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Jesús de Nazaret. Desde la Entrada en Jerusalén hasta hasta la Resurrección. (II parte)

Autor: Benedicto XVI (Traducción: J. Fernando del Río)

Editorial: Encuentro (Madrid 2011)

1 Los evangelios son testimonios de fe (Prólogo del libro)

«En doscientos años de trabajo exegético la interpretación histórico-crítica ha dado ya lo que tenía que dar de esencial. Si la exégesis bíblica no quiere seguir agotándose en formular siempre hipótesis distintas, haciéndose teológicamente insignificante, ha de dar un paso metodológicamente nuevo volviendo a reconocerse como disciplina teológica, sin renunciar a su carácter histórico» (pp. 6-7). Se trata de equilibrar entre una hermenéutica positivista histórica y una hermenéutica de la fe. Para poder formar una totalidad metodológica la hermenéutica histórica ha de unirse con una hermenéutica de la fe y que aquella reconozca sus propios límites (p. 7)

No obstante percibo en este libro de BENEDICTO XVI que no se da esa unión y equilibrio entre ambas hermenéuticas. Creo que se decanta más por la hermenéutica de la fe (método canónico). Opta más por una interpretación teológica de la exégesis. Por eso afirma que hay que recuperar la exégesis patrística. Como hace REISER en uno de sus libros 1.

JOSEPH RATZINGER  presupone la exégesis histórico-crítica y utiliza sus resultados, pero pretende ir más allá de este método para llegar a una interpretación propiamente teológica.

«No pretendo -dice el Papa- que en mi libro está ya totalmente acabada esta integración de las dos hermenéuticas. Pero espero haber dado un buen paso en dicha dirección. En el fondo, se trata de retomar finalmente los principios metodológicos para la exégesis formulados por el Concilio Vaticano 112, una tarea en la que, desgraciadamente, poco o nada se ha hecho hasta ahora» (p. 7).

El libro no es una Vida de Jesús. Como tampoco es un tratado de cristología. No es una cristología desde arriba al estilo del libro de ROMANO GUARDINI El Señor. «Mi intención -afirma RATZINGER- se ve más claramente si se compara con el tratado teológico sobre los ministerios de la vida de Jesús, al que Tomás de Aquino ha dado una forma clásica en su Suma Teológica… Mi libro se coloca en un contexto históricamente espiritual diferente. Mi deseo es presentar (tanto en la I como en la II parte) la figura y el mensaje de Jesús».

La vida de Jesús reflejada en los evangelios en su conjunto ha salido de la fe y son testimonios de la fe, prescindir de esta para entenderlos es un contrasentido. La exégesis patrística, nos dice, podrá dar fruto en su contexto nuevo. Integrar las dos hermenéuticas, la de la fe y la de la historia, es el proyecto. Juntar las dos es la intención de BENEDICTO XVI. El solo Jesús histórico es demasiado insignificante en su contenido, está demasiado ambientado en el pasado para que se pueda establecer una relación personal con él. El Jesús real es lo que se quiere descubrir, palabra y mensaje, escuchar al Jesús de los Evangelios para que se pueda llegar al encuentro con él.

2. Es una de las columnas del pensamiento de Benedicto XVI

Para mí este libro, junto con la Introducción al Cristianismo3 son como las dos columnas que sostienen el edificio teológico del Papa. Y también añadiría su precioso libro La fraternidad de los cristianos 4En esta II Parte de Jesús de Nazaret precisa el Papa de unir Fe-Historia. Escribe como teólogo y por lo tanto no es un ejercicio del magisterio. Por eso se puede leer con ojos críticos y discutir. Así lo dijo en la primera parte: «No necesito decir expresamente que este libro no es en modo alguno un acto magisterial, sino únicamente expresión de mi búsqueda personal del rostro del Señor. Por eso, cualquiera es libre de contradecirme. Pido sólo a los lectores y lectoras esa benevolencia inicial, sin la cual no habría comprensión posible» (Jesús de Nazaret. Desde el bautismo a la Transfiguración, p.20).

3. Un paso muy importante en nuestra relación con los judíos

Este libro tiene un gesto hacia nuestros hermanos los judíos. BENEDICTO XVI sostiene desde los datos que arrojan Marcos y Juan que los causantes históricos de la muerte de Jesús no fueron el pueblo (como aparece en Mateo), sino una minoría del mismo. El verdadero grupo de acusadores son los círculos cercanos al Templo (la aristocracia sacerdotal, y no toda) y en el contexto de la amnistía pascual se asocia a ellos la «masa» de las que sostenían a Barrabás. En otras palabras: no el pueblo en cuanto tal, sino el sanedrín y los sumos sacerdotes.

