febrero 6, 2017
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Hna. Mª Julia Arnaiz Saiz

“Yo soy la resurrección y la vida”.

Constatamos en el diario vivir que el Señor sigue invitando a nuestras hermanas a celebrar la Pascua eterna. El día 6 de febrero, tres horas más tarde que nuestra hermana Josefina Rico, acogíamos con serena esperanza el paso a la Vida de nuestra HNA. MARIA JULIA ARNÁIZ SAIZ. Las llamadas del Señor siempre nos sorprenden, “estoy a la puerta y llamo”. Falleció en la comunidad de la enfermería “Mater Carmeli” de Vitoria a los 96 años de edad y 72 de Vida Consagrada. En su larga existencia ha vivido y contagiado vida. 

Camino recorrido

Hna. María Julia nació en Tardajos (Burgos) el 16 de noviembre de 1920. Profesó como Carmelita Misionera en el noviciado de Pamplona el 2 de marzo de 1944. Recordamos lo más significativo de su trayectoria vocacional, rica en vida y servicios. Ha vivido y trabajado en comunidades de las tres antiguas Provincias de España. Su primer destino, en el año 1944, fue la comunidad de Barcelona-casa Madre, después La Alianza y posteriormente Terrassa. En 1951 la destinada a Andalucía, vivió en las comunidades de Padul y de Granada, donde se la recuerda con verdadero cariño y admiración. Y del Sur al Norte de España, a San Sebastián. Fue Superiora Provincial, de la Provincia “San José” del 1966 al 1971 y Consejera Provincial hasta el 1977. A partir de esta fecha vive y colabora activamente en las comunidades de Pamplona, Santander, Zaragoza, Salas de los Infantes (Burgos) y Valladolid. En la comunidad “Mater Carmeli” de Vitoria ha estado catorce años acogiendo con amabilidad a los que llamaban a la puerta o al teléfono. Finalmente, en febrero del 2013 se incardina en la enfermería de la citada comunidad. Ha vivido con la paz, la confianza y la serenidad de quien se sabe en manos del Padre. 

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Huella que ha dejado:

La huella que ha dejado María Julia es profunda y sólida, no desaparece con el viento. Refleja el gozo de ser Carmelita Misionera, la asimilación de la espiritualidad carmelitana y palautiana, la valoración de la vida comunitaria. La disponibilidad y el servicio desinteresado, estaba dispuesta a “arrimar el hombro” allí donde se la necesitara; lo constatamos en su  trayectoria vocacional y en la variedad de presencias y actividades. La sencillez, la acogida  amable, el sentido positivo ante las personas y los acontecimientos. El amor y el sentido de Familia; la paz, la serenidad y la gratitud; la aceptación de la voluntad del Señor; la acogida serena de las limitaciones propias de una larga vida. 

Hoy, en comunión y fraternidad, damos gracias por nuestra Hna. María Julia. Su presencia ha enriquecido el carisma palautiano y la historia de la Congregación. Y hacemos de nuestra oración un canto de alabanza y gratitud al Señor. Seguimos contando con su intercesión ante el Padre para tener, como ella, la “puerta siempre abierta” en la comunidad y en la misión. 

Hna. Carmen Ibáñez Porcel

Madrid, 6 de febrero de 2017

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