
Hogar, lugar de la primera sonrisa, sitio en el que te sientes acogido, espacio donde dos personas, dos corrientes de humanidad, se encuentran entre sí para hacer hueco a una nueva vida.
Del matrimonio José Francisco Palau y Maria Antonia Quer, nacieron nueve hijos -de los cuales FRANCISCO ocupaba el séptimo lugar-, cumpliéndose lo que dice el salmista: “El Señor como herencia te dará hijos, como salario, el fruto del vientre” (127, 3).
Hogar no significa tan sólo vivir padres e hijos bajo el alero de una casa; comprende una realidad humana, una atmósfera espiritual impregnada de gozo, intimidad y seguridad que envuelve y penetra las personas y sus relaciones.
Los miembros de un hogar, abiertos unos a otros, van tejiendo un ambiente de acogida sin reservas ni reticencias. La confianza aúna a todos los hijos de casa. Todos viven las alternativas, las alegrías y dificultades de todos y todos los de cada uno. Un mismo alero los cobija y un mismo fuego les da calor; el calor de las brasas del hogar, el amor.
En el hogar el niño empieza a amar, siendo los padres las personas más influyentes en enseñar a amar a los hijos. No hay relación en la vida que tenga un influjo tan profundo como la que media entre padres e hijos. Jamás podrá borrarse esta huella. Somos y seremos siempre hijos de nuestros padres.
Consuelo Orella cm
0 comentarios