Miércoles de ceniza

Del evangelio según san Mateo 6,1-6.16-18

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

«Cuidad de no practicar vuestra justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos; de lo contrario, no tendréis recompensa de vuestro Padre celestial. Por tanto, cuando hagas limosna, no vayas tocando la trompeta por delante, como hacen los hipócritas en las sinagogas y por las calles, con el fin de ser honrados por los hombres; os aseguro que ya han recibido su paga. Tú, en cambio, cuando hagas limosna, que no sepa tu mano izquierda lo que hace tu derecha; así tu limosna quedará en secreto, y tu Padre, que ve en lo secreto, te lo pagará. Cuando recéis, no seáis como los hipócritas, a quienes les gusta rezar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las plazas, para que los vea la gente. Os aseguro que ya han recibido su paga. Tú, cuando vayas a rezar, entra en tu aposento, cierra la puerta y reza a tu Padre, que está en lo escondido, y tu Padre, que ve en lo escondido, te lo pagará. Cuando ayunéis, no andéis cabizbajos, como los hipócritas que desfiguran su cara para hacer ver a la gente que ayunan. Os aseguro que ya han recibido su paga. Tú, en cambio, cuando ayunes, perfúmate la cabeza y lávate la cara, para que tu ayuno lo note, no la gente, sino tu Padre, que está en lo escondido; y tu Padre, que ve en lo escondido, te recompensara.»

 MENSAJE DEL SANTO PADRE FRANCISCO

PARA LA CUARESMA 2016

 “Misericordia quiero y no sacrificio” (Mt 9,13).
Las obras de misericordia en el camino jubilar

1. María, icono de una Iglesia que evangeliza porque es evangelizada

En la Bula de convocación del Jubileo invité a que «la Cuaresma de este Año Jubilar sea vivida con mayor intensidad, como momento fuerte para celebrar y experimentar la misericordia de Dios» (Misericordiae vultus, 17). Con la invitación a escuchar la Palabra de Dios y a participar en la iniciativa «24 horas para el Señor» quise hacer hincapié en la primacía de la escucha orante de la Palabra, especialmente de la palabra profética. La misericordia de Dios, en efecto, es un anuncio al mundo: pero cada cristiano está llamado a experimentar en primera persona ese anuncio. Por eso, en el tiempo de la Cuaresma enviaré a los Misioneros de la Misericordia, a fin de que sean para todos un signo concreto de la cercanía y del perdón de Dios.

María, después de haber acogido la Buena Noticia que le dirige el arcángel Gabriel, canta proféticamente en el Magnificat la misericordia con la que Dios la ha elegido. La Virgen de Nazaret, prometida con José, se convierte así en el icono perfecto de la Iglesia que evangeliza, porque fue y sigue siendo evangelizada por obra del Espíritu Santo, que hizo fecundo su vientre virginal. En la tradición profética, en su etimología, la misericordia está estrechamente vinculada, precisamente con las entrañas maternas (rahamim) y con una bondad generosa, fiel y compasiva (hesed) que se tiene en el seno de las relaciones conyugales y parentales.

2. La alianza de Dios con los hombres: una historia de misericordia

El misterio de la misericordia divina se revela a lo largo de la historia de la alianza entre Dios y su pueblo Israel. Dios, en efecto, se muestra siempre rico en misericordia, dispuesto a derramar en su pueblo, en cada circunstancia, una ternura y una compasión visceral, especialmente en los momentos más dramáticos, cuando la infidelidad rompe el vínculo del Pacto y es preciso ratificar la alianza de modo más estable en la justicia y la verdad. Aquí estamos frente a un auténtico drama de amor, en el cual Dios desempeña el papel de padre y de marido traicionado, mientras que Israel el de hijo/hija y el de esposa infiel. Son justamente las imágenes familiares -como en el caso de Oseas (cf. Os 1-2)- las que expresan hasta qué punto Dios desea unirse a su pueblo.

Este drama de amor alcanza su culmen en el Hijo hecho hombre. En Él Dios derrama su ilimitada misericordia hasta tal punto que hace de Él la «Misericordia encarnada» (Misericordiae vultus, 8). En efecto, como hombre, Jesús de Nazaret es hijo de Israel a todos los efectos. Y lo es hasta tal punto que encarna la escucha perfecta de Dios que el Shemà requiere a todo judío, y que todavía hoy es el corazón de la alianza de Dios con Israel: «Escucha, Israel: El Señor es nuestro Dios, el Señor es uno solo. Amarás, pues, al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas» (Dt 6,4-5). El Hijo de Dios es el Esposo que hace cualquier cosa por ganarse el amor de su Esposa, con quien está unido con un amor incondicional, que se hace visible en las nupcias eternas con ella.