Ni que decir que esta posición ha satisfecho mucho a Israel. El primer ministro Benjamín Netanyahu, en una carta personal dirigida al Papa, ha reaccionado así: «Le doy las gracias por haber rechazado en su libro la falsa afirmación que ha sido utilizada como base para el odio contra los judíos en el curso de cientos de años».

En términos parecidos se ha expresado el presidente del Congreso Judío Mundial, Ro- . NALD LANDER, que declaró desde su sede en Ginebra: «Durante siglos, los judíos han padecido una brutal persecución y antisemitismo porque los cristianos les habían considerado colectivamente responsables de la muerte de Jesucristo, pese a que él fuese judío y que lo crucificaron los gobernantes romanos. Dos mil años después de ese acontecimiento, ha llegado el momento de que el jefe de la Iglesia católica se exprese deforma clara sobre la cuestión…».

4. El drama de Judas

En el capítulo tercero afronta la traición de Judas y todo el drama que supone para su vida. En aquella hora, Jesús ha tomado sobre sus hombros la traición de todos los tiempos, el sufrimiento de todas las épocas por el ser traicionado, soportando así hasta el fondo las miserias de la historia (p. 86).

Lo que sucedió con Judas es que ha caído bajo el dominio de otro: quien rompe la amistad con Jesús, quien se sacude de encima su «yugo ligero», no alcanza la libertad, no se hace libre, sino que, por el contrario, se convierte en esclavo de otros poderes.

Y, sin embargo, la luz que se había proyectado desde Jesús en el alma de Judas no se oscureció completamente. Hay un primer paso hacia la conversión: «He pecado», dice a sus mandantes. Trata de salvar a Jesús y devuelve el dinero (cf Mateo 27, 3ss). Todo lo puro y grande que había recibido de Jesús seguía grabado en su alma, no podía olvidarlo (p. 87).

Su segunda tragedia -comenta el Papa- después de la traición, es que ya no logra creer en el perdón. Su arrepentimiento se convierte en desesperación. Ya no ve más que a sí mismo y sus tinieblas, ya no ve la luz de Jesús, esa luz que puede iluminar y superar incluso las tinieblas. De este modo, nos hace ver el modo equivocado del arrepentimiento: un arrepentimiento que ya no es capaz de esperar, sino que ve únicamente la propia oscuridad, es destructivo y no es un verdadero arrepentimiento» (p. 87). La certeza de la esperanza forma parte del verdadero arrepentimiento, una certeza que nace de la fe en que la Luz tiene mayor poder y se ha hecho carne en Jesús.

Juan concluye el pasaje sobre Judas de una manera dramática con las palabras: «En cuanto Judas tomó el bocado, salió. Era de noche (13, 30). Judas sale fuera, y en un sentido más profundo: sale para entrar en la noche, se marcha de la luz hacia la oscuridad; el poder de las tinieblas, se ha apoderado de él (cf. Jn 3, 19; Lc 22, 53). (p. 88).

5. El tema de la Verdad

En el séptimo capítulo del libro aborda extensamente el diálogo de Jesús con el gobernador romano Poncio Pilatos sobre el tema de la verdad. ¿Qué es la verdad? Es una pregunta que emerge a partir de la afirmación hecha por Jesús de que ha venido para ser testigo de la verdad. ¿Qué sucede si la verdad no importa nada al Estado, en la sociedad, en el ámbito político? ¿Qué justicia será posible? ¿De ser así no favorece esto a los poderosos? ¿No es quizás cierto que las grandes dictaduras han vivido gracias a la mentira ideológica y que sólo la verdad puede llevar a la liberación y a la libertad? No olvidemos lo que dijo el Señor: «La verdad os hará libres».

Para el Papa en esa pregunta hecha de forma escéptica por Pilatos, es por el contrario muy seria en la que efectivamente está en juego el futuro de la humanidad. El mundo es verdadero en la medida en que refleja a Dios, el sentido de la creación, la Razón externa de la que ha surgido. Y es más verdadero cuanto más se acerca a Dios. Dios es la realidad que da el ser, el sentido. El Papa en su libro «Luz del mundo» habla de que estamos viviendo en la sociedad una «Dictadura del relativismo». El relativismo se ha convertido en el desafío más importante para la evangelización.

