Día de la entrega, del silencio…

El Viernes Santo, justo antes del domingo de Pascua, rememoramos el día en que Jesús fue crucificado.
Es el día del silencio. Ante el misterio, silencio; ante la entrega, silencio; ante el amor derrochado hasta el extremo, silencio;…
«Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros.» (Rom 5,8)
La tarde del Viernes Santo presenta el drama inmenso de la muerte de Cristo en el Calvario, yla gran paradoja: La cruz, sosteniendo el cuerpo malherido, torturado, agonizante y muerto de Jesús es signo de salvación y de esperanza.
Jesús murió en ella, perdonando, redimiendo y ennobleciendo todo. Sí, también a mí, siempre que yo quiera ser perdonado, redimido y ennoblecido, porque Dios lo que nunca me quitará será mi libertad. Da su vida por mí corriendo el riesgo de que yo no quiera aceptarlo.
Jesús murió en ella, rezando. Sólo quien confía y espera es capaz de rezar en medio del sufrimiento, la ignominia, la injusticia. La oración estará teñida por nuestro momento y Dios está ahí, en el momento que lo invocamos sea con alegría o con dolor, e iluminará mi experiencia, sea yo capaz de verlo ahora o no. Jesús murió con el nombre del Padre en sus labios: ¡Padre! Dios mío ¡Padre!
Jesús murió en ella, dando: “Cristo a pesar de su condición divina se despojó de su rango” (Efesios 1). Se despojó de su dignidad para servirnos, de sus vestidos para cubrir nuestra desnudez, de su belleza para vestirnos de hermosura, de su cuerpo y de su sangre (al punto salió sangre y agua) saciando nuestra hambre y nuestra sed, se despojó de su vida mortal para darnos vida eterna.
Jesús murió en ella, amando: El amor es más fuerte que la muerte. Cuando se ama hasta la muerte, la muerte se convierte en Pascua. Porque Jesús murió amando la cruz se ha convertido en nuestra señal, no por el tormento si no por el sacramento, no por el horror, si no por el amor y ahora, amaos porque “en esto conocerán que sois mis discípulos en que os amáis los unos a los otros con amor de caridad”
Mª Victoria (Charo) Alonso CM

ADORA Y CONFÍA
“No te inquietes por las dificultades de la vida, por sus altibajos, por sus decepciones, por su porvenir más o menos sombrío.
Quiere lo que Dios quiere. Ofrécele en medio de vicisitudes y dificultades el sacrificio de tu alma sencilla que, pese a todo, acepta los designios de su Providencia.
Poco importa que te consideres un frustrado, si Dios te considera plenamente realizado, a su gusto.
Confía ciegamente en ese Dios que te quiere para sí, y que llegará hasta ti, aunque jamás le veas.
Piensa que estás en sus manos, tanto más fuertemente cogido cuanto más decaído y triste te encuentres.
Vive feliz, te lo suplico, vive en paz, que nada te altere, que nada sea capaz de quitarte tu paz: ni la fatiga psíquica, ni tus fallos morales.
Haz que brote y conserva siempre en tu rostro una dulce sonrisa, reflejo de la que el Señor continuamente te dirige.
Y en el fondo de tu alma coloca, antes que nada, como fuente de energía y criterio de verdad, todo aquello que te llene de la paz de Dios.
Recuerda: todo cuanto te reprima e inquiete es falso. Te lo aseguro en nombre de las leyes de la vida y de las promesas de Dios. Por eso, cuando te sientas apesadumbrado y triste, adora y confía.”
Teilhard de Chardin

ORACIÓN
No me mueve, mi Dios, para quererte el cielo que me tienes prometido, ni me mueve el infierno tan temido para dejar por eso de ofenderte.
Tú me mueves, Señor, muéveme el verte clavado en una cruz y escarnecido, muéveme ver tu cuerpo tan herido, muévenme tus afrentas y tu muerte.
Muéveme, en fin, tu amor, y en tal manera, que aunque no hubiera cielo, yo te amara, y aunque no hubiera infierno, te temiera.
No me tienes que dar porque te quiera, pues aunque lo que espero no esperara, lo mismo que te quiero te quisiera.
Anónimo
Bienaventuranzas del Viernes Santo
Felices quienes ven en Jesús crucificado un ejemplo, una pasión, un compromiso, un desafío.
Felices quienes en la cruz descubren un camino, una búsqueda, un encuentro.
Felices quienes saben que el sacrificio personal es el sendero ineludible hacia la plenitud de su existencia.
Felices quienes han sido deslumbrados por la vida de Jesús y han decidido seguirle, cueste lo que cueste.
Felices quienes ayudan a quienes caen, quienes no les preguntan y les ayudan a levantarse.
Felices quienes acarician y secan el sudor y el dolor de los demás en el camino de su existencia.
Felices a quienes se les quedan marcadas en sus corazones las llagas, los rostros, las palabras, las estrellas de los crucificados.
Felices quienes denuncian las cruces de los demás, les ayudan a cargarlas cuando son inevitables y les ayudan a liberarse de la inhumanidad que conllevan.
Miguel Ángel Mesa. Bienaventuranzas de la vida
Pongo mi vida en tus manos. Luis Guitarra
Documentación: Liturgia de la Palabra
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