“Yo soy la resurrección y la vida”.

El día 24 de enero de 2017, el Señor llamó a nuestra HERMANA JUANA MARÍA BERMÚDEZ BARNÉS a participar en el Banquete del Reino con todos los que la han precedido de la propia familia y de la Congregación. Tenía 86 años de edad y 64 de Vida Consagrada. Ha fallecido en la comunidad “Santa Teresa de Jesús”, Sants-Barcelona. Ha llegado a la casa del Padre una gran misionera, es la expresión de muchas hermanas que la han conocido personalmente.

Camino recorrido
Hna. Juana María nació en Santa Elena (Jaén) el día 25 de noviembre de 1930 y profesó, como Carmelita Misionera, en el noviciado de Pamplona el 30 de agosto de 1952. En su trayectoria vocacional y apostólica podemos destacar el sentido de universalidad y la disponibilidad para realizar diferentes actividades en la misión y en la comunidad, especialmente en la atención a los más necesitados. Recorriendo las páginas de nuestra Historia la encontramos en el año 1953 entre las hermanas que viajan rumbo a Cuba, con destino a la comunidad de Camagüey y en el año 1958 en Ciudad Trujillo (Santo Domingo). De estas tierras caribeñas pasa a Joliette (Canadá) en el año 1960, allí trabajó en el Hospital psiquiátrico, pabellón de los alcohólicos. Después de una breve estancia en España, comunidad “San José”, San Sebastián cruza los pirineos para incardinarse en la comunidad de Villeneuve (Francia), lugar de paso para África. Muchos lugares son testigos de su espíritu misionero, pero de manera especial la República Democrática del Congo donde estuvo del 1972 al 2013, en las comunidades de Mukabe-Kasari, Bunkeya, Kananga y Lubumbashi, en algunas de ellas ha vivido y trabajado en varias etapas de su estancia en África. La situación física fue la causa de su regreso a España-Barcelona; se incardinó, primero en la comunidad “Virgen del Carmen” y posteriormente en la comunidad “Santa Teresa de Jesús”-Sants. Y aquí ha puesto fin a su carrera terrena; ya está disfrutando del encuentro definitivo con el Señor.

Huella que ha dejado:
Su vida es un testimonio de respuesta vocacional y de espíritu misionero, así lo manifiestan quienes han compartido con ella vida y misión; se la recuerda con cariño y gratitud. Nos deja la huella del gozo vocacional, la alegría y la sencillez, la capacidad de comunicación, empatía y buena relación con los demás. Su apertura y corazón universal, su ardor apostólico y amor a la Congregación; mujer orante y contemplativa, de profunda vivencia teologal, de gran capacidad humana en el servicio y en la entrega a los más necesitados.
La familia provincial agradece su vida y su vocación, la huella de entrega y donación a tantas personas a las que ha confortado en el camino de la vida. Nos unimos pidiendo al Señor que la acoja en su Reino y que reavive en nosotras el espíritu misionero.
Hna. Carmen Ibáñez Porcel
Madrid, 25 de Enero de 2017
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