
Poco tiempo pudieron disfrutar de la vida retirada. El Concordato, celebrado entrela Santa Sede y el Gobierno de España, en noviembre de 1851, exigía a los Obispos, no permitieran, en sus Diócesis, la creación de nuevos grupos religiosos. El Obispo de Lérida, Don Cirilo Uriz, cumplimentando el mandato gubernamental, el 26 de marzo de 1852, firmó decreto de disolución para los grupos de Lérida y Aytona. El 6 de abril, la autoridad municipal desalojaba de las viviendas a sus moradoras, trasladándose las interesadas a casas de familiares. Únicamente Juana Gratias quedó a la deriva, en espera de recibir órdenes del Director.
Juana en Barcelona esperando orientación de Francisco- Viaja a Ibiza
A mediados de mayo de 1854, Juana se hallaba en Barcelona, donde recibió carta de Francisco expresándole su deseo de ayudarla: “No perdonaré ningún sacrificio y haré todo cuanto pueda para realizar los designios de Dios sobre ti”. La misiva terminaba manifestándole su situación personal: “Yo me encuentro en igual caso que tú; estoy delineando mi camino, y como de mi resolución depende en gran parte tu marcha espiritual, es preciso que conferenciemos”. Juana, aceptó anhelosa la propuesta de dialogar; comprendió que su traslado a Ibiza, era de total exigencia, dada la situación de destierro en que se hallaba su Padre espiritual. Una vez en la capital ibicenca, esperó durante año y medio que se realizara el encuentro; como se alargaba más de lo previsto, se vio obligada a trabajar para ganarse el sustento; probablemente en el hospital de Ibiza.
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