“estoy a la puerta y llamo; si alguien oye mi voz y abre la puerta, entraré y cenaré con él y él conmigo”

Muy queridas Hermanas:
Tenemos otra intercesora ante el Padre. Las palabras del Apocalipsis: “estoy a la puerta y llamo; si alguien oye mi voz y abre la puerta, entraré y cenaré con él y él conmigo”, se las podemos aplicar a nuestra querida HNA.LUCIA LAUTERIO INCHAUSPEquien presentía esta llamada. Con frecuencia repetía, “deseo ver y estar con el Señor, reunirme con los elegidos en el Cielo y con toda mi familia, celebrar juntos el Banquete del Reino. Ya me están esperando, yo soy la última en llegar a la casa del Padre”. Y así ha sido, el día 14 de noviembre de 2015, fiesta de los Santos de la Orden, comenzó a participar plenamente en la Pascua eterna; su lámpara estaba encendida y su oído despierto para abrir rápidamente la puerta y dejar entrar a su Señor. Tenía 94 años de edad y 73 de Vida Consagrada; formaba parte de la comunidad “El Carmen” de Burgos.

Camino recorrido:
Hna. Lucía nació en Pamplona el día 13 diciembre de 1920, ingresó en la Congregación en el año 1941 y profesó en el noviciado de Pamplona el 28 de agosto de 1942. Creció en una familia de profundas raíces cristianas y, en este ambiente, ella y sus dos hermanas, respondieron Sí a la llamada del Señor y, con ánimo generoso, ingresaron en el Carmelo Misionero; otro de los hermanos ingresó en los Jesuitas. Por la historia y la comunicación de las hermanas con las que ha convivido, sabemos que su vida ha sido testimonial y que ha realizado, con disponibilidad y entrega, diferentes actividades. Estuvo en las comunidades de Pamplona, Barcelona-Casa Madre, Beasaín, San Sebastián, Deva, Villafranca de Oria, Zaragoza, Medina del Campo, Villafranca de Navarra y Burgos. En las comunidades y en la misión ha vivido el espíritu evangélico, “amado y servido” con sencillez y disponibilidad en las circunstancias y situación de su trayectoria comunitaria y apostólica.

Huella que ha dejado:
Su actitud fraterna: con su presencia y buen hacer creaba ambiente de familia, de comunión. El rostro gozoso y la bondad de su corazón. El sentido de pertenecia: la Congregación era su familia, oraba constantemente por sus necesidades y proyectos. Una actitud orante y contemplativa: mujer de “ojos abiertos” que sabía descubrir y reconocer lo bueno que el Señor ha puesto en cada persona, en la naturaleza, en la vida. La paz que reefleja su rostro: fruto de la paz interior que el Señor le regalaba y que mantuvo hasta el final de la existencia. Su alegría, acogida y trato agradable. La gratitud: era agradecida con todas y por todo. Su gran devoción a la Virgen, Madre y modelo de su vida consagrada.
Nuestra Hna. Lucia ya está resucitada y vive en plenitud el encuentro con el Dios de la Vida. Alabamos al Señor por la huella evangélica y carismática que nos ha dejado. Deseamos y pedimos que el testimonio de su vida sea luz en el camino personal, comunitario, provincial. Contamos con su intercesión ante el Padre.
Os abraza, en nombre del Consejo Provincial
Hna. Carmen Ibáñez Porcel
Madrid, 19 de noviembre de 2015
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