Del Evangelio de San Lucas 10, 38-42
… no te preocupes ni te desasosiegues…

Cuando iban de camino, entró en una aldea, y una mujer, por nombre Marta le dio hospedaje.
Tenía ella una hermana llamada María, que, sentada a los pies del Señor, escuchaba su palabra; en cambio, Marta estaba dispersa, con el ajetreo del servicio; y presentándose, dijo:
– Señor, ¿no te importa que mi hermana me haya dejado sola para servir? Entonces dile que me ayude.
Pero el Señor le respondió así:
– Marta, Marta, te preocupas y te desasosieguas por demasiadas cosas; solo se necesita una. Pues María eligió la mejor parte, de la que no se verá privada.

LECTURA ORANTE DEL EVANGELIO
“Cuando no rezamos, lo que hacemos es cerrar la puerta al Señor. Y no rezar es esto: cerrar la puerta al Señor, para que no pueda hacer nada. En cambio, la oración, ante un problema, una situación difícil, una calamidad, es abrir la puerta al Señor para que venga. Porque Él hace nuevas las cosas, sabe arreglar las cosas, ponerlas en su sitio. Pensemos en esta María que eligió la mejor parte y nos hace ver el camino, cómo abrir la puerta al Señor” (Papa Francisco).
Entró Jesús en una aldea y una mujer llamada Marta lo recibió en su casa.
Orar es acoger a Jesús en la propia casa. Al acoger a Jesús, él nos acoge en su corazón. Cuando recibimos a Jesús, todo lo vemos de otra manera, porque Él nos regala su mirada. Como fruto de nuestra hospitalidad, Jesús nos comparte su proyecto del Reino. ¡Qué alegría celebrar hoy esta acogida de Marta!, continuada por tantas mujeres, protagonistas de historias de hospitalidad, de compasión y ternura, hacia aquellos con los que Jesús se identifica. Quien abre la puerta a un pobre, se la abre a Jesús. Ignorar el sufrimiento de los hombres, es ignorar a Jesús. Las palabras subversivas de Jesús valen para hoy. Jesús, cuando nos visitas, se llena de alegría nuestro corazón.
Tenía una hermana llamada María, que, sentada a los pies del Señor, escuchaba su palabra.
El Reino de Jesús es para gente atrevida, exploradora de caminos nuevos. Una mujer, María, se expone mucho al querer ser discípula de Jesus. Pero, ante la posibilidad de disfrutar de la mirada de Jesús, todo se le hace poco. Su pretensión: dejarse enamorar por los delicados acentos de la palabra, siempre nueva, del Amado. Escucha sin nada, en total transparencia, en la pobreza del callado amor, fascinada por Jesús, y Jesús la libera mostrándose como la única riqueza necesaria. Hay en ella disfrute, profundidad, dulzura, dignidad, fascinación. Ha encontrado al Amor de su alma y no está dispuesta a soltarlo. ‘Gocémonos, Amado, y vámonos a ver en tu hermosura… do mana el agua pura. Entremos más adentro en la espesura’.Nos ponemos a escucharte a la vez que te miramos. Enamóranos.
‘Señor, ¿no te importa que mi hermana me haya dejado sola con el servicio? Dile que me eche una mano’.
La libertad de la mujer que se ha atrevido con novedades insólitas (ser discípula, ejercer ministerios en las comunidades, ser testigo…) molesta. Molesta a otra mujer, que se queja a Jesús porque su hermana no está en el sitio que le corresponde. A los ojos de la hermana era perder el tiempo. Pero Jesús es mal interlocutor en esta causa; es Él mismo quien dibuja una dignidad en las entrañas de la mujer, que nadie deberá arrebatar. El servicio es importante, pero no lo es todo. El amor sí lo es todo. La oración enamorada hace milagros. Espíritu Santo, enséñanos a escuchar la palabra de Jesús para estar más concretamente pendientes de las necesidades de los hermanos.
‘Marta, Marta: andas inquieta y nerviosa con tantas cosas: solo una es necesaria. María ha escogido la parte mejor, y no se la quitarán’.
