Del Evangelio de San Lucas 2, 16-21
María guardaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón

En aquel tiempo, los pastores fueron corriendo a Belén y encontraron a María y a José, y al niño acostado en el pesebre. Al verlo, les contaron lo que les habían dicho de aquel niño.
Todos los que lo oían se admiraban de lo que les decían los pastores. Y María conservaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón.
Los pastores se volvieron dando gloria y alabanza a Dios por lo que habían visto y oído; todo como les habían dicho.
Al cumplirse los ocho días, tocaba circuncidar al niño, y le pusieron por nombre Jesús, como lo había llamado el ángel antes de su concepción.

BENDICIONES
En la Biblia, “bendecir” se emplea en dos sentidos: en primer lugar, Dios bendice al ser humano dándole la vida, la fecundidad, el éxito. Después, a su vez, éste bendice a Dios por la gracia de sus dones, le da las gracias. La palabra «bendecir» procede del verbo latino bene-dicere, «decir bien».
En la primera lectura de hoy esa bendición es todavía más explícita:
Dios nos aconseja que pidamos no sólo la bendición
sino también su protección
Nada es más propio de un padre y de una madre que el proteger. Ellos, no sólo comunican la vida sino que acompañan la vida del retoño en todo momento: cuidándolo, aconsejándole, enseñándole…sobre todo con el ejemplo de sus propias vidas.
En algunos países de Latinoamérica todavía se guarda una bonita costumbre de “pedir la bendición” a uno de los progenitores, antes de salir de casa y al irse a dormir… “Padre, madre, bendición”-dicen-y se colocan a sus pies, agachan la cabeza y esperan esa oración con la mano extendida sobre su cabeza, que es un gesto de la bendición misma de Dios.
¿Pedimos entonces una protección para que nada malo nos ocurra? ¿Y qué pasa cuando están ocurriendo tantas cosas malas como la pandemia, los desastres naturales, las guerras con todas sus consecuencias?
La imagen de un Dios “intervencionista” que todo lo ve, que todo lo juzga y a quien debemos implorar todavía está presente en algunos ambientes y si nos descuidamos nos atrapa a nosotrxs también. Dios no nos envía calamidades para que cambiemos de actitud; nosotrxs nos buscamos nuestra propia ruina cuando pisoteamos a los demás pensando sólo en nuestro propio bienestar.
El problema de entender la bendición de Dios como el éxito, la abundancia, el progreso es que quien no participa de estos bienes puede ser considerado como objeto de maldición; esa imagen que nos presentaron en el catecismo de un Dios que premia a los buenos y castiga a los malos.
Nuestras decisiones, nuestras opciones y también nuestras omisiones van decidiendo el curso de la historia. En este momento tan coyuntural tenemos más información de la que necesitamos para cambiar nuestros estilos de vida para proteger la vida en la Tierra y así cambiar la suerte de los más débiles y desprotegidos.
La bendición, el bien-decir de Dios es creador y protector. Su bien-decir sobre nosotrxs, sobre toda la creación, nos va convirtiendo en criaturas a su imagen y semejanza, pero sólo si nosotrxs lo queremos.
Por eso, en un día como hoy, al comienzo de un nuevo año que quisiéramos que fuera diferente al año pasado, podemos tomar algunas decisiones que nos harán cambiar la perspectiva de los acontecimientos que vayan sucediendo. Por ejemplo: puedo decidir pensar más lo que voy a decir y cómo lo voy a decir para no descalificar al otrx, escuchar más para entender su punto de vista, ben-decir con mi palabra, mis actitudes, mi compromiso; intentar construir más que destruir.
Hoy, primer día del año celebramos esa vida que se nos regala y de una manera especial a María, como madre que no solo gesta y da a luz a Cristo sino que bendice y es bendecida por Dios.
Ella, a través de lo que vive y observa va creciendo en conciencia de su papel en la historia, de la manera de actuar de Dios en su vida: “bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre”…, y lo hace “conservando y meditando todas estas cosas en su corazón”. En unas pocas palabras Lucas nos describe la actitud de quien está atenta a los acontecimientos, los escucha, los rumia y actúa en consecuencia.
