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La Navidad de San José

Publicado en la Revista Lubarri (Diciembre 2011). APA Karmelo Ikastetxea (Donostia)

 ¡DIOS HA NACIDO! Y José, envolviéndolo en pañales, se LO ENTREGÓ a su madre, y LOS AMÓ en el silencio.

          Caminando, caminando volvemos a encontrarnos de nuevo con la Navidad, o quizá mejor dicho “en Navidad”.

           Seguramente tengamos la tentación de ponerle apellido. Ese apellido que nos acompaña en los últimos años y que parece que aún nos acompañará alguno más: Una Navidad en “crisis”.

Crisis económica: la sombra del paro, del desahucio, del vencimiento de la hipoteca, de los recortes en sueldos y recursos sociales,…

Crisis de paz: los conflictos bélicos manifiestos y encubiertos crecen, mientras las grandes organizaciones hablan y hablan de que deberían de terminar, de que hay que hacer algo; revoluciones y propuestas que se desmarcan por la violencia y la opresión de los más fuertes a los más débiles, mientras lo no tan fuertes y no tan débiles, contemplamos impasibles, cruzados de brazos, procurando que las “salpicaduras” sean mínimas.

Crisis de afectos: en la familia, en el barrio, en mi círculo,…

            Cuando parece que todo se ha vuelto del revés las calles se pueblan de bombillitas de colores con figuras más o menos logradas. Nuestro primer suspiro es: ¡Y eso que estamos en crisis!, el segundo: “es una fiesta más de consumo, una dormidera,…”

            A mí, me gustaría descubrir en alguna de las más humildes lucecitas, el deseo tintineante de acoger el momento presente, con la fuerza y el amor suficiente para que el futuro sea mejor; que aunque todo parezca ir al contrario de mis deseos, de mis esperanzas, sepa descubrir la presencia de Dios y de su Reino, el que nos mostraba el peregrino de Galilea, en cada acontecimiento de mi vida.

           Y hablando de reveses, de contrariedades, de silencio y de Palabra de Dios en el acontecer diario quiero invitaros a orar esta Navidad con San José. Sí, ese personaje callado y fiel, que colocamos en nuestros belenes cada año y que a veces pasa más inadvertido que el buey y la mula del pesebre. (Perdonad si he dicho una barbaridad).

          De José apenas dicen nada los Evangelios.

          José es de la “familia de David”. Dice la Escritura que de esta descendencia vendrá el Mesías.

          Como era costumbre, la boda entre José y María fue pactada por sus familias. Según la costumbre hebraica, tras el anuncio de los desposorios, la joven seguía viviendo en la casa paterna al menos un año. Después su marido la llevaba a la casa de su familia que sería desde entonces, su propia casa.

Navidad-Crisis: De todos es sabido que en este periodo de tiempo, María recibe la visita del Ángel Gabriel. María está embarazada. ¿Podemos ponernos en su situación? Tenemos que trasladarnos al siglo I de nuestra era, a una sociedad judía, a unas leyes y costumbres que… ¿lo recordáis?

           Lo primero que me llama la atención de José es su “silencio”. Un silencio que envuelve todo lo que de él conocemos. Un  silencio que, en esta ocasión se hace respeto ante lo que está sucediendo en María ¿y qué está sucediendo? ¡No tiene ni idea!, pero él, guarda el secreto y se posiciona discretamente a un lado. ¿A su lado? No, a “un lado”.

           Te invito a “contemplar” en silencio la respuesta de José. A contemplar nuestra respuesta cuando aquello que creemos que amamos, que nos parece que ya es nuestro, que creemos haber conseguido,…. parece esfumarse, cambia totalmente de color y me siento urgido a dar una respuesta. Y cuando hablo de “contemplar en silencio”, pienso en la “contemplación silenciosa” de José, que dudo que se pareciera a la de un monasterio, que imagino en el corazón de José mientras golpea la punta y la madera, sierra el tablón, tornea el embellecedor de la pieza que tiene ahora entre sus manos. Es un silencio que contempla desde el corazón como la vida pasa y es Dios quien pasa en la vida.

           Y José tiene un sueño. En los sueños todo es posible. Y José deja a “un lado” el poder que le da el ser varón en su sociedad. Y José escucha y obedece. No sé como oyó, ni como descubrió la voz de Dios: Haz esto, no hagas lo otro,… pero sé que José se pone “al lado” de María, al lado del débil, del pobre, de la elegida por Dios. José elige para su vida “la voluntad” de Dios. ¡Atrévete a soñar!.

           José se ha llevado a María a su “casa”, a su “lado”. Esta casa me evoca ahora ilusión, espera, preparativos,… Veo a José poniendo corazón al preparar la cuna que ocupará el niño, esperando poder abrazarlo, tenerlo en sus brazos. Ha decidido ser “su padre”. Veo a María tejiendo y cosiendo. Sus sueños se cruzan con los de José, como sus miradas, como sus caricias, como su silencio, silencio exento de autoinculpación, el de María, silencio exento de juicio, el de José; cuando llegue el niño,… pero el niño ya tiene “nombre”, el nombre que el Ángel ha dicho, el nombre que Dios le ha puesto, el nombre con que Dios le ama: Jesús.

Navidad-Crisis: Todo está preparado cuidadosamente y de nuevo los planes se tuercen. El embarazo está avanzado, pero no queda otra que “ponerse en camino”. Peregrinos de la fe, sin claves para el camino. Supongo que tienen miedo, pero se fían. Están recorriendo dos caminos: el de Nazaret a Belén y el de la compresión de la voluntad de Dios en sus vidas. ¿Dónde están los mapas, el navegador, las señales,…?. ¿Por qué a mí…?, ¿Por qué ahora…?. ¿Cuántas veces me he hecho esta pregunta? José obedece la voz del Ángel que le conduce dónde, cómo y cuándo él no sabe.

           Y en este momento, “llega el momento”. La habitación, la cuna, los pañales, el hogar están en Nazaret, a muchos kilómetros. No, no era lo que José había preparado para recibir a Jesús, para atender a María. Busca con insistencia, angustiado por la urgencia. Las palabras justas, la oscuridad de la noche y el silencio contemplativo.

           Quiero rescatar una estampa navideña que no aparece en nuestros belenes, que no se suele recordar en nuestras iglesias. Esta Navidad quiero compartir con José el momento del alumbramiento de María. La preparación del lecho, el cuidado de María, la colaboración en el momento del parto. ¿Por qué siempre he imaginado a María sola? ¿Quién si no la ayudó? Quiero acercarme a la angustia del momento: ¿allí?, ¿ahora?; a la sorpresa: ¡aquí!, ¡ahora!; al llanto y al júbilo, a la inmensa alegría que se siente cuando tiritando el cuerpo del recién nacido, le sostienes en tus manos, y ahora, apenas sin atreverte, lo cobijas en tus brazos, lo miras en silencio, y en silencio lo amas. ¡DIOS HA NACIDO! Y José, envolviéndolo en pañales, se LO ENTREGÓ a su madre, y LOS AMÓ en el silencio.

 DIOS HA NACIDO, ES NAVIDAD.  PON TU “GOTA” PARA HACERLA POSIBLE

Mª Victoria Alonso Domínguez , CM

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