“… yo soy la Resurrección y la Vida…”

En la madruga del día 27 de septiembre de 2022, después de unos días en estado de coma al sufrir un ictus, Hna. Felisa Valencia Ibarrola era llamada a la VIDA.
Hna. Felisa nació en Enériz (Navarra), el 20 de noviembre del 1923. Llamó a las puertas del Carmelo Misionero el 24 de febrero de 1951 y comenzó el noviciado el 27 de agosto del mismo año; el 29 de agosto de 1952 en Pamplona, hizo sus primeros votos.
Setenta años de vida consagrada al Señor, setenta años de vida feliz y entregada en los diferentes lugares donde fue destinada.
Comenzó su recorrido apostólico en Madrid, en la que llamábamos la “Casa Grande”. En marzo de 1959 llegó a Joliet (Canadá), junto a las pioneras que fundaron allí la primera comunidad de Carmelitas Misioneras. Trabajó en el entonces, Hospital San Carlos, con enfermos de psiquiatría. En 1976 pasa a la comunidad de Montreal y desarrolla su misión en el “Instituto de Rehabilitación” donde la mayor parte de pacientes eran jóvenes con tetraplejia causada por accidente. Cuando se jubiló, su trabajo a tiempo completo fue en la Parroquia francesa, hispana y latina. En 2014, volvió a España, y fue destinada a la comunidad “San José” de Pamplona, en la Residencia Universitaria “El Carmelo”, de nuevo con jóvenes, pero en un contexto muy diferente. Una larga vida entregada a Dios en los hermanos.
Hna. Felisa, fue una gran Carmelita Misionera, su gran desafío era ayudar a la Congregación. Vivía con una gran ilusión su bien hacer con enfermos, tan difíciles como los enfermos psiquiátricos, o jóvenes que ven su vida truncada, ella siempre con una sonrisa y sin perder nunca el sentido del humor. Cuando llegaba el 28 de diciembre, los inocentes, era de temer, porque nadie podía imaginar hasta donde llegaba su creatividad.
En la Parroquia, su pasión eran los más necesitados. Cada semana, muy temprano, en una camioneta, salía a buscar alimentos. También organizaba el ropero y repartía con ecuanimidad. Siempre con cariño y buen humor. Nada podía pararle en su servicio y trabajo, lo que tenía previsto, lo hacía.
Hna. Felisa era muy generosa, compasiva y caritativa. Antes los demás que ella misma. Era mucho el amor que repartía porque, sin duda, se sintió siempre acompañada y amada por el buen Dios.
A veces era muy temeraria: organizaba viajes para que sus amigos los pobres pudieran disfrutar. Siempre le salió todo bien y en cuanto regresaba ya estaba pensando en cómo organizar el siguiente.
Mujer de paz, la llevaba allí donde se encontraba: “Me siento en paz” decía poniendo la mano en el corazón.
Agradecemos al Señor su vida y su testimonio vocacional, su misión en la Iglesia y en la Congregación y le pedimos que la acoja en su Reino de luz, amor y misericordia.
Madrid 29 de septiembre de 2022
Fiesta de los Santos Arcángeles
Hna. Cecilia Andrés
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