Es éste el corazón del kerygma apostólico, en el cual la misericordia divina ocupa un lugar central y fundamental. Es «la belleza del amor salvífico de Dios manifestado en Jesucristo muerto y resucitado» (Exh. ap. Evangelii gaudium, 36), el primer anuncio que «siempre hay que volver a escuchar de diversas maneras y siempre hay que volver a anunciar de una forma o de otra a lo largo de la catequesis» (ibíd., 164). La Misericordia entonces «expresa el comportamiento de Dios hacia el pecador, ofreciéndole una ulterior posibilidad para examinarse, convertirse y creer» (Misericordiae vultus, 21), restableciendo de ese modo la relación con él. Y, en Jesús crucificado, Dios quiere alcanzar al pecador incluso en su lejanía más extrema, justamente allí donde se perdió y se alejó de Él. Y esto lo hace con la esperanza de poder así, finalmente, enternecer el corazón endurecido de su Esposa.

3. Las obras de misericordia

La misericordia de Dios transforma el corazón del hombre haciéndole experimentar un amor fiel, y lo hace a su vez capaz de misericordia. Es siempre un milagro el que la misericordia divina se irradie en la vida de cada uno de nosotros, impulsándonos a amar al prójimo y animándonos a vivir lo que la tradición de la Iglesia llama las obras de misericordia corporales y espirituales. Ellas nos recuerdan que nuestra fe se traduce en gestos concretos y cotidianos, destinados a ayudar a nuestro prójimo en el cuerpo y en el espíritu, y sobre los que seremos juzgados: nutrirlo, visitarlo, consolarlo y educarlo. Por eso, expresé mi deseo de que «el pueblo cristiano reflexione durante el Jubileo sobre las obras de misericordia corporales y espirituales. Será un modo para despertar nuestra conciencia, muchas veces aletargada ante el drama de la pobreza, y para entrar todavía más en el corazón del Evangelio, donde los pobres son los privilegiados de la misericordia divina» (ibíd., 15). En el pobre, en efecto, la carne de Cristo «se hace de nuevo visible como cuerpo martirizado, llagado, flagelado, desnutrido, en fuga… para que nosotros lo reconozcamos, lo toquemos y lo asistamos con cuidado» (ibíd.). Misterio inaudito y escandaloso la continuación en la historia del sufrimiento del Cordero Inocente, zarza ardiente de amor gratuito ante el cual, como Moisés, sólo podemos quitarnos las sandalias (cf. Ex 3,5); más aún cuando el pobre es el hermano o la hermana en Cristo que sufren a causa de su fe.

Ante este amor fuerte como la muerte (cf. Ct 8,6), el pobre más miserable es quien no acepta reconocerse como tal. Cree que es rico, pero en realidad es el más pobre de los pobres. Esto es así porque es esclavo del pecado, que lo empuja a utilizar la riqueza y el poder no para servir a Dios y a los demás, sino parar sofocar dentro de sí la íntima convicción de que tampoco él es más que un pobre mendigo. Y cuanto mayor es el poder y la riqueza a su disposición, tanto mayor puede llegar a ser este engañoso ofuscamiento. Llega hasta tal punto que ni siquiera ve al pobre Lázaro, que mendiga a la puerta de su casa (cf. Lc 16,20-21), y que es figura de Cristo que en los pobres mendiga nuestra conversión. Lázaro es la posibilidad de conversión que Dios nos ofrece y que quizá no vemos. Y este ofuscamiento va acompañado de un soberbio delirio de omnipotencia, en el cual resuena siniestramente el demoníaco «seréis como Dios» (Gn 3,5) que es la raíz de todo pecado. Ese delirio también puede asumir formas sociales y políticas, como han mostrado los totalitarismos del siglo XX, y como muestran hoy las ideologías del pensamiento único y de la tecnociencia, que pretenden hacer que Dios sea irrelevante y que el hombre se reduzca a una masa para utilizar. Y actualmente también pueden mostrarlo las estructuras de pecado vinculadas a un modelo falso de desarrollo, basado en la idolatría del dinero, como consecuencia del cual las personas y las sociedades más ricas se vuelven indiferentes al destino de los pobres, a quienes cierran sus puertas, negándose incluso a mirarlos.