Escuchar a Jesús es la actitud más importante para los discípulos y discípulas. Solo quien escucha, puede después anunciar la Palabra en la misión. Los testigos se forjan en la escucha prolongada. La agitación distorsiona todo. La contemplación es el corazón del compromiso. En el Reino no tiene cabida ninguna marginación. Es hora de armonizar sin miedo la novedad de Jesús: buscador de la Palabra en las madrugadas y servidor hasta darlo todo al caer la tarde. Gracias, Jesús. Te alabo y te bendigo con todo mí ser.
Equipo CIPE

NECESARIO Y URGENTE
Mientras el grupo de discípulos sigue su camino, Jesús entra solo en una aldea y se dirige a una casa donde encuentra a dos hermanas a las que quiere mucho. La presencia de su amigo Jesús va a provocar en las mujeres dos reacciones muy diferentes.
María, seguramente la hermana más joven, lo deja todo y se queda «sentada a los pies del Señor».Su única preocupación es escucharle. El evangelista la describe con los rasgos que caracterizan al verdadero discípulo: a los pies del Maestro, atenta a su voz, acogiendo su Palabra y alimentándose de su enseñanza.
La reacción de Marta es diferente. Desde que ha llegado Jesús, no hace sino desvivirse por acogerlo y atenderlo debidamente. Lucas la describe agobiada por múltiples ocupaciones. Desbordada por la situación y dolida con su hermana, expone su queja a Jesús: «Señor, ¿no te importa que mi hermana me haya dejado sola con el servicio? Dile que me eche una mano».
Jesús no pierde la paz. Responde a Marta con un cariño grande, repitiendo despacio su nombre; luego, le hace ver que también a él le preocupa su agobio, pero ha de saber que escucharle a él es tan esencial y necesario que a ningún discípulo se le ha de dejar sin su Palabra «Marta, Marta, andas inquieta y nerviosa con tantas cosas; solo una es necesaria. María ha escogido la parte mejor y no se la quitarán».
Jesús no critica el servicio de Marta. ¿Cómo lo va a hacer si él mismo está enseñando a todos con su ejemplo a vivir acogiendo, sirviendo y ayudando a los demás? Lo que critica es su modo de trabajar de manera nerviosa, bajo la presión de demasiadas ocupaciones.
Jesús no contrapone la vida activa y la contemplativa, ni la escucha fiel de su Palabra y el compromiso de vivir prácticamente su estilo de entrega a los demás. Alerta más bien del peligro de vivir absorbidos por un exceso de actividad, en agitación interior permanente, apagando en nosotros el Espíritu, contagiando nerviosismo y agobio más que paz y amor.
Apremiados por la disminución de fuerzas, nos estamos habituando a pedir a los cristianos más generosos toda clase de compromisos dentro y fuera de la Iglesia. Si, al mismo tiempo, no les ofrecemos espacios y momentos para conocer a Jesús, escuchar su Palabra y alimentarse de su Evangelio, corremos el riesgo de hacer crecer en la Iglesia la agitación y el nerviosismo, pero no su Espíritu y su paz. Nos podemos encontrar con unas comunidades animadas por funcionarios agobiados, pero no por testigos que irradian el aliento y vida de su Maestro.
José Antonio Pagola
NI DE MARTA NI DE MARÍA PODEMOS PRESCINDIR
Si queremos entender el verdadero sentido del texto, no debemos olvidar el contexto en el evangelio de Lc. Enmarcado dentro del viaje a Jerusalén, este relato intenta determinar el perfil de aquellos que quiere seguir a Jesús. Durante esa subida, va formando a sus discípulos. Lc es el único que relata este episodio y no es casualidad que una vez más se sienta interesado en destacar la importancia de la mujer en la vida pública de Jesús. No debemos interpretar el texto como una condena de la actitud de Marta. Es solo el contrapunto para resaltar la necesidad que todo cristiano tiene de escuchar al único Maestro.
