Su interminable espera quedó al fin truncada el 6 de junio de 1857, cuando Francisco le expresaba, por carta: “Consultadas todas las circunstancias, yo creo ser orden y voluntad de Dios que te fijes en Gramat o Rocamadour con forma de vida provisional.” Regresar a su tierra natal, fue la solución adoptada por Juana, que, incorporada al ambiente familiar, seguía esperando la orientación definitiva a su vida. Durante el primer año, la correspondencia con Francisco fue fluida aunque sin concretarle su futuro. A partir de ese año, se produce, de nuevo, un prolongado silencio epistolar, cercano a los dos años y medio. Transcurrido ese inexplicable mutismo, Juana se traslada a Barcelona, donde el 13 de febrero de 1860, una carta de Francisco le aconseja: “permanecer ahí hasta que Dios disponga otra cosa”
Se traslada a Es Cubells para entrevistarse con el Fundador
Pasados unos meses, Juana decide emprender viaje a Es Cubells (Ibiza), para facilitar la entrevista, por el motivo aducido de la situación del Fundador. Una vez en el lugar, otra misiva de Francisco, escrita en julio de 1860, le comunica que se veía forzado a viajar para: “inspeccionar, mirar, consultar y examinar la marcha que debía emprender…a mediados de septiembre, volveré y entonces ya te diré lo que se haya de hacer”. En otra carta, unos meses más tarde, le hacía partícipe del gran don espiritual que había experimentado al recibir del Señor una inefable gracia. A través de esta singular iluminación, se le dio a conocer su ‘paternidad espiritual’ enla Iglesia. Le concernía a él transmitirlo, como carisma, a sus hijos espirituales. Era llegado el momento de poner en marcha su anhelada ‘empresa fundacional’.

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