La Cuaresma de este Año Jubilar, pues, es para todos un tiempo favorable para salir por fin de nuestra alienación existencial gracias a la escucha de la Palabra y a las obras de misericordia. Mediante las corporales tocamos la carne de Cristo en los hermanos y hermanas que necesitan ser nutridos, vestidos, alojados, visitados, mientras que las espirituales tocan más directamente nuestra condición de pecadores: aconsejar, enseñar, perdonar, amonestar, rezar. Por tanto, nunca hay que separar las obras corporales de las espirituales. Precisamente tocando en el mísero la carne de Jesús crucificado el pecador podrá recibir como don la conciencia de que él mismo es un pobre mendigo. A través de este camino también los «soberbios», los «poderosos» y los «ricos», de los que habla el Magnificat, tienen la posibilidad de darse cuenta de que son inmerecidamente amados por Cristo crucificado, muerto y resucitado por ellos. Sólo en este amor está la respuesta a la sed de felicidad y de amor infinitos que el hombre —engañándose— cree poder colmar con los ídolos del saber, del poder y del poseer. Sin embargo, siempre queda el peligro de que, a causa de un cerrarse cada vez más herméticamente a Cristo, que en el pobre sigue llamando a la puerta de su corazón, los soberbios, los ricos y los poderosos acaben por condenarse a sí mismos a caer en el eterno abismo de soledad que es el infierno. He aquí, pues, que resuenan de nuevo para ellos, al igual que para todos nosotros, las lacerantes palabras de Abrahán: «Tienen a Moisés y los Profetas; que los escuchen» (Lc 16,29). Esta escucha activa nos preparará del mejor modo posible para celebrar la victoria definitiva sobre el pecado y sobre la muerte del Esposo ya resucitado, que desea purificar a su Esposa prometida, a la espera de su venida.

No perdamos este tiempo de Cuaresma favorable para la conversión. Lo pedimos por la intercesión materna de la Virgen María, que fue la primera que, frente a la grandeza de la misericordia divina que recibió gratuitamente, confesó su propia pequeñez (cf. Lc 1,48), reconociéndose como la humilde esclava del Señor (cf. Lc 1,38).

Vaticano, 4 de octubre de 2015
Fiesta de San Francisco de Asís

Pistas para la lectura del Mensaje 

Introducción

El pasado 26 de Enero se dio a conocer a toda la Iglesia el mensaje del Papa Francisco para la Cuaresma del Año Jubilar. En el documento titulado “Misericordia quiero y no sacrificio” (Mt 9,13): Las obras de misericordia en el camino jubilar, Francisco estructura su propuesta de itinerario cuaresmal en consonancia a la Misericordia, experiencia personal y eclesial a la que estamos invitados durante este 2016. El propósito de esta columna es proponer algunas pistas de lectura de este mensaje de manera, esto a modo de pre-texto, es decir, como el inicio de un proceso de reflexión en torno a la palabra del Papa latinoamericano. El mensaje de Cuaresma se divide en tres apartados:

1) María, icono de una Iglesia que evangeliza porque es evangelizada;

2) La alianza de Dios con los hombres: una historia de misericordia;

3) Las obras de la misericordia.

1. Importancia de una “teología de la escucha”

En el mensaje de Cuaresma encontramos que Francisco le otorga a la actitud de la escucha un lugar de importancia. Así el Papa presenta los conceptos de: escucha, escuchar y escuchen. Son siete menciones en total: “escuchar la Palabra de Dios”, “primacía de la escucha orante de la Palabra sobre todo de la palabra profética”, “escucha perfecta de Dios”, “escuchar de distintas maneras el primer anuncio”, “la escucha como forma de evitar la alienación existencial”, la mención del texto de Lázaro y el rico y el pasaje de Lucas “tienen a Moisés y los profetas: que los escuchen” (Lc 16,29) y finalmente “la escucha activa” como actitud pascual y escatológica.

Para el pensamiento y la reflexión bíblica, la intervención de Dios en la historia, la revelación, acontece como un proceso de escucha de su Palabra y de la respuesta a ella mediante la fe como don de la gracia. Entre estas experiencias de escucha se ubica la del profeta, del hombre y la mujer que está llenos del Espíritu de Dios, que anuncian la Palabra de Dios y denuncian todo aquello que va contra esa palabra liberadora, especialmente los abusos cometidos contra los huérfanos, los extranjeros o las viudas. El profeta -y su experiencia- tiene un lugar de importancia en el mensaje cuaresmal. Para comprender un poco más la teología de la escucha desde la misión profética, leeremos un texto de Isaías correspondiente al Tercer Canto del Siervo de Yahvé: “El Señor Dios me ha dado lengua de discípulo, para que yo sepa sostener con una palabra al fatigado. Mañana tras mañana me despierta, despierta mi oído para escuchar como los discípulos” (Is 50,4)

La figura del profeta, emisario de Dios en medio del pueblo, representa el verdadero prototipo de servicio. Servicio que se basa en dos acciones fundamentales. La primera es la capacidad profética de “sostener con la palabra al fatigado”. Para poder confortar, el verdadero discípulo debe saber lo que es el dolor. Nuestra sociedad ha impuesto un rechazo generalizado al tema del sufrimiento. Se pasa por alto, se evita. Pero en cambio, el que quiere ser “siervo”, debe someterse, abajarse, salir de su metro cuadrado y compartir la suerte de las masas sufrientes.

