Un día en contacto con la naturaleza

Llega un momento en el que la persona que trabaja seriamente tiene ganas de descansar y de divertirse. Es lógico. El verano es una estación muy adecuada para recuperar energías. Para los seguidores de Jesús de Nazaret, un programa normal de vida no debe excluir la diversión, aunque algunas veces lo parezca.
Todo tiene su tiempo, y todo cuanto se hace bajo el sol tiene su hora. Hay tiempo de nacer y tiempo de morir; tiempo de llorar y tiempo de reír; tiempo de lamentarse y tiempo de danzar». (Eccl 3, 1-5).
El descanso no se consigue huyendo del centro de nuestra existencia, de nosotros mismos. Nuestra relación amorosa con Dios continúa en el verano. Dios no se toma vacaciones, en ellas, también está con nosotros como lo que es: Fiel Amigo.
“Id a vuestros campos y jardines y aprenderéis que la felicidad de la abeja es reunir miel de las flores, pero es también la felicidad de la flor el ceder su polen a la abeja. Porque, para la abeja, una flor es fuente de vida, y, para la flor, una abeja es un mensaje de amor. Y para ambos, abeja y flor, el dar y el recibir felicidad son una necesidad y un éxtasis. Sed en vuestros gozos como las abejas y las flores” (K. Gibran).

Al menos un día, este verano, tú solo o en familia o con tus amigos disfruta de la naturaleza y la compañía de las personas que quieres.
Busca un lugar cercano a dónde vives. No hace falta que sea un rincón espectacular, de los que anuncian las oficinas de turismo. La belleza se esconde en muchos sitios.
Prepara tu mochila con agua y fruta. Prepara, sobre todo, tus sentidos. El campo es una fiesta para los sentidos: los ojos, el tacto, el gusto, el oído, el olfato.
No te sorprendas si te brota la alabanza al Creador. Suele ocurrir cuando uno descubre el milagro de la vida.

Tres momentos a cuidar:
Ponte en camino y disfruta de la fiesta de los sentidos
Vence las perezas y dificultades de última hora y sal de tu casa. Que tu vida no huela a cerrado.
Haz una señal, la señal de la cruz, la de los cristianos. Es una preciosa forma de comenzar todo.
Canta una canción a María, la mujer peregrina: “Ven con nosotros al caminar, Santa María, ven”.
Camina sin ansiedad, muy abierto a las sorpresas. No se trata de llegar el primero a nada, sino de aprender a vivir.
Si encuentras a alguna persona, salúdala con cariño. Las personas son lo mejor del paisaje.
Fíjate en la piedra, en su dureza y colorido; toca el árbol y su corteza; mete la mano en el agua del arroyo y escucha con atención la sinfonía de las pequeñas cascadas; adivina dónde se esconde el agua cuando veas juncos o hierba verde; detente ante plantas o insectos desconocidos; observa las hormigas con sus idas y venidas y sus fardos de comida al hombro; inclínate para oler las flores y las plantas… No olvides que hoy es la fiesta de tus sentidos.
Tómate un tiempo para orar:
El campo está lleno de recursos para orar. Jesús los utilizó en abundancia.
El Espíritu es lugar abierto, donde corre el aire, da el sol, te moja la lluvia, te toca y te habla la vida.
Hay salmos que nos ayudan a alabar a Dios en medio de la creación. Por ejemplo el salmo 34 con el que tantos creyentes, antes que tú han orado. Siéntate, descansa, disfruta, ora con este salmo.
Atrévete a añadirle nuevas estrofas, la belleza produce belleza.
Oh Dios, tú mereces un himno de alabanza y gratitud.
Tú cuidas de la tierra, la riegas y la enriqueces sin medida;
la acequia de Dios va llena de agua, preparas los trigales.
Oh Dios, tú mereces un himno de alabanza y gratitud.
Riegas los surcos, igualas los terrones,
tu llovizna los deja mullidos, bendices sus brotes;
coronas el año con tus bienes, tus carriles rezuman abundancia.
Oh Dios, tú mereces un himno de alabanza y gratitud.
Rezuman los pastos del páramo, y las colinas de orlan de alegría;
las praderas se cubren de rebaños, y los valles se visten de mieses
que aclaman y cantan.
Agradece el efecto curativo que tiene el caminar por el campo con atención.
Al finalizar la jornada
Comparte lo que has descubierto con los que te han acompañado.
Cuéntales lo que has descubierto en contacto con la naturaleza para vivir mejor tu vida, para entender mejor a Dios.
Como compartió Teresa, la de Jesús:
“En cada cosita que Dios crió hay más de lo que se entiende, aunque sea una hormiguita” (M IV 2, 2)
“Aprovechábame a mí ver campo o agua, flores; en estas cosas hallaba yo memoria del Criador”. (V 9, 5)
Juan de la Cruz:
“Mil gracias derramando pasó por estos sotos con presura, y yéndolos mirando,
con sola su figura, vestidos los dejó de hermosura” (Cántico Espiritual)
¿Y tú? ¿Cómo lo has visto?
M Victoria (Charo) Alonso cm
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