¡Felicidades, Francisco!

“En la parroquial iglesia de Aytona, el día veintinueve de diciembre del año mil ochocientos once… bauticé solemnemente y puse los santos óleos a un niño que nació el mismo día como a la seis de la mañana…”
En ese momento, comenzó a existir Francisco, en la calle del Arrabal, número veinticinco de Aytona (Lérida), en el hogar, profundamente cristiano, Palau-Quer. Hogar, espacio donde dos personas, dos corrientes de humanidad, se encuentran entre sí, para hacer un hueco a una nueva vida.
El suscitar descendencia, está en manos del hombre, pero lo que resulta de la generación, supera de tal manera al hombre, que los padres tienen más vivo sentimiento de que se les ha dado un hijo, que no de haberlo engendrado ellos: “Herencia de Yavé son los hijos, una recompensa, el fruto de las entrañas” Salmo 127
Hogar, no significa tan sólo vivir juntos padres e hijos bajo el alero de una misma casa. Es una atmósfera espiritual impregnada de gozo, alegría, intimidad, confianza, que envuelve y penetra las personas y sus relaciones. Ser hijos, significa estar tejidos en el telar de la vida de los padres. No hay relación humana que tenga un influjo tan profundo, como el generado por este amor.
Es la vivencia, que Francisco anhela para sus hijas: amor, traducido en donación, sacrificio, dedicación y servicio.
Mª Consuelo Orella cm
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