6. La Crucifixión y sepultura de Jesús

La primera palabra de Jesús en la cruz, pronunciada casi mientras lo crucifican, es la petición de perdón para quienes le tratan así: «Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen» (Le 23, 34). En la cruz estamos llamados a acoger a María en nuestra casa, como lo hizo el discípulo amado. Desde la cruz pasamos a ser hijos de María. Jesús nos encomienda que cuidemos de la Madre.

Los Evangelios sinópticos describen la muerte en la cruz como un acontecimiento cósmico y litúrgico: el sol se oscurece, el velo del templo se rasga en dos … muchos muertos resucitan…. Pero hay un proceso de fe más importante aún que los signos cósmicos: el centurión (que es el comandante del pelotón de ejecución) conmovido por todo lo que ve, reconoce a Jesús como Hijo de Dios. «Realmente éste era el Hijo de Dios» (Me 15, 39). Bajo la cruz da comienzo la Iglesia de los paganos (p. 261). Desde la cruz, el Señor reúne a los hombres para la nueva comunidad de la Iglesia universal. Mediante el Hijo que sufre reconocen al Dios verdadero (p. 261).

7. El cristianismo cae o se levanta con la Resurrección

Si Jesús no hubiese resucitado, sería una personalidad religiosa fallida. «Que Jesús sólo haya existido o que, en cambio, existe también ahora depende de la resurrección» (p. 282). En cuanto al sepulcro vacío sigue las aportaciones de THOMAS SóDING, ULRICH WILCKENS y otros que hacen notar con razón que en la Jerusalén de entonces el anuncio de la resurrección habría sido absolutamente imposible si se hubiera podido hacer referencia al cadáver que permanece en el sepulcro. Por eso hay que decir que si bien el sepulcro vacío de por sí no puede probar la resurrección, sigue siendo un presupuesto necesario para la fe en la resurrección, puesto que ésta se refiere precisamente al cuerpo y, por él, a la persona en su totalidad (pp. 296-297). Por eso RATZINGER afirma: «Las especulaciones teológicas, según las cuales la corrupción y la resurrección de Jesús serán compatibles una con otra, pertenecen al pensamiento moderno y están en clara contradicción con la visión bíblica. Según eso se confirma también que un anuncio de la resurrección habría sido imposible si el cuerpo de Jesús hubiera permanecido en el sepulcro» (p. 299).

Con relación a la expresión «al Tercer día resucito» afirma: «Para mí, la celebración del Día del Señor, que distingue a la comunidad cristiana desde el principio, es una de las pruebas más fuertes de que ha sucedido una cosa extraordinaria en ese día: el descubrimiento del sepulcro vacío y el encuentro con el Señor resucitado» (p. 302). Con la resurrección Jesús no ha vuelto a la vida anterior (como Lázaro o la hija de Jairo). Con la resurrección Cristo es la inauguración de una nueva existencia humana para todos, acontecimiento universal para toda la humanidad. Por otra parte, es algo único; los discípulos se encuentran con un Jesús que ya no pertenece a nuestro mundo. Se da una nueva dimensión de la realidad. Algo nuevo que ha llevado a los discípulos a presentarse ante el mundo para dar testimonio.

La resurrección da entrada al espacio nuevo que abre la historia más allá de sí misma y crea lo definitivo. En este sentido es verdad que la resurrección no es un acontecimiento histórico del mismo tipo que el nacimiento y la crucifixión de Jesús. Es algo nuevo, un género nuevo de acontecimiento. Pero es necesario advertir al mismo tiempo que no está simplemente fuera o por encima de la historia. En cuanto erupción que supera la historia, la resurrección tiene sin embargo su inicio en la historia misma y hasta cierto punto le pertenece. Con otras palabras: «la resurrección de Jesús va más allá de la historia, pero ha dejado su huella en la historia» (p. 319).

Al final permanece siempre la pregunta que Judas Tadeo le hizo a Jesús en el Cenáculo: Señor, ¿qué ha sucedido para que te muestres a nosotros y no al mundo? (Jn 14, 22). Sí, ¿por qué no te has opuesto con poder a tus enemigos que te han llevado a la cruz? ¿Por qué no les has demostrado con vigor irrefutable que tú eres el Viviente, el Señor de la vida y de la muerte? El Papa responde que la forma de actuar de Dios es siempre discreta (p. 321). No cesa de llamar con suavidad a las puertas de nuestro corazón y, si le abrimos, nos hace lentamente capaces de ver. El anuncio de los Apóstoles, ¿podría haber encontrado la fe y edificado una comunidad universal si no hubiera actuado en él la fuerza de la verdad? (p. 321).

