Saber mirar
Cuenta una antigua alegoría judía, que una vez un hombre muy rico fue a pedirle un consejo a un sabio rabino, pues, aún con sus riquezas, no conseguía el aprecio de la gente de su ciudad.
El rabino tomó su mano, lo acercó a la ventana y le dijo
- "Mira"
El rico miró por la ventana a la calle.
El rabino le preguntó:
- ¿Qué ves?
El hombre le respondió:
- Veo gente
El rabino volvió a tomarlo de la mano y lo llevó ante un espejo y le dijo:
- ¿Qué ves ahora?
El rico le respondió:
- Ahora me veo yo
- ¿Entiendes? En la ventana hay vidrio y en el espejo hay vidrio. Pero el vidrio del espejo tiene un poco de plata. Y cuando hay un poco de plata uno deja de ver gente y comienza a verse solo a sí mismo.
¿Vemos o nos vemos?
La plata no sólo es ese preciado metal cuyo símbolo es "Ag".
Tampoco es sólo tener dinero que me hace rico.
Soy rico porque Dios, o si prefieres la naturaleza, la sociedad o la suerte, me han dotado de dones: inteligencia, alegría, sensibilidad, fe,...
Si no comparto mi riqueza, sea la que sea, mi apellido será "avaro", mi vista no llegará más allá de donde llega mi piel y detrás del vidrio, sólo me encontaré a mí.
¿De qué me sirve tanto si me sobra tanta soledad?