Una invitación a “ponderar”, a saborear para alcanzar la verdadera sabiduría que no viene de los grandes conocimientos sino de la experiencia de nutrir el misterio en nuestro interior.
Se irá revelando nuestro auténtico yo y más que luchar contra nuestro “ego”, éste irá desapareciendo para dar paso al hijx de Dios que somos.
El fruto será la paz.
Una paz que no es sólo ausencia de conflictos interpersonales, familiares, entre países. Tampoco una paz ñoña, una sensación placentera de bienestar. SHALOM, es un deseo mucho más profundo: “que seas una persona completa, acabada” y que eso lo podamos extender a todas las áreas de nuestra vida.
Lo mismo que deseo para mí te lo deseo a ti, y me comprometo a hacer todo lo que esté en mi mano para que lo logremos.
Ese el verdadero “rostro” de Dios. Ojalá lo veamos.
Carmen Notario, SFCC
espiritualidadintegradoracristiana.es

1 DE ENERO.
SOLEMNIDAD DE SANTA MARÍA,
MADRE DE DIOS
Seis peticiones para el nuevo año (Números 6.22-27)
El Señor habló a Moisés:
Di a Aarón y a sus hijos: Esta es la fórmula con que bendeciréis a los hijos de Israel:
«El Señor te bendiga y te proteja,
ilumine su rostro sobre ti
y te conceda su favor.
El Señor te muestre su rostro
y te conceda la paz».
Así invocarán mi nombre
sobre los hijos de Israel
y yo los bendeciré.
Muchas personas piensan que esta bendición es de san Francisco de Asís. La escribió muchos siglos antes un autor bíblico para que la pronunciaran los sacerdotes sobre los israelitas. Aunque es muy breve, pide al Señor seis cosas.
«El Señor te bendiga». Es lo que hace Dios después de crear a la primera pareja humana, asegurándoles la fecundidad, el dominio de la tierra y el sustento (Gn 1,28-30) y lo que hace un padre antes de morir. La bendición de Isaac implica riqueza material y dominio sobre sus hermanos y otros pueblos (Gn 27,27-29).
«Te proteja». El mejor comentario se encuentra en el salmo 121, que repite a menudo este verbo, presentando a Dios como protector o guardián de Israel. «No duerme ni reposa, está a tu derecha, te guarda de todo mal, guarda tus entradas y salidas».
«Ilumine su rostro» no es una metáfora usual entre nosotros; pero sí hablamos de lo contrario: un rostro sombrío. Un rostro radiante inspira alegría y confianza; Sal 67,2 relaciona el rostro radiante de Dios con su bendición. El salmo 80 lo relaciona con la liberación de los enemigos (Sal 80,4.8.20), igual que Sal 31,16.
«Te conceda su favor». Se puede referir al don de los hijos (Gn 33,5), a dones materiales, la liberación de los enemigos y del pecado.
«Te muestre su rostro» es una petición extraña, porque nadie puede ver el rostro de Dios. En realidad, el texto hebreo dice: «levante su rostro hacia ti», se muestre benévolo, «se fije en ti».
«Te conceda la paz», que no es solo la ausencia de guerra, sino el conjunto de todos los bienes.
En el contexto de la Navidad, recordemos que todo esto que pedimos nos lo ha concedido Dios en Cristo, en quien nos ha proporcionado toda clase de bendiciones espirituales y celestiales.
La única referencia paulina a María (Gálatas 4,4-7)
En la fiesta de Santa María, la liturgia ha querido incluir esta única referencia de Pablo a la madre de Jesús, de suma importancia cuando la celebramos como madre del Hijo de Dios.
El texto habla de dos envíos del Padre: en el primero nos envía a su Hijo, para rescatarnos y recibir la adopción filial; en el segundo, nos envía al Espíritu de su Hijo, que completa la obra impulsándonos a llamar a Dios «Padre» y nos convierte en herederos. Nos ha tocado la lotería de Navidad. Pero este regalo ha necesitado de la colaboración imprescindible de una mujer.
