree la atmósfera propicia en la que la paz sea una realidad. Francisco Palau nos vuelve a recordar que: “La paz habita en corazones unidos por el amor”. (Ct.7,3) Dejarnos sorprender, es la actitud que ponemos en activo en estos primeros días del año, para que realmente sea Nuevo. Todavía hay coletazos de pandemia, según los científicos está lejos de ser totalmente controlada. La mayor lección que nos deja en herencia el COVID-19 es la conciencia de que todos nos necesitamos, aunque también nos ha dejado más frágiles, urge promover todo aquello que nos fortalezca. Todos somos inmensamente frágiles.
Cuando vamos avanzando en el camino, nos vamos despidiendo: pérdida de audición, la vista, la dentadura, la movilidad, la memoria… Acoger la debilidad en nuestro interior, nos ayuda a permanecer cerca de lo esencial.
San Pablo nos dice, que llevamos un tesoro de gracia en vasos de barro; somos frágiles y está bien reconocerlo. Todos sabemos que admitir la vulnerabilidad evita muchos conflictos, notamos que el discurrir de la vida nos sugiere provisionalidad, optemos por vivir el presente. La lucidez y la fragilidad nos impulsan a la sensatez, teniendo cuidado de no lastimar a los demás, saber que cada uno es especial; es importante conocer los propios límites y pedir ayuda cuando se necesita.
Siempre hay una grieta en la fragilidad y es por donde entra la luz que nos ayuda a crecer en confianza e intentar salir de la cárcel del yo.


Te invito a entrar en armonía, buscando paz y equilibrio. Tómate unos días de silencio y oración, y con serenidad y pobreza, ábrete al Espíritu, haz experiencia de escuchar en el silencio a Dios Amor, entrando en capacidad de sentirnos agradecidos, quitando toda capa de egoísmo, siendo más sensibles a las realidades ajenas, más atentos a las necesidades de los más vulnerables.
Es el momento para impulsar nuestra vida interior y fortalecer nuestra esperanza, “Dios, no nos dejará nunca sin luz y dirección” (Ct.48,2).
Nos urge restauración; Entendemos por restauración como el acto de devolver algo al estado anterior; pero creo que va mucho más allá, la humildad es fundamental para una auténtica restauración espiritual.
Dios lo es todo, no soy nada. Ver nuestra vida de oración, abrirnos a su amistad y voluntad, hablar con Él “cara a cara”, caminar en comunión y discernimiento.
Necesitamos restaurar el corazón. Llegó la hora de la valentía, de la humildad y de la verdad. La fuerza del Evangelio y del Carisma está en una total confianza y apertura al Espíritu.
Cuando tocamos nuestra debilidad, se nos refuerza el envío en favor de los menos favorecidos. El grito del humilde, es libertad y servicio… Crear silencio interior es fuente de sanación, nos llena de coraje.
María, Nuestra Señora de las Virtudes, nos acompaña en el camino del amor que supera todo límite. En el silencio de mi pequeña habitación, intento abrirme a los gritos de tantos crucificados, y con sentido de Iglesia sinodal entro en mi espacio de compromiso solidario que me pone en acción.

Desde éste lugar palautiano, Francisco Palau nos ofrece estos puntos para reflexionar, orar y lanzarnos al servicio del que más nos necesita:
- Aprende a refugiarte en Él. Nunca serás mejor recibido que cuando vayas cargado de penas. (Ct. 81, 3)
- Jesús es la causa de tu esperanza. (Ct. 88, 7)
- Echa en Dios tu confianza y no te dejará jamás. (Ct. 51, 3)
- No te inquiete ni turbe cuanto de próspero o adverso pase a tu alrededor, y antes piérdelo todo que la paz del corazón. (Ct. 38. 8)Te invito a leer enterala carta.
Francisca Mª Esquius C.M.
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