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Mensaje de Año Nuevo

De Joan Tollifson (Fuente: http://www.facebook.com/notes/jeff-foster-en-español/)

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Pema Chodron abre su libro, el cual recomiendo mucho (Living Beautifully with Uncertainty and Change: Vivir Maravillosamente en la Incertidumbre y el Cambio) con una de mis citas favoritas de Shunryu Suzuki Roshi, fundador del Centro Zen de San Francisco: La vida es como abordar un bote que está a punto de zarpar y hundirse”. ¡Muy cierto!

El libro de Pema se divide en tres secciones que se centran en torno a tres compromisos, el último de los cuales es “Comprometerse a abrazar el mundo tal y como es”. El último capítulo de esa sección se llama Despertar en el osario. Pema explica que en el Tíbet, cuando alguien muere, el cuerpo se corta en pedazos y se traslada al osario, donde los chacales, los buitres y otras aves de rapiña llegan para alimentarse de los restos. Este osario o cementerio era un sitio en donde aquellos que meditaban llegaban para presenciar la impermanencia de la vida. Pema escribe que “el osario se ha convertido en una metáfora de la vida tal y como es y no como nos gustaría que fuera”.

El libro de Jeff Foster que tanto recomiendo “The Deepest Acceptance” también trata mucho acerca de este despertar en el osario, aunque no utiliza exactamente esas palabras.

Cada mañana, como muchos de ustedes, enciendo el ordenador y veo los titulares:

“Una estudiante de 23 años, alumna de medicina en la India fue golpeada y violada brutalmente en un autobús; debido a todas sus heridas, murió en el hospital.

En Los Ángeles, una mujer sin hogar de 67 años fue rociada con gasolina y prendida en llamas mientras dormía en una banca junto a la parada de autobús.

Varios niños fueron muertos a tiros dentro de una escuela en Connecticut y muchas personas de los Estados Unidos reaccionan comprando cada día más armas.

Hay una guerra continua en Siria, Afganistán y Palestina, las bombas caen sobre las casas, sobre ancianos y niños. Vuelan extremidades. La gente queda ciega y mutilada. Los niños huérfanos.

Los drones norteamericanos matan a más niños inocentes en Yemen”.

Hay un sufrimiento que no siempre aparece dentro de los titulares. En las granjas industriales a lo largo de todo el país, los animales soportan vidas de tortura en condiciones increíblemente horribles de las cuales la mayoría de la gente no tiene consciencia. La Tierra misma está siendo violada y diezmada por la tala de montes, derrames de petróleo, por los efectos catastróficos del cambio climático y la rápida aceleración de la sobrepoblación humana, y parece que nadie sabe cómo detener al monstruo.

Algunas vidas son increíblemente difíciles y dolorosas, en zonas de guerra o en cámaras de tortura o en manos de traficantes de sexo infantil, y no puedo imaginar cómo las personas sobreviven algunas de las cosas que hacen.

En contraste, mi vida resulta inmensamente cómoda y afortunada, pero incluso, en la mejor de las circunstancias, parece que los seres humanos somos vulnerables a las aparentemente insoportables olas de emoción, pensamiento y sensación que han llevado a muchos al suicidio, a la adicción o a la locura.

El dolor y el sufrimiento en este mundo es muy real en cierto sentido. Duele. Y yo no puedo remover nada de eso por simplemente creer que todo es el Ser Único o que se trata de la aparición de un sueño fugaz que parece real. Y sin embargo, cuando realmente dejo ir, cuando realmente me enamoro de la vacuidad, cuando estoy dispuesta a abrazar ese osario y abrir mi corazón y encontrar la profunda aceptación; cuando se da una completa rendición y se deja ir absolutamente todo, entonces, de repente, se da un cambio. Veo y siento verdaderamente que nada real puede ser destruido y que hay un espacio Aquí/Ahora para que todo sea exactamente como es.

En mi experiencia, no se trata de un cambio que ocurra de una vez por todas, sino más bien, una y otra vez. Algunas veces el dolor se siente abrumador y este cambio parece como un recuerdo lejano o una quimera. Caigo en la amargura o en el cinismo. Me endurezco y me cierro. Me muerdo los dedos, me deprimo o me enfurezco, busco consuelo en lugares equivocados. Pero después, milagro de milagros, despierto de nuevo, la limitación le cede su lugar a la libertad. No se trata de la libertad que imaginamos cuando el dolor desaparece para siempre y el mundo se convierte en una felicidad utópica. Es la libertad de ese amor incondicional que permite que todo sea como es, ese amor en el Corazón de todo.

En el camino, yo hago lo que la vida me mueva a hacer. Envío dinero aquí o allá, le escribo al Presidente o al Congreso solicitando un cambio en esto o en lo otro. Me siento en silencio y contemplo el dolor o la belleza. Rezo. Escribo libros, doy charlas, me muerdo los dedos y luego me los vendo. Me siento en silencio para ver caer la nieve, escucho el canto de un pájaro y gozo de la entrada del sol que se refleja en la alfombra en una mañana de invierno.

