Recordando su Pascua

Entregaba fielmente al Señor su vida, la víspera de Navidad, el 24 de diciembre de 1903, sumida en máxima pobreza y aislamiento de toda querencia congregacional, a excepción de su profunda fidelidad a la Iglesia y al Fundador, que como él, podía repetir: Me comprometí a un estado de vida cuyo espíritu podía practicar hasta la muerte independientemente de todo acontecimiento humano.
Esta pequeña e insignificante semilla de querencia congregacional, que no pudieron saborearla ni ella ni el Fundador, hoy día, es una fuerza eclesial dispuesta a seguir sembrando, con hondura y compromiso, nuevos frutos de espiritualidad carmelitana misionera, a pesar de todo acontecimiento humano.
M. Consuelo Orella cm
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