«Yo soy la resurección y la vida»

Muy queridas Hermanas:
En este ambiente navideño del 2012 que estamos celebrando, os comunico el “paso a la Vida” de nuestra querida Hna. María Antonia Manchado Fernández. El día 27 de diciembre, sin previo aviso, en el silencio de la madrugada, nos dejó para seguir contemplando el Misterio de la Navidad en el Cielo. Tenía 86 años de edad y 65 de vida consagrada; pertenecía a la comunidad “Santa Teresa”, de Malagón (Ciudad Real).
María Antonia nació el día 16 de febrero de 1926 en Linares de Langreo (Oviedo) y profesó el día 30 de agosto de 1947 en Pamplona. Durante los 65 años de Vida Consagrada ha vivido con gozo su vocación de Carmelita Misionera y su entrega al servicio del Reino. Su principal actividad ha sido la enfermería. Testigos de su entrega son los enfermos, los ancianos y los profesionales de los Centros donde ha trabajado incansablemente. Destacamos: SABADELL (Barcelona), en la Clínica Nuestra Señora de Montserrat; MADRID en el Sanatorio 18 de Julio, en el Sanatorio Psiquiátrico Doctor Esquerdo, en el Instituto Nacional de Medicina y en la Clínica Mateo Milano; ÁVILA en la Clínica Nuestra Señora de Sonsoles; OROPESA, SEVILLA en el Hospital de los Hermanos de San Juan de Dios y, desde 1993, en MALAGÓN, Residencia San Clemencio, donde ha sido muy querida por todos.
Quienes hemos conocido a Hna. María Antonia la recordamos como una persona entregada, activa, siempre dispuesta y pendiente de todos y de todo. La hemos visto trabajar incansablemente, reír y también llorar y consolar a hermanas, residentes, trabajadores y benefactores, gestos con los que demostraba el amor y la gratitud a los que estaban a su lado; el espíritu y estilo palautiano del “amor a Dios y a los prójimos” eran el centro de su vida y de su servicio a los demás. Tenía capacidad para relacionarse con todo tipo de personas, para ayudar a los mayores, cuidar a los trabajadores; era servicial en la comunidad y en la misión. Muchas personas se acercaban a ella pidiendo consejo, ayuda espiritual y ella lo ofrecía con sencillez y sin reservas.
Las limitaciones físicas le han acompañando en los últimos años, le ha costado asumir el misterio de la muerte, de la debilidad y de todo lo que conlleva esta situación; sin embargo, fue aceptando poco a poco su enfermedad hasta llegar a la Pascua eterna. El Señor le ha concedido una muerte serena, sin dolor, acompañada de las hermanas y en Malagón, como ella quería.
Damos gracias por su vida, su vocación y servicio al Reino. Pedimos al Señor que la haga gozar para siempre de su presencia. Y pedimos al Padre, por su intercesión, que nos ayude a seguir viviendo el verdadero sentido de la Navidad, el Misterio del Amor y de la cercanía de Dios, que ha puesto su tienda entre nosotros.
Con cariño, en nombre del Consejo.
María Esperanza Izco
Madrid, 29 de diciembre de 2012
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