
Nuestro Carisma es un Carisma de Comunión
En el tiempo de oración, que hago todos los días a la misma hora y si es posible en el mismo lugar, conecto con mi ESENCIA y me abro conscientemente a la unidad (conmigo misma, con Dios, con los otros, con el cosmos, con todo y con todos). Puedo empezar con algún ejercicio de respiración o de relajación profunda, o, si estoy muy tensa o distraída hago un poco de ejercicio físico.
Me siento a mi misma unificada, presente a mi zona profunda, habitándome, sintiendo el gusto de “estar conmigo”, de ser yo, viviendo en gratitud…
Me abro a la Presencia de Dios en mí, sintiéndome habitada por Él, y me dejo descansar y amar, con una sencilla “atención amorosa” que diría San Juan de la Cruz…
Me abro y acojo otras presencias: seres queridos, hermanas todas, personas con quienes me relaciono o trabajo, personas que están sufriendo o que me han hecho sufrir y me cuesta relacionarme, colectivos humanos víctimas de la injusticia o de guerras… Me dejo sentir en unidad y solidaridad con todo y todos, dejando que me afecte a niveles cada vez más profundos, su vida y experiencias dolorosas.
Abro mis capacidades más profundas en acogida a mi misma y a todos, dejándome impregnar del amor que Dios siente por mí y por todos ellos; permanezco en esa sensación amorosa que penetra mi vida unificada por dentro y por fuera……
Sigo adentrándome en lo profundo de mi SER, donde descanso unificada y trascendida, más allá de conceptos y de imágenes. Cuando me distraigo, cuando “la loca de la casa” empieza a llamar mi atención, vuelvo sencillamente a la atención amorosa por medio de un gesto, un guiño, una palabra corta o la respiración.
Termino mi oración respirando profundamente tres o cuatro veces….
0 comentarios