8. Perspectiva. Subió al cielo, y está sentado a la derecha de Dios Padre, y de nuevo vendrá con gloria

Crítica el Papa aquellos que sostienen que Jesús habría pensado exclusivamente en categorías escatológicas (p. 324). Si esto fuera cierto, ¿cómo podría haber persistido la fe cristiana una vez comprobado que la esperanza inminente no se cumplió? De hecho, esta teoría contrasta con los textos y también con la realidad del cristianismo naciente, que experimentó la fe como una fuerza que actúa en el presente y, a la vez, como esperanza. Lucas nos dice que los discípulos estaban llenos de alegría después de que el Señor se había alejado de ellos definitivamente (Le 24, 50-53). ¿Cómo podemos entender nosotros esto? Evidentemente, están seguros de una presencia nueva de Jesús. Están seguros de que el Resucitado, está presente entre ellos, precisamente ahora, de una manera nueva y poderosa. La Ascensión no es un marcharse a una zona lejana del cosmos, sino la permanente cercanía que los discípulos experimentan con tal fuerza que les produce una alegría duradera (pp. 326-27). La observación sobre la nube tiene un carácter claramente teológico. Presenta la desaparición de Jesús no como un viaje hacia las estrellas, sino como un entrar en el Misterio de Dios (p. 328).

Estar a la derecha de Dios significa participar en la soberanía propia de Dios sobre todo espacio. «Su irse es precisamente así un venir, un nuevo modo de cercanía, de presencia permanente, que Juan pone también en relación con la alegría, de la que también habla el evangelio de Lucas» (p. 329). Así Jesús nos resulta accesible y cercano de manera nueva: a partir del Padre, en comunión con el Padre (cfr. Col 3, lss). «No es tarea de los discípulos quedarse mirando al cielo o conocer los tiempos y los momentos escondidos en el secreto de Dios. Ahora su tarea es llevar el testimonio de Cristo hasta los confines de la tierra» (p. 333).

Como actitud de fondo el «tiempo intermedio», a los cristianos se les pide vigilancia. RATZINGER cita a SAN CIRILO DE JERUSALÉN, en su catequesis habla de una doble venida. Pues casi todas las cosas son dobles en nuestro Señor Jesucristo (p. 336). Y SAN BERNARNDO habla de una triple venida: `Además de la primera y de la última, hay una venida intermedia. En la primera el Señor vino en la carne y debilidad; en esta segunda, en espíritu y verdad, y en la última, en gloria y majestad, Para confirmar su tesis, SAN BERNARDO se remite a Juan 14, 23: «El que me ama guardará mi palabra y mi Padre lo amará, y vendremos a él y haremos morada en él» (p. 337). Figuras, como SAN FRANCISCO y SANTO DOMINGO, ha sido un modo en que Cristo ha entrado de nuevo en la historia, haciendo valer de nuevo su palabra y su amor (p. 338).

¿Podemosorar por la venida de Jesús?¡Maranatha! ¡Ven Señpr Jesús! Sí, podemos y debemos (p.338) Levantando las manos, los bendijo… (Lc.24,50ss.) “Por la fe sabemos que Jesús, bendiciendo, tiene sus manos extendidas sobre nosotros. Ésta es la razón permanente de la alegría cristiana” (p.339).

Juan Pablo Garcia Maestro

1 Marius Reiser, Bibelkritik und Auslegung der Heiligen Schrift. Beitrtige zur Geschichte der biblischen Exegese und Hermeneutik, Mohr Siebeck, Tubinga 2007.
«La Escritura se ha de leer e interpretar con el mismo Espíritu con que fue escrita; por tanto, para descubrir el verdadero sentido del texto sagrado hay que tener muy en cuenta el contenido y la unidad de la Escritura, la Tradición viva de toda la Iglesia, la analogía de la fe. Todo lo dicho sobre la interpretación de la Escritura queda sometido al juicio definitivo de la Iglesia, que recibió de Dios el encargo y el oficio de conservar e interpretar la palabra de Dios» (DV 12).
3 J. Ratzinger, Introducción al Cristianismo. Lecciones sobre el credo apostólico, Ed. Sígueme, Salamanca 2001, 9edic.
4 Ediciones Sígueme, Salamanca 20052.

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