La segunda actitud, y la que nos interesa, es la acción de Dios a favor de que su siervo preste oído a sus palabras. Desde el momento en que Dios nos interpela, debemos establecer una capacidad de sano discernimiento. El “oído despierto”, denota un claro signo de fidelidad. Es poner nuestra atención en la revelación, en el signo que estamos presenciando. Quizás será sutil o velado, pero aun así debemos tener la voluntad de prestar nuestra obediencia al plan de liberación y de praxis de la buena nueva fundada en la misericordia. La sociedad actual nos va colocando en la contrapartida de la escucha. Permanecemos sordos ante la voz del Dios actuante, y no asociamos nuestra vida a su vida. Es la actitud que debemos mejorar y que Francisco la denuncia cuando habla de los totalitarismos de este siglo fundados en “las ideologías del pensamiento único y de la tecnociencia, que pretenden hacer que Dios sea irrelevante y que el hombre se reduzca a una masa para utilizar” (parágrafo 3). También se manifiestan en las esperanzas puestas en los “falsos modelos de desarrollo, en la idolatría del dinero que nos hace no mirar y reconocer a los pobres y volvernos indiferentes a su destino” (parágrafo 3).

2. Dimensión femenino-maternal y mariológica de la Misericordia

Un elemento interesante en el mensaje cuaresmal es la dimensión femenino-maternal que la Misericordia posee y que Francisco la recuerda. Junto a dicha dimensión podemos identificar el sentido mariológico/mariano de la experiencia de la Misericordia. El Papa llega a hablar de un amor visceral. ¿A qué está haciendo referencia? En la literatura bíblica existe un concepto que es el rahamin, que significa misericordia, la cual “se expresa en hebreo con la raíz raHam, que evoca el seno materno, reHem, y por consiguiente el movimiento interior y las emociones que siente la mujer. Así, pues, el término es imaginario y recuerda el amor y el afecto que la mujer puede sentir por su hijo” (Prevóst, 1992). No deja de ser interesante que el autor bíblico le aplique características femenino-maternales a Dios. Con esto viene a romperse un imaginario de la masculinidad que se le había aplicado a Dios. Dicho imaginario tendía más a características de venganza, de ira o lucha. En cambio la aplicación del rahamin le asigna a Dios la ternura, la caridad, el amor visceral del que habla Francisco inspirado por las fuentes bíblicas. Es el amor y la misericordia que, como dice el Papa en Misericordiae Vultus, “proviene desde lo más íntimo como un sentimiento profundo, natural, hecho de ternura y compasión, de indulgencia y de perdón” (MV 6).

Desde nuestras vísceras, desde lo más profundo de nuestro ser creyentes y no creyentes hemos de provocar una corriente de misericordia. Es necesario continuar engendrando la experiencia misericordiosa, el acercamiento a los que viven sin misericordia. Así fue la actitud de Dios, del que se presentó a Moisés como Yahvé (Cf. Ex 3,14), es decir del que estaría-con-el-pueblo. Su presencia, su rostro “hace de la historia de Dios con su pueblo una historia de salvación” (MV 7). Con esto, la misericordia es también la entrada que el Pueblo tiene al Misterio absoluto del Dios misericordioso. Es el trato amoroso hecho Alianza, herencia y promesa, conceptos articuladores de la experiencia de fe de Israel y de la Iglesia.

3. Alianza como historia e historia como alianza

En dos ocasiones Francisco habla de la “alianza” y del “pacto”. La historia es creación de Dios al comienzo de todo. La tradición judeocristiana confiesa a un Dios que proyecta una historia de carácter lineal, positiva y dinámica, una historia que tiene un comienzo (la Creación), un desarrollo salvífico y un término (lo escatológico, la vida eterna). Esta historia hemos de reconocerla como “lugar teológico”, es decir como espacio en el cual Dios actúa revelándose como misericordia y como lugar donde el creyente practica la escucha (ver apartado 1).

