
El primer sábado después de Pentecostés celebramos a María bajo el mismo título con que el P. Palau la veneró.
Queremos recuperar el estilo y espíritu del Beato en su relación espiritual con la Madre de Jesús, “carisma mariano”, que también es de la Congregación y que solicita a comulgar y apropiarse de todos los motivos de su devoción mariana. Y hoy, como en otros tanto momentos palautianos, estas devociones están muy en consonancia con la palabra actual del Papa, que estimula a recuperar las devociones marianas.
Aparte de la connotación histórica que tiene el título en la vida histórica del Beato, esta advocación se insiere además y concuerda con la tradición mariana del Carmelo: Maria “tipo y figura de la Iglesia”, Virgen de la contemplación y de la escucha, modelo del cristiano en el camino de la santidad, en la subida del monte , que es Cristo, todo ello entendido como el proceso de purificación y consolidación de las virtudes teologales que unen a Dios.
Ella “llena de gracia, llena de los dones, llena de las virtudes” (Cf. Mes de María, Escritos. p. 599), nos ayuda a conformarnos al programa de las virtudes evangélicas.
La vida litúrgica del Carmelo y por supuesto de nuestra Congregación gira siempre en torno al Misterio de Cristo, así como es presentado y celebrado por la Iglesia a través del Año litúrgico.
Lo mismo hace con las celebraciones marianas.
Celebrando a María con y como la Iglesia, obramos como el Beato Francisco Palau y es el signo de una devoción mariana auténtica, porque es eclesial.
Se pretende recuperar para la vida litúrgica de nuestra familia, en una forma más evidente, lo que la liturgia carmelitana y eclesial, presenta de tantos modos y maneras a través del ciclo litúrgico.
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