“Yo soy la resurrección y la vida”.

Un saludo de fraternidad para todas en este mes de noviembre en el que estamos vivido acontecimientos de muerte-resurrección, tanto en nuestras familias como en la Provincia. Sabemos que la muerte es un paso a la VIDA, un momento propicio para reavivar nuestra fe en la Resurrección y orar juntas; así lo queremos hacer cuando una hermana o un familiar parte hacia la casa del Padre. En la madrugada del día 22 de noviembre de 2016 falleció nuestra HNA. BERNARDINA URTASUN SEMINARIO en la enfermería “Mater Carmeli” de Vitoria, a los 94 años de edad y 65 de Vida Religiosa.

Camino recorrido
Hna. Bernardina nació en Esain (Navarra) el día 12 de agosto de 1922 y profesó como Carmelita Misionera el 2 de marzo de 1951 en el noviciado de Pamplona. Muchas hermanas recordamos su vida, misión y hemos disfrutado de su compañía. Estuvo en Torrelavega del 1951 al 1986, donde trabajó con gran responsabilidad y cariño en el cuidado y la atención a los enfermos. En las comunidades de Pamplona ha estado la mayor parte de su Vida Religiosa, lugar muy significativo y querido por ella. Del 1993 al 1997 estuvo en El Carmen de Burgos. En ese año regresa, de nuevo, a Pamplona y de allí, en el año 2009, llega a la enfermería de Vitoria; en esta comunidad samaritana, a pesar de su deterioro físico, ha vivido feliz y en paz. La comunidad “Mater Carmeli” de Vitoria echarán de menos a Bernardina, les hacía disfrutar con sus ocurrencias, sus cantos, especialmente “Ibiza fue lugar de mi reposo…” canción que cantó, aunque con voz entrecortada, hasta el final de su existencia terrena; una hermana recuerda que la última vez que la cantó sus ojos se llenaron de un brillo especial, como si en el horizonte descubriera ese lugar de su propio reposo, la “Ibiza celestial”, donde ya está disfrutando del encuentro definitivo con el Señor y con Francisco Palau.

Huella que ha dejado:
La alegría y la sencillez que contagiaba. Su simpatía y buena relación con quienes convivía y trabajaba. El gozo de ser Carmelitas Misionera y el sentido de pertenencia a la Familia del Carmelo Misionero; le gustaba conocer lo que se hacia en la Provincia, en la Congregación, todo era importante para ella. El espíritu contemplativo y misionero al estilo de Francisco Palau que lo manifestaba de una forma sencilla y vivencial. Su responsabilidad en el trabajo y la colaboración en la comunidad a pesar de sus limitaciones físicas. Su actitud teologal, sabía descubrir al Señor en las personas y en los acontecimientos de cada día. La paz de quien vive y muere en el Señor.
Hna. Carmen Ibáñez Porcel
Madrid, 23 de Noviembre de 2016
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