“Yo soy la resurrección y la vida”.

El día 25 de enero de 2017 llegó a la Casa del Padre nuestra HERMANA MARÍA JUANA HUICI LEONET donde ya tenía el lugar preparado, “en la casa de mi Padre hay muchas mansiones… voy a prepararos un lugar (Juan, 14, 2). Ha fallecido a los 102 años de edad y 71 de Vida Consagrada, en la comunidad “Santa Teresa”, Enfermería Casa Madre, Barcelona. Una larga y hermosa vida, nos alegramos con ella porque ya está gozando de la presencia del Dios del amor y de la misericordia.

Camino recorrido
María (Juana) nació en Arano (Navarra), el 22 de octubre de 1914. Profesó como Carmelita Misionera en Pamplona el 1 de marzo de 1945. Su primer destino fue la comunidad del Seminario Conciliar de Barcelona, donde estuvo en dos etapas de su vida. Vivió en otras comunidades, todas ellas de la zona de Cataluña, lugares donde fue sembrando la semilla de la entrega y el servicio desinteresado. Su principal actividad apostólica se centró en el campo de la salud, trabajó en la Clínica “La Alianza” de Gerona y, sobre todo, en el Instituto Frenopático de “Las Corts” cuidando a los enfermos psíquicos. En el año 1988 fue destinada a la comunidad de Berga donde colaboró activamente en la misión apostólica y en las necesidades y servicios de la casa, hasta que perdió totalmente la vista. En el 2013 fue destinada a la comunidad de la enfermería “Santa Teresa”, Casa Madre, Barcelona, donde ha vivido con una paz serena esperando la última llamada del Señor.

Huella que ha dejado:
La huella que nos ha dejado es una entrega y fidelidad incondicional, vivida, muchas veces, en silencio y soledad, debido a su limitación física; las hermanas que han convivido con ella solían comentar “es una santa”. Otra huella importante, la dimensión orante: oraba por los sacerdotes, la Iglesia, la Congregación, la humanidad sufriente. Su expresión “lo que Dios quiera” era vivencia real en la aceptación de la voluntad del Señor. Su acogida y escucha; era detallista y servicial. Su paz y serenidad, su sonrisa gratificante. Aunque no veía, intuía y agradecía el lenguaje no verbal, los gestos de cariño y las atenciones de quienes la cuidaban.
Su testimonio permanece entre nosotras. Damos gracias por el don de su vida y su vocación. Contamos con su intercesión; ella, que se interesó por todas y por todo, lo seguirá haciendo ante el Dios de la Vida y de la Resurrección.
Hna. Carmen Ibáñez Porcel
Madrid, 26 de Enero de 2017
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