
A la entrada: ¿Qué traes?
Una pregunta a la entrada:
¿Qué traes en tus manos?, ¿Que llevas en tu vasija?, ¿Qué te habita por dentro?
– emociones que no puedes manejar, ansiedad, confusión, miedo, desesperanza… – pensamientos negativos, problemas, dificultades, trabajos, responsabilidades… – deseos hondos, motivaciones, búsquedas, desafíos, esperanzas, proyectos …
Un ejercicio de pacificación para entrar
* Descálzate para entrar en tu lugar sagrado. * Recorre con tu mirada cada sensación interior, cada pensamiento que vuele por tu mente. * Toma conciencia del aire que entra por tu nariz y sale por tu boca, mientras respiras. * Percibe cómo tus pulmones se dilatan y cómo late tu corazón. * Cobra conciencia, también, de los sonidos que te rodean: escucha. * Acompaña la respiración con la invocación al Espíritu Santo: ¡Ven, Espíritu Santo! * Permanece así unos instantes: conectada con tu respiración, con todo tu cuerpo, aquí en el momento presente… * Sigue escuchando los sonidos… los colores… * Repite suavemente, al ritmo de tu respiración: ¡Ven, Espíritu santo! ¡Ven, Espíritu santo! * Observa cómo tus pensamientos se calman y se pacifica tu interior
El Espíritu Santohabita tu interior
Te lleva a conocerte en verdad (Jn 16,13); te acompaña en la búsqueda de toda verdad. Te descubre tu identidad: eres hija/o de Dios (Rom 8,14). Te acerca a Jesús, “el Camino, la Verdad y la Vida” (Jn 14,6). Te enseña a llamar a Dios: ¡Abba! (Rom 8,15); y a decir: ¡Jesús es Señor! (1 Cor 12,3).
Edith Stein afirma que sólo una actitud religiosa introduce en la morada interior. Los análisis psicológicos sólo se asoman y escrutan esa dimensión interior, no abren el diálogo con el Señor que habita dentro. Para el cristiano lo más profundo de sí mismo no queda confinado en el yo, sino que implica la persona del Otro.
En el centro: ¿Quién vive?
«El centro del alma es Dios, al cual, cuando ella hubiere llegado según toda la capacidad de su ser y según la fuerza de su operación e inclinación, habrá llegado al último y más profundo centro suyo en Dios, que será cuando con todas sus fuerzas entienda y ame y goce a Dios» (Juan de la Cruz, LLama 1, 12).
* En tu centro vive Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo. * La cueva es tu espacio interior, es tu lugar sagrado. * No estas hueca por dentro sino habitada por la Presencia amorosa de la Trinidad. * En la cueva escuchas el sonido de la Fonte que mana y corre inundando todo tu ser. * En la cueva oyes la llamada misionera a entregar tu vida al Proyecto de Jesús, al Reino.* En este centro y junto a esta Fonte de la Trinidad se fragua tu estructura contemplativa y misionera. * En este centro y en esta Fonte nace el amor a Jesús, y la entrega apasionada al servicio del Reino. * En este centro y en esta Fonte brota la vida de fraternidad y la espiritualidad de la comunión.
En este espacio íntimo es donde nace
– el silencio y la paz; – la escucha y la entrega; – la adoración y la alabanza; – el amor y la comunión; – la alegría y la esperanza; – la reconciliación y el perdón; – la fraternidad y la amistad; – el descanso y la misión.
El centro de tu “YO” más profundo es libre y abierto a Dios-Trinidad
“El yo es en el alma aquello por lo que ella se posee a sí misma y lo que en ella se mueve como en su propio «campo». El punto más profundo es al mismo tiempo el lugar de su libertad: el lugar, donde puede concentrar todo ser y puede decidir…. El hombre está llamado a vivir en su interior más profundo y a ser tan dueño de sí mismo como sólo puede serlo desde ahí; sólo desde aquí es posible un trato correcto con el mundo; sólo desde allí puede hallar el sitio que en el mundo le corresponde. Pero, aun siendo esto así, ni él mismo llega nunca a penetrar del todo en ese interior suyo. Es un misterio de Dios, cuyos velos sólo Él puede levantar, en la medida que a Él le plazca….” (Edith Stein, La ciencia de la Cruz).
A la salida: ¿Qué llevas?
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