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Modelando mi vida como el alfarero

 “Al Carmelo corresponde conservar

La sal de la tierra”-Teresa del N.J

         Francisco, que había interrumpido sus estudios teológicos en el Seminario para ingresar en el Carmelo, ahora, después de profesar, por una autorización del Definitorio Provincial, se disponía a continuarlos.

         Para cursarlos, los jóvenes profesos debían trasladarse a los colegios que la Orden tenía preparados para este fin.  A Francisco, le correspondía ir al de Lérida, pero como eran tiempos tan calamitosos y realmente peligrosos, por estar los religiosos bajo perpetua amenaza anticlerical, no era aconsejable el traslado, máxime con la dificultad que ofrecían, en aquel entonces, los viajes.

          Para salvar estas preocupaciones y no se perjudicaran los estudiantes, el Definitorio Provincial había dispuesto que los jóvenes profesos continuaran  sus estudios en el convento en que se  encontraran. Así pues, Fray Francisco  permaneció en el convento de San José de Barcelona.

         El régimen del estudiantado era llevado con férrea disciplina. Sin embargo, tenían algunas concesiones y permisos  que los celebraban con alegría: podían. dos veces al año, pasar el día en el campo; se les autorizaba a asistir con frecuencia a sermones y actos culturales para acrecentar el amor al estudio. Cuatro o cinco veces al año se les permitía salir a casa de sus familiares.

         El libro de texto era con preferencia la Suma Teológica de Santo Tomás y tenían que aprenderla conforme a lo ordenado por las  Constituciones, “no sólo en cuanto al sentido, sino literalmente, de tal forma que a ser posible, aprendieran de memoria el texto íntegro del Doctor Angélico” y añadían “pueden escoger autores pero nunca deben dejar la fuente de Santo Tomás”

         Las materias que estudiaban eran: dogma, Sagrada Escritura, teología… Tenían obligación de participar también en discusiones públicas o conclusiones temáticas.

         El tiempo de estudio personal más fuerte, lo tenían por la noche, al que dedicaban dos horas después de la oración. También aprovechaban los intervalos que quedaban durante el día,   entre clase y clase.

         Las recreaciones eran, evidentemente, insuficientes para una juventud necesitada de esparcimiento. Desde la festividad de la Exaltación de la Santa Cruz, 14 de septiembre, hasta el primero de junio, sólo podían tener media hora de recreación después de comer. En Barcelona los estudiantes solían entretenerse con el juego de bochas, para lo cual tenían preparado un lugar en un rincón de la huerta.  P. Gregorio.

         Nuestro estudiante carmelita, después de aprobar los exámenes correspondientes para la ordenación de diácono, el 22 de febrero de 1834. caldeado su espíritu con un retiro espiritual de diez días, era ordenado Diácono por el obispo barcelonés, Mons. Pedro Martínez San Martín

                                                    María Consuelo Orella cm

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