febrero 11, 2016
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Hna. Felícitas González Zubia

“Yo soy la resurrección y la vida”.

Celebrando la fiesta de la Virgende Lourdes y la XXIV Jornada Mundial del enfermo, con el lema: María, icono de la confianza y el acompañamiento. En este día tan significativo, celebramos también la Pascua de nuestra querida Hna. FELÍCITAS GONZÁLEZ ZUBIA. En la madrugada, con la paz de los justos, la lámpara encendida y el aceite en la alcuza, ha entrado al Banquete de las bodas eternas. Y en esta fiesta mariana nos ha dicho adiós, silenciosamente, a los 85 años de edad y 61 de vida consagrada. Ha fallecido en la enfermería “Mater Carmeli” de Vitoria.

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Camino recorrido

Felicitas nació en Torrelavega (Santander) el día 7 de marzo de 1930. Ingresó en el Carmelo Misionero en el año 1953 y profesó en el noviciado de Pamplona el 28 de agosto de 1954.  De Pamplona a Barcelona y diez años más tarde, en 1964, fue destinada a Villeneuve (Francia) donde trabajó en el cuidado y la atención a los enfermos. Regresó a España en el año 1971 y estuvo incardinada en las siguientes comunidades: Oviedo, Pamplona, León, San Sebastián-Residencia, Santander, Salas de los Infantes (Burgos) y San Sebastián-La Villa. En el 2011 fue destinada a Vitoria “Mater Carmeli”. Debido a su enfermedad fue traslada, hace unos meses, a la enfermería. Su principal actividad ha sido la atención a los enfermos y a los ancianos en Clínicas, Hospitales y Residencias; también ha colaborado en diferentes actividades comunitarias. Durante ocho años estuvo con permiso de ausencia para atender y cuidar a sus padres. Los últimos meses de su peregrinar terreno los ha vivido con una paz serena, asumiendo su enfermedad y las condiciones físicas de la misma. Con esa misma paz ha llegado a la mansión eterna donde el Padre de la misericordia la esperaba con los brazos abiertos. 

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Huella que ha dejado:

Su vida sencilla y entregada. La acogida y aceptación, en fe y esperanza, de los planes del Señor en su existencia, consciente de que “sus caminos” no siempre son comprensibles humanamente. El sentidfo de familia, mantenido y reforzado aún en los períodos de ausencia de la comunidad. Su responsabilidad en el trabajo y la colaboración en la comunidad a pesar de sus limitaciones físicas. Su actitud orante y teologal para descubrir al Señor en todo acontecimiento, en la cruz de su enfermedad, que la ha vivido con lucidez y serenidad. La gratitud, daba gracias por la cercanía, el cariño y los detalles de las hermanas que la han acompañado siempre, pero especialmente en la última etapa de su vida.  

Damos gracias al Señor por el testimonio de nuestra hermana. Agradecemos su vida y su vocación al Carmelo Misionero. Oramos juntas. Y hacemos nuestro el deseo del Papa Francisco en esta Jornada del enfermo: «En la solicitud de María se refleja la ternura de Dios. Y esa misma ternura se hace presente en la vida de muchas personas que se encuentran al lado de los enfermos y saben captar sus necesidades, aún las más inperceptibles, porque miran con ojos llenos de amor».

Hna. Carmen Ibáñez Porcel

Madrid, 11 de febrero de 2016

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