Pero, si indagamos en la reflexión teológica de Israel antes de realizar una reflexión sobre la historia o la creación, el pueblo comprendió primero que con él Yahvé había pactado una Alianza. Así, el pacto o la alianza constituyen el primer concepto teológico propiamente tal pensado por Israel. Pero esta Alianza puede llegar a romperse a causa de la infidelidad del hombre a causa de su pecado, de “querer ser como Dios” como lo recuerda Francisco retrotrayendo el texto del Génesis. Pero a pesar del pecado, Dios se manifiesta como rico en misericordia e invita nuevamente a la persona a vivir en alianza de amor con Él. A esto Francisco lo llama “el drama de amor”. Creemos que esto es leído por el Papa desde la reflexión teológica del suizo Hans Urs Von Balthasar (1905-1988), quien proyectó su teología bajo el concepto de “Teodramática”. En ella habla de “las personas del drama” y cómo la relación del Dios Trinidad con el hombre y sobre todo de Jesucristo se puede interpretar como un drama, como amor y ruptura del mismo, pero ante el cual la acción misericordiosa se Dios terminará prevaleciendo.

En Jesucristo, en quien Francisco reconoce a “la misericordia encarnada” y nos recuerda que es un verdadero hijo de Israel a la vez que Esposo de la Iglesia, podemos reconocer como la Alianza o el pacto tiene pleno y perfecto cumplimiento. Esta acción de Dios en la historia es comunicada primero por Jesucristo y luego por el kerigma (primer anuncio) apostólico. La Alianza de Jesús con la Iglesia y en ella con todo el mundo, tiene como centro y concreción cotidiana la misericordia y sus obras, tanto corporales y espirituales.

4. Obras de la misericordia y el pecado social

El mensaje de cuaresma del Papa tiene como motivo central las obras de misericordia, corporales y espirituales. Ellas, nos recuerda Francisco, nos permiten comprender que la fe se debe traducir en gestos concretos y cotidianos, en ayudar al prójimo. Para ello, el Papa propone cuatro verbos en referencia al otro, especialmente al que sufre: “nutrirlovisitarloconsolarloeducarlo”. Estos verbos son extraídos por Francisco desde el discurso escatológico de Mateo 25,35-40 en donde Jesús se identifica con los pobres. Ellos son los privilegiados de la misericordia divina, ya que en ellos podemos ver al Cristo que está “martirizado, llagado, flagelado, desnutrido, en fuga”, nos dice Francisco en el mensaje. Ello iluminado por otros tres verbos “reconocertocarasistir”. Con la presencia de estos siete verbos, podemos llegar a sostener que la misericordia, lejos de ser una mera teoría o una teología, un discurso estereotipado o bien estructurado, debe convertirse en una acción cotidiana, en una virtud de todos los cristianos y de aquellos no creyentes que actúan movidos por la buena voluntad.

Las obras de la misericordia nos permiten acercarnos corporalmente al que sufre, al que es dañado por las “formas actuales del delirio de omnipotencia” en palabras del Papa. Francisco denuncia abiertamente las formas sociales y políticas de los totalitarismos del siglo XX, la ideología del pensamiento único y de la tecnociencia que buscan hacer de Dios alguien irrelevante, lo que provocaría que el hombre quede reducido a una “masa que se usa”. Existe, por tanto, la conciencia de que las estructuras son afectadas por el llamado pecado social, en donde se nos impide reconocer al que sufre y en donde la única ley es valorar lo propio, no lo ajeno menos lo distinto.

5. Para concluir: Una Cuaresma que es Jubilar

El Papa Francisco en dos ocasiones sostiene que la Cuaresma es “tiempo de gracia para vencer la alienación existencial” y que es “tiempo favorable para la conversión”. Ambos conceptos del “tiempo” están en directa consonancia con la experiencia del Jubileo, del Año Santo, del tiempo de gracia, del kairós-tiempo oportuno. Esta Cuaresma que es Jubilar ha de estar fundada en la escucha de la Palabra de Dios y en la vivencia de las obras de la misericordia.

La persona humana, naturalmente sedienta de amor y felicidad, puede reconocer en el Dios revelado en la historia, en el Dios de la Alianza, la fuente inagotable de amor y de misericordia que, como dice el Papa, nos permite vencer el infierno entendido como abismo de soledad. Al reconocernos necesitados de la gracia, al confesar nuestra pequeñez y nuestro ser servidores, estaremos experimentado la alegría de la conversión y la conversión a la alegría escatológica, a esa alegría que nos prepara la Cuaresma de manera de llegar renovados a la celebración de los Misterios Pascuales.

Juan P. Espinosa Arce
Religión digital

Documentación:  Liturgia de la Palabra

Documentación:  Mensaje del Papa Francisco para la Cuaresma 2016

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