Hermanos:
Cuando llegó la plenitud del tiempo,
envió Dios a su Hijo,
nacido de mujer, nacido bajo la ley,
para rescatar a los que estaban bajo la ley,
para que recibiéramos la adopción filial.
Como sois hijos,
Dios envió a nuestros corazones
el Espíritu de su Hijo, que clama:
«¡Abba, Padre!».
Así que ya no eres esclavo, sino hijo;
y si eres hijo,
eres también heredero por voluntad de Dios.
Tres actitudes para el nuevo año y un nombre para toda la vida (Lucas 2,16-21)
El texto relaciona dos acontecimientos muy distintos, separados por ocho días de distancia: la visita de los pastores y la circuncisión de Jesús.
En aquel tiempo, los pastores fueron corriendo hacia Belén y encontraron a María y a José, y al niño acostado en el pesebre. Al verlo, contaron lo que se les había dicho de aquel niño.
Todos los que lo oían se admiraban de lo que les habían dicho los pastores.
María, por su parte, conservaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón.
Y se volvieron los pastores dando gloria y alabanza a Dios por lo que habían oído y visto, conforme a lo que se les había dicho.
Cuando se cumplieron los ocho días para circuncidar al niño, le pusieron por nombre Jesús, como lo había llamado el ángel antes de su concepción.
La visita de los pastores la leímos el 25 de diciembre, en la misa de la aurora. De ese relato podemos deducir tres actitudes fundamentales para el nuevo año: los pastores nos enseñan a responder al anuncio del ángel y a alabar y dar gloria a Dios; los presentes, a admirarnos de lo que nos cuentan; María, a guardar y meditar todo lo ocurrido. En el comentario a la misa de la aurora desarrollé estas ideas.
La circuncisión tiene lugar ocho días más tarde. Aunque la práctica es anterior a los israelitas, el libro del Génesis la relaciona con una orden expresa de Dios a Abrahán: «Circuncidad a todos vuestros varones, y será una señal de mi pacto con vosotros» (Gn 17,10-11). De ese modo, el varón israelita lleva en su carne un signo de su unión con el pueblo de Dios (en Israel no existe la circuncisión femenina, lo cual no significa que la mujer no esté en relación con el pueblo de Dios). Al principio, la imposición de un nombre al recién nacido no estaba vinculada con la circuncisión. El nombre se ponía en el momento de nacer, como lo demuestra el ejemplo de Moisés con su hijo Guersón (Éx 2,22) o el de Obed, nieto de Rut (Rut 4,17). Más tarde se introdujo la costumbre de unir ambos hechos, como recoge Lucas en los casos de Juan Bautista (Lc 1,59) y Jesús.
Lucas y Mateo, que ofrecen dos relatos muy distintos de la infancia, coinciden sin embargo en que el nombre de Jesús («Salvador») fue impuesto por un ángel, cuando se apareció a José (Mt 1,21) o a María (Lc 1,31). Solo Mateo explica su sentido: «porque él salvará a su pueblo de sus pecados».
Pero esta salvación a través de la muerte hará que el nombre de Jesús sea interpretado, más tarde, como título de gloria. La carta a los Filipenses, después de recordar su humillación, añade: «Por eso Dios lo exaltó y le concedió un nombre superior a todo nombre, para que al nombre de Jesús se doble toda rodilla en el cielo, la tierra y el abismo» (Fil 2,9-10).
A las ideas de salvación y gloria se añadió más tarde un aspecto íntimo, cordial, que refleja muy bien el himno «Iesu dulcis memoria»:
Es dulce el recuerdo de Jesús, que da verdadero gozo al corazón cuya presencia es más dulce que la miel y que todas las cosas. Nada se canta más suave, nada se oye más alegre, nada se piensa más dulce que Jesús el Hijo de Dios.
