“Yo soy la resurrección y la vida”.

Estamos celebramos, con fe y esperanza, el paso a la Vida de otra de nuestras hermanas, Milagros Guijarro Díaz. A la una de la madrugada de este día 14 de julio de 2016, fue llamada por el Señor a vivir la plenitud del amor. Tenía 94 años de edad y 72 de Vida Consagrada. Ha fallecido en la comunidad “Santa Teresa”, Getafe (Madrid). Ya está en la casa del Padre para celebrar la Fiesta del Carmen con María, nuestra Madre y con todas las Carmelitas Misioneras que nos van precediendo.

Camino recorrido
Milagros nació el 13 de junio de 1922, en Tarancón (Cuenca), lugar muy querido para ella y con fuertes raíces familiares. Profesó como Carmelita Misionera el 2 de marzo de 1944 en el noviciado de Pamplona. Su trayectoria vocacional y apostólica la ha realizado en Argentina, Perú y España. Su primer destino fue Barcelona, Casa madre y de allí a la Argentina-Perú. Hna. Milagros, según las páginas de nuestra Historia, es una de las hermanas que partieron del puerto de Barcelona el 20 de julio de 1945, a bordo del trasatlántico “Cabo de Buena Esperanza”, mujer de corazón grande y universal que fue abriendo caminos, con su entrega y servicio desinteresado. De ello son testigos las comunidades de Wilde, Buenos Aires y Rosario (Argentina). Collique, Lima-Hospital del Niño Jesús y Arequipa (Perú). En el año 1970 Hna. Milagros regresa a España y estuvo destinada en varias comunidades: Madrid “Mateo Milano”, Salamanca y en Madrid-casa provincial durante dos etapas diferentes, colaborando en la portería y en la acogida a las hermanas. En 1990 fue destinada a la comunidad “Santa Teresa”, Getafe donde ha permanecido ayudando en diferentes actividades, estando a punto para servir dentro de sus posibilidades. Y aquí en esta comunidad, ha llegado a la meta, donde está participando del Banquete del reino.

Huella que ha dejado:
Milagros nos ha dejado la huella de la sencillez y el servicio; de su espíritu abierto, disponible y misionero; de su dimensión orante y de su entrega a “Dios y a los prójimos” en diversas situaciones y lugares de la geografía congregacional. Mujer vocacionada y profunda. Era acogedora y agradable, aunque la enfermedad la fue limitando como a toda persona humana. Siempre tenía una palabra amable y agradecida para todos; su expresión frecuente era “hermosa mía”. Persona cordial y de buenas relaciones. Le ha gustado mucho leer, estar al día de los acontecimientos eclesiales, culturales y sociales; últimamente tenía dificultades de visión pero, con Radio María, oraba y pasaba grandes ratos de la jornada. Era para ella “alimento espiritual” y compañía.
En este día nos unimos como Familia para dar gracias al Señor por el testimonio de su vida y servicio, por las páginas de la historia que con gestos sencillos ha ido escribiendo en su larga existencia. Pedimos al Señor, que siga presente entre nosotras, de forma resucitada, para que nos vaya recordando cómo se hace vida el “amor a Dios y a los prójimos” en el caminar diario de una vida en fraternidad y al servicio del Reino.
Hna. Carmen Ibáñez Porcel
Madrid, 14 de Julio de 2016
0 comentarios