«… he llegado a la meta,he conservado la fe…..”(II Tm. 4,7)
Muy queridas Hermanas:
Con estas palabras de San Pablo os comunico que tenemos otra intercesora ante el Padre, nuestra querida Hna. Piedad Letamendía Torregaray. Falleció el 28 de febrero de 2012, en la Enfermería de Vitoria. El Señor la ha llamado, cuando no lo esperábamos. Sin duda, ella estaba preparada para el encuentro definitivo con Cristo, su Amado, como solía repetir con frecuencia. ¡Amado mío! Tenía 86 años de edad y 51 de Vida Religiosa. Damos gracias por lo que ha significado para las Carmelitas Misioneras con las que ha compartido vida y misión al servicio del Reino. Oramos por ella y por la comunidad para que el Señor se haga presente, de manera especial, en estos momentos de vivencia pascual y renueve en cada una de nosotras la esperanza en Cristo Resucitado.
Hna. Piedad nació en Villabona (Guipúzcoa) el 14 de Agosto de 1925. Hizo su Profesión Religiosa como Carmelita Misionera en 1960, pasando al Juniorado de Barcelona. Al año siguiente fue destinada a la Casa Provincial de San Sebastián y en 1962 a Villanueva (Francia), donde permaneció diecisiete años, al cuidado de los enfermos. En el año 1979 se incorporó a la comunidad de San Cándido, en Santander, en la que ha vivido los últimos treinta y dos años, entregada al cuidado de los enfermos y ancianos de la Residencia, realizando distintos servicios, de acuerdo a su edad, su salud y sus fuerzas, que no eran pocas. Hace dos años, la enfermedad fue ganando terreno, y le fue impidiendo progresivamente el desarrollo de las actividades habituales de la vida diaria. El día 8 de febrero de este año fue trasladada a la Enfermería de Vitoria, donde ha tenido lugar su paso a la VIDA.
Piedad, fue una mujer de oración y fidelidad vocacional, vivió con gran generosidad «el amor a Dios y los prójimos», al estilo de Francisco Palau. Las hermanas de la comunidad “San Candido” testimonian su estilo de vida, su sencillez y bondad, su sentido positivo y afable, su actitud de agradecimiento ante cualquier gesto o atención de las demás, actitud que ha conservado hasta el final, aun estando muy enferma. Era querida por todas, por el personal de la Residencia con los que trabajó, codo a codo, a lo largo de tantos años, ofreciendo un gran testimonio como religiosa y por los residentes que percibían en su rostro de serenidad la presencia del Padre.
Gracias Piedad por tu vida y vocación. Sabemos, que de una forma nueva, permaneces entre nosotras; estamos seguras que seguirás acompañándonos y ayudándonos como lo hiciste en tu peregrinar hacia la Patria eterna. Te encomendamos las necesidades de la Congregación, de la Iglesia y de tantas personas que sufren, especialmente los ancianos, a quienes durante muchos años has ofrecido atención y compañía.
Un fuerte abrazo, en nombre del Consejo Provincial
María Pilar Miguel
Madrid, 28 de febrero de 2012
Prot. 1006/2012
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