Algunas veces, no lo olvidemos, las noticias son conmovedoras y sorprendentes. Durante mi vida he visto enormes cambios positivos para las mujeres, para las personas de color, para las personas LGBT (lesbianas, gais, bisexuales, transexuales), para personas con discapacidades, cambios que en mi juventud no habría podido imaginar. He visto una creciente toma de consciencia en cuanto a la ecología y a la interdependencia. Y cada día, ignorados dentro de los titulares, las personas están llevando a cabo actos de bondad y generosidad y la vida está despertando del sueño de la separación y del aislamiento. Y en este momento, en el filo del Aquí y el Ahora, me parece que, de alguna manera, todo es soportable, incluso las peores atrocidades.

Estar aquí, tanto como consciencia (el Todo indiviso que lo acepta todo y nada necesita) y como ser humano, con todas las imperfecciones, decepciones e incertidumbres. Estar aquí en (y como) esta perfecta e ilimitada presencia consciente que incluye este cuerpo-mente siempre cambiante y este loco, maravilloso país en donde vivo y este planeta y sistema solar y esta galaxia y este universo y esta novedosa realidad virtual llamada Facebook, donde los amigos de todo el mundo se hacen presentes, sin cuerpo, o tal vez más allá de los aparentes límites del cuerpo, para conocernos, saludarnos y apoyarnos mutuamente en el interminable camino que nos lleva de Aquí a Aquí… ¿qué más se puede decir?

Simplemente esto: Me siento sumamente agradecida con todos los que han aparecido en este Sueño de Despertar, con los que visitan esta página y leen mis libros y asisten a mis reuniones. Me siento muy agradecida con todos mis amigos, con todos aquellos que incansablemente, y en contra de todos los pronósticos, siguen trabajando por la paz y la justicia y por un mundo mejor para todos, y para todos aquellos que se sientan en silencio ante el osario. Me siento muy agradecida por mis aparentes enemigos también, quienes revelan mis propias partes sombrías y que me indican en dónde sigo aferrado a la ilusión.

Gracias a todos por estar aquí y por ser exactamente quienes son en cada sentido. Les deseo a todos y cada uno de nosotros una paz verdadera, verdadera libertad, amor incondicional, alegría sin causa y una risa incontrolable para este Año Nuevo. Y deseo para todos nosotros, que podamos encontrar el camino dentro de este único momento presente para abrazar al mundo tal y como es, que despertemos en ese osario, que aceptemos el dolor y el sufrimiento sin darles la espalda, sin amargarnos, sin aferrarnos a un falso consuelo. Que todos podamos descubrir la más profunda aceptación y aprendamos a encarnarla y a transmitirla. Y que cuando nos dejemos llevar por la ira, o cuando nos mordamos los dedos o cuando nos fumemos esos cigarrillos o digamos cosas de las que después nos arrepintamos, nos sepamos perdonar a nosotros mismos y reconocer que lo estamos haciendo lo mejor posible y que todo esto es simplemente la danza de la vida.

El Maestro Zen Vietnamita Thich Nhat Hanh dijo: Queremos ser solo buenos, y queremos eliminar todo mal. Pero eso es solo porque olvidamos que el bien está hecho de elementos no-buenos”. Dijo: “No puedes ser solamente bueno. No puedes tener la esperanza de eliminar el mal, porque gracias al mal, el bien existe, y viceversa”.

Él comprobó esto en su propia vida. Vivió la guerra en Vietnam. Y escribió un bellísimo poema: “Llámame por mis verdaderos nombres”, que dice (en parte) así:

“No digas que parto mañana; aún hoy sigo llegando.

Mira profundamente: cada segundo estoy llegando para ser un brote en una rama de Primavera, para ser un pequeño pájaro en mi nuevo nido, para ser una oruga en el corazón de una flor, para ser una joya escondiéndose en una piedra…

Soy una mosca de mayo transformándose en la superficie del río. Y soy el pájaro que ha de tragarse esa mosca de mayo.

Soy una rana nadando alegremente en las claras aguas de un estanque. Y soy la serpiente de hierba que silenciosamente se alimenta de la rana.

Soy el niño de Uganda, todo carne y huesos, mis piernas tan delgadas como cañas de bambú. Y soy el comerciante de armas, que vende armas letales a Uganda.

Soy la joven de doce años, refugiada en un barco pequeño, que se arroja al océano después de haber sido violada por un pirata del mar. Y soy el pirata, con mi corazón aún incapaz de ver y amar.

Mi alegría es como la Primavera, tan cálida que hace que las flores broten por toda la Tierra. Mi dolor es como un río de lágrimas, tan inmenso que llena los cuatro océanos.

Por favor, llámame con mis verdaderos nombres, para que pueda escuchar todos mis gritos y risas a la vez, para que pueda darme cuenta de que mi alegría y mi dolor son uno solo.

Por favor, llámame por mis verdaderos nombres, para que pueda despertar, y para que la puerta de mi corazón pueda mantenerse abierta, la puerta de la compasión.”

Thich Nhat Hanh.

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