“he corrido hasta la meta, he mantenido la fe…”

En comunión con toda la Iglesia vamos caminando hacia la celebración pascual, que ya está cerca; en este caminar se nos ha adelantado nuestra querida HERMANA AURORA DE LA MONTAÑA FERNÁNDEZ CARMONA quien el día 23 de febrero de 2018 comenzó a celebrarla en plenitud, junto a Cristo glorioso y resucitado. Con la lámpara encendida y la cruz de su enfermedad ha llegado a la meta, donde el Dios de la Vida la esperaba. Ha fallecido a los 77 años de edad y 51 de Vida consagrada, en la comunidad “Santa Teresa”, Torremolinos (Málaga). Tenía prisa por partir… no esperó a su hermana María Carmen, Carmelita Misionera, que aterrizaba, a esa misma hora, en Milán y donde sigue recorriendo Italia con los alumnos del Colegio “El Carmelo” en el viaje de estudios. Seguro que la acompaña desde el Cielo.

Camino recorrido
Hna. Aurora nació el 20 de marzo de 1940 en Écija (Sevilla) y profesó como Carmelita Misionera en el noviciado de Pamplona el 1 de marzo de 1966. Recordamos su trayectoria vocacional en el Carmelo Misionero durante los 51 años de servicio y entrega en educación, pastoral parroquial y servicios comunitarios. Tenía una capacidad especial para educar a los niños; ha estado en los Colegios de Oropesa, Granada, Trigueros y Getafe; también en las comunidades de Madrid-Casa Provincial, Sevilla y Torremolinos “San Carlos”. En el año 2013 fue trasladada a la enfermería “Santa Teresa”, de Torremolinos; allí, con paz y el canto a la Macarena en el corazón, ha terminado su carrera y ha llegado a la meta de su vida; ha vivido y testimoniado el gozo y la satisfacción de la compañía de las hermanas, de sus delicadezas y atenciones y las del personal laico.

Huella que ha dejado:
La huella más significativa que ha ido marcando, paso a paso, nuestra Hna. Aurora es la bondad, la alegría, la capacidad de acoger la vida con sus luces y sombras y descubrir en todo acontecer humano el paso del Señor. Su profundo sentido mariano. Su cara se transformaba cuando cantaba o recordaba a “su Virgen sevillana”, ella era su fuerza y su consuelo. Su cercanía y sensibilidad ante las necesidades de los otros; su simpatía y buen humor que compartía con los demás. Muy artista y creativa, los niños no se aburrían en sus clases. Y Aurora ha sabido sufrir, llevar con fortaleza de ánimo su enfermedad y sus limitaciones. Su actitud de agradecimiento con gestos sencillos, especialmente cuando ha estado más necesitada de ayuda y compañía. Las hermanas que han conocido a Aurora recuerdan con gratitud las páginas de su historia que, sin duda, han enriquecido la Historia de las Carmelitas Misioneras.
Damos gracias por su vida y su servicio; reconocemos la obra de Amor que el Señor ha ido “labrando en su interior” y su respuesta vocacional. Acogemos su huella testimonial y confiamos en su intercesión ante el Padre.
Hna. Carmen Ibáñez Porcel
Madrid, 27 de febrero de 2018
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