
Según refiere el P. Alejo de la Virgen del Carmen, el once de abril de 1817, Francisco, «que tenía ya cinco años y tres meses, más trece días, recibió, de manos del Sr. Obuspo, el sacramento de la Confirmación», junto con sus hermanas Clara y Teresa, enla Iglesia parroquial de San Antolín.
Con los hermanos Palau-Quer, fueron confirmados, un total de 144 niños y 151 niñas. En el certificado colectivo, que consta en el archivo parroquial, Francisco ocupa el nº 138 en la lista de niños confirmados, con la siguiente indicación individual:
(nº 138) -”Francisco, padre Josef Palau; madre, Antonia Quer”
“Hallándose en esta Villa de Aytona el Ilmo. Sr. D. Manuel del Villar, Obispo de Lérida, administró el santo sacramento de la Confirmación en el día once de abril de 1817, a los siguientes: (144 niños y 151 niñas)….”.
“Certifica el abajo firmado, Rector de la Parroquial de Aytona, que hallándose en esta Villa el Ilmo. Sr. D. Manuel del Villar, Obispo de Lérida, el día once de abril de mil ochocientos diez y siete administró el santo sacramento de la Confirmación a todos los arriba notados siendo padrino de los niños el Licenciado en Farmacia, Pedro Fonseré y madrina de las niñas su muger Teresa Casals…Y para que conste lo firmo en Aytona a 18 de abril de 1817”
Juan Camps y Boer, Rector”
Francisco, a través de la liturgia sacramental, al recibir la imposición de manos sobre su cabeza, fue llamado a la esfera de lo divino. Al ser ungida su frente con el crisma, símbolo del buen olor del Espíritu, participó como miembro pleno, del sacerdocio regio, nación santa, pueblo adquirido por Dios” (I Ped. 2).
Por la confirmación el espíritu de Francisco, se fortaleció con la audacia necesaria para cumplir el mandato recibido en el bautismo, ser apóstol y, difundir la fe y el Evangelio, mediante la palabra y el testimonio.
Con el correr de los años, el niño de ahora, hombre después, ratificaría, con su propia vida, que “El Espíritu, mediante el don de fortaleza, sostiene el alma firme, inmóvil, invariable y constante hasta la muerte”. Podía el niño Francisco, en ese solemne momento, legitimar la sed de infinitud expresada por el poeta, (Eduardo J.O.):
“Ayer plasmaste mi orza vacía de nada. Hoy mi ánfora rebosa de ti
mañana, quebrando tú el búcaro de mi cuerpo,
abriéndome tú el portón de tu casa, libaré de tu ser divino por siempre,
pues: Fue tu amor, Señor, hacerme infinito”
Mª Consuelo Orella
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