En vez de propósitos y buenos deseos, una buena compañía
El comienzo de año es un momento ideal para hacer promesas que casi nunca se cumplen. También se formulan deseos de felicidad, generalmente centrados en la clásica fórmula: salud, dinero y amor. La liturgia nos traslada a un mundo muy distinto. Abre el año ofreciéndonos la compañía de Dios Padre, que nos bendice y protege; de Jesús, que nos salva y concede ser hijos de Dios; del Espíritu, que nos convierte en herederos; de María, que medita en todo lo ocurrido.
José Luis Sicre
VIVE EN EL TIEMPO LA ETERNIDAD
El texto de Lucas que acabamos de leer, aunque es solo un relato, está en línea con lo que venimos diciendo estos días: total inserción de Jesús en este mundo y en las tradiciones judías. Al decirnos que María rumiaba todo esto, está haciéndonos ver la importancia de lo que estaba pasando dentro de ella y de los demás protagonistas. Importante el nombre: Jesús=Dios salva, lo dice todo. Desvelado el misterio.
El tema de María Madre merecería más aclaración de la que permite este pequeño comentario. ¡Claro que la maternidad de María es un dogma! Pero no se discutió en el concilio como un tema mariológico, sino cristológico. Fue definido en Éfeso en el 431. Inmediatamente fue mal entendido (hay que tener en cuenta que, en aquella ciudad, se veneraba a la «Magna Mater», diosa virgen Artemisa o Diana) y tuvo que ser aclarado veinte años después por el concilio de Calcedonia (451) matizando lo formulado en Éfeso, concretando que María era madre de Dios «en cuanto a su humanidad».
Debemos tener en cuenta el contexto en que fue formulado este dogma. Se definió como un intento de confirmar, contra la herejía nestoriana que afirmaba dos personas en Jesús, que el fruto del parto de María fue una única persona. No olvidemos que el concilio de Éfeso lo promovió Nestóreo para condenar como hereje a Cirilo, que proclamaba una sola persona en Cristo; y por lo tanto que María era, con pleno sentido, madre de Dios. A Nestóreo le salió el tiro por la culata, pero faltó el canto de un duro para que se condenara como herejía lo que se definió como dogma.
En efecto, en una primera sesión, sin la asistencia de Nestóreo, que no quería que se celebrara antes de que llegara su amigo el patriarca de Antioquía, se definió el dogma condenando a Nestóreo. Cuando a los pocos días llegó su amigo Juan de Antioquia, se celebró una sesión paralela y definieron lo contrario, condenando como hereje a Cirilo. Visto lo cual, el Emperador Teodosio depone a los dos, (Cirilo y Nestóreo) y los encarcela. Unos días más tarde, cuando llegan los delegados del Papa, convencen al emperador para que acepte lo definido en la primera sesión y libere a Cirilo. A Nestóreo le obligó a retirarse a un monasterio. Teodosio decidió qué era dogma y qué era herejía.
Este dogma es el mejor ejemplo de cómo conservando las palabras, tergiversamos el sentido. Cuando se definió el dogma, se tenía una idea completamente distinta de la maternidad. Se creía entonces que la madre era solo el recipiente donde el varón depositaba la semilla del nuevo ser, en el que la madre no tenía mas misión que la de acogerle y alimentarle. De hecho la traducción correcta del termino griego «theotokos», sería «la que pare a Dios». Solo desde esa concepción de la maternidad, se pudieron desarrollar las mitologías sobre seres humanos que se consideraron hijos de Dios.
Lo que estamos celebrando es que María hace presente a Dios alumbrando a Jesús. S. Agustín dice que María fue madre de Dios, no por su relación biológica, sino por haber aceptado el proyecto de Dios. El evangelio deja claro lo que es importante en María. Cuando le dicen a Jesús, que su Madre y sus hermanos están fuera, contesta: ¿Quién es mi madre y quiénes son mis hermanos? El que hace la voluntad de Dios, ese es mi hermano y mi hermana y mi madre. Seguimos empeñados en tergiversar el evangelio.
