¿Quieres crecer en intimidad con Dios?
Santa Teresa de Jesús, la gran Madre y Maestra de espirituales nos invita, a través de su obra «El Castillo Interior» a ir entrando en la «cueva» interior hasta llegar a ese más profundo centro donde «pasan las cosas más secretas entre Dios y el alma».
En las Moradas Primeras nos habla de la oración vocal, «la oración ha de ser con atención; porque quien no advierte con quien habla…. no la llamo yo oración aunque mucho menee los labios…» (M I, 1.7).
Nos adentramos en el Castillo a través de la Meditación y es ese camino hacia la interioridad el que hoy vamos a compartir. Vamos a dejar a un lado el concepto oriental de meditación que implica la repetición de un mantra para centrarnos en el estilo Teresiano de lo que es meditar, configurarse con la mente y el corazón de Jesús.
Literalmente Meditación significa «pensamiento sistemático». Meditación es el trabajo de intercambio mutuo de las facultades interiores:
– la imaginación representa imágenes
– la memoria recuerda impresiones del pasado
– el intelecto razona, reflexiona, piensa
La acción recíproca de las facultades interiores nos va llevando poco a poco hacia un conocimiento interno de la Verdad que meditamos. A la vez adquirimos intuición sobre nuestra propia vida. Cuando percibo la distancia que existe entre la Verdad que medito y mi propia vida, me siento atraído hacia la Verdad que medito. Es como un quererme identificar con ella. Esto es lo que llamamos conformidad afectiva: yo deseo, aspiro, anhelo, suspiro por esa Verdad. Por ejemplo, ser humilde de corazón como Jesús. Esta conformidad afectiva tiene que producir fuerte impacto en nosotros, tiene que registrarse, ser intensa, consistente. Cuanto más intenso y fuerte el impacto que produce en mi vida, tanto más se producirá un cambio de actitud en mi comportamiento diario. Cuanto más fuerte el impacto, más auténtico el cambio hasta llegar a la transformación de la vida: conformidad efectiva. El cambio tiene que ocurrir a nivel afectivo, del corazón, no a nivel mental, de ideas, para que la vida diaria se vaya transformando. Lo afectivo, es decir lo que toca la profundidad del corazón, «las entrañas», es lo efectivo.
El único motivo por el que meditamos en Jesús es configurarnos con Jesús, que su manera de pensar y sentir lleguen a ser los valores que impulsan mi actuar. No es cuestión de pensar en Jesús sino de impregnarnos de Él, porque lo que absorbemos profundamente se va impregnando en el inconsciente y se actualiza natural y espontáneamente en la vida diaria.
Te invito a que cojas un texto bíblico, por ejemplo Jesús ante Pilato y que hagas este proceso:
Comienza con una preparación:
› En un lugar tranquilo donde nadie te pueda molestar trata de hallar una postura cómoda y relajada, si es posible con la espalda erguida.
› Respira pausada y conscientemente y vuelve los ojos del alma hacia Jesús.
Y a continuación,
> Visualiza, por ejemplo, a Jesús ante Pilato, su silencio, su serenidad, su enraizamiento en el Padre…. y anhela o desea identificarte con esa actitud que manifiesta su Persona….
> Déjate atraer por esa actitud de Jesús.
> Deja que esa manifestación de humanidad te empape, se te meta en los huesos.
> Percibe la distancia que existe entre ese silencio «poblado» de Jesús y tu actitud (excusas, racionalizaciones, incapacidad de aceptar lo que te dicen…. o lo que sea)
> Siente que esa plenitud que Él manifiesta, es también tu plenitud, tu meta; permite que emerja esa plenitud desde la profundidad de tu ser, de tus entrañas…..
> Eres un ser pleno de vida y bondad y capaz de manifestar el amor que Él manifestó; eres un ser capaz de responder con ecuanimidad y armonía interior a situaciones y personas difíciles…
> Termina este rato de oración impregnado de la serenidad y de la paz de Jesús ante la acusación para que lo reflejes en tus relaciones con los demás.

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