Año Nuevo.- Estamos en el tiempo para darme cuenta de mi verdadero ser y descubrir que estoy ya en la eternidad, que mi verdadero ser no está en el chronos sino en el kairos. Seré cada año más joven si soy cada día más libre. Mi verdadero ser lo constituye lo que de divino hay en mí, y eso es eterno. No tengo que esperar nada. Soy ya la plenitud y estoy en la eternidad. Mi singularidad e individualidad es apariencia. No debemos empeñarnos en meter a Dios en el tiempo, sino en salir nosotros de él. Soy la ola que aún no se ha dado cuenta de que es océano. El océano aún no se ha reflejado en mí. Tengo que darme cuenta de que soy océano y entonces el océano me dirá que él es ola. Cuando Jesús dice “Yo y el padre somos uno», no lo dice desde el falso yo, sino desde su verdadero ser. Es lo que hay en mí de Dios quien dice: Yo y Dios somos uno.
El tiempo en el que se desarrolla nuestra existencia tiene mucha importancia, pero solo como medio para conseguir esa toma de conciencia que me hará trascender. Nuestra reflexión de hoy tiene que estar encaminada a descubrir qué estoy haciendo yo con mi tiempo. Puedo estar malgastando o perdiendo lo que se me ha dado para que lo aproveche. Van pasando mis años y con ellos las oportunidades de dar verdadero sentido a mi vida. Esta tiene que ser mi preocupación cuando estamos pasando de un año a otro.
Día de la paz.- Creo que merece la pena hacer una denuncia de las circunstancias en las que nos encontramos y tratar de poner un poco de luz en la maraña de informaciones e intereses que nos envuelven. En nombre de la libertad, no se puede defender todo. En nombre de la libertad religiosa no se puede propugnar ideas que vayan contra los más elementales derechos de las personas ni siquiera de una sola persona. En nombre de la libertad política no se pueden defender ideas que no respeten los derechos fundamentales de los demás. Tengo la obligación de defender mis derechos; pero mis derechos terminan donde empiezan los derechos del otro, que se convierte en obligaciones para mí.
Debemos desenmascarar el fariseísmo de nuestro mundo occidental, que se atreve a celebrar un día mundial de la paz, mientras está sosteniendo, por acción o por omisión, situaciones de injusticia que claman al cielo. Nos hemos arrogado el derecho de decidir quién es el bueno y quién es el malo. Nos hemos colocado en estadios éticos anteriores a la ley del talión. En ella se decía que si te rompen un diente, tienes derecho a romperle un diente al agresor, no toda la dentadura. Hoy estamos oyendo, todos los días, que hay que romperle todos los dientes al otro, porque si no, el día de mañana me puede morder.
No es deseable la paz a cualquier precio. A nadie le interesa la paz de los cementerios. Tampoco debía interesarnos la paz sobre la que se fundaron todos los imperios, desde el egipcio hasta el que padecemos hoy. La paz que se basa en la fuerza no es verdadera paz. No se trata solo de la fuerza física; también la fuerza de una legalidad que hemos construido los poderosos basados en la ley del embudo. La norma debe ser la verdadera justicia. Hemos pasado milenios predicando la guerra justa. No he encontrado esa idea en ninguna parte del evangelio. Toda violencia es inhumana.
La paz no se puede conseguir directamente. Es un fruto y, como tal, si quiero recogerlo, tengo que plantar primero el árbol y cuidarlo. El mínimo indispensable para que surja la paz es la justicia. La paz, para el que tiene el poder, es que nadie se mueva. Para el que está sometido a la injusticia será algo muy distinto. Si nos interesa la paz, debemos luchar cada día por abandonar toda opresión (el pecado del mundo) y entrar en la dinámica del amor. Si de verdad queremos la paz, tendríamos que dar voz a los que sufren la violencia injustificada. Ellos nos indicarían como alcanzar la verdadera justicia.
Fray Marcos
Documentación: Liturgia de la Palabra
Documentación: Meditación (Fray Marcos)
Documentación: Bendición al iniciar el año (F Ulibarri)
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