No tiene ningún sentido haber sacado de este relato, una distinción entre la vida contemplativa y la vida activa. Mucho menos si, en vez de distinción, lo que se pretende es una oposición. Tampoco aparece por ninguna parte la pretendida superioridad de la vida contemplativa sobre la vida activa. No es correcto el interpretar este evangelio como proclamación de dos clases de cristianos, unos que se dedican a la vida activa y otros a la contemplativa. Parece que el primero que levantó esta falsa liebre fue Orígenes, y durante 18 siglos hemos seguido corriendo detrás de un señuelo de trapo.
En los primeros siglos del cristianismo se desarrolló la idea de que no se podía vivir el evangelio en medio del mundo. Surge así la idea del monacato y de la huída del mundo en el desierto. Esto no tiene nada de cristiano, porque el evangelio no invita a una separación de la vida, sino a vivirla en plenitud dentro de las situaciones normales para la mayoría. No debemos interpretar la falta de vocaciones a la vida religiosa como un desastre para la comunidad. Nuestra verdadera preocupación debía estar en que todos los que somos cristianos por el bautismo, desarrollemos de verdad esa vida cristiana como decía hoy Pablo.
El domingo pasado terminaba el evangelio con esta frase: “Anda, haz tú lo mismo”. Del evangelio se deduce que no puede darse un amor a Dios directo, que no se refleje en el amor a los demás. Aplicado a tema que nos ocupa, no puede haber auténtica contemplación que no se manifieste en la acción. Tampoco puede haber una acción verdaderamente espiritual que no surja de la contemplación. Claro que puede haber acciones buenas sin contemplación, pero serán solo programaciones, que no nos enriquecen espiritualmente. Y puede haber contemplación sin acción, pero será siempre una falsa ilusión.
Una vez más debemos superar la aparente contradicción del evangelio. En otro lugar dice Jesús: “el que escucha estas palabras mías y no las pone en práctica, se parece a un hombre necio, que edificó su casa sobre arena”. Edificar sobre roca es escuchar y obrar en consecuencia. Por lo tanto, nada más lejos puede estar este relato de un espiritualismo desencarnado. Eso sí, para actuar con verdadero sentido espiritual, debemos primero escuchar a Jesús y descubrir en su vida y enseñanzas los motivos de la acción. Esto, que parece tan sencillo, es la clave para entrar en la dinámica del mensaje de Jesús. Todo lo que no sea entrar por este camino, será engañarnos.
Marta, al quejarse, no tiene en cuenta lo que María está haciendo. Solo tiene en cuenta las consecuencias de esa actitud que le perjudica. Jesús no critica a Marta por estar ocupada, sino por estar preocupada e inquieta por realidades materiales, que tienen muy poca importancia. Tampoco dice que lo que hace sea malo. Fijaos, que dice: “María ha escogido la parte mejor; lo cual significa que lo que hacía Marta era también bueno. El mensaje es que toda acción verdaderamente cristiana debe nacer de la contemplación. Todos tenemos que ser a la vez, Marta y María. No es nada fácil mantener el equilibrio. En un árbol frutal, ¿qué es lo más importante, las raíces o el fruto? La pregunta es absurda. Sin las raíces es impensable el árbol. Sin los frutos, el árbol sería completamente inútil. Es muy fácil resbalar hacia una u otra dirección. En todas las épocas ha habido místicos que despreciaron el trabajo y hombres y mujeres de acción que despreciaron como inútil la contemplación.
El maestro Eckhart tiene una interpretación desconcertante de este relato. Suponiendo que la primera consecuencia de una escucha de la Palabra sería el servicio y descubriendo que Marta ya está cumpliendo esa tarea, deduce que Marta adelanta a María porque ella ha escuchado y ya está cumpliendo. Viniendo esta reflexión de uno de los más grandes místicos de todos los tiempos, nada sospechoso de menospreciar la contemplación, debemos tomar muy en serio esta advertencia. La contemplación será primero, pero no es más importante.
A la luz de este relato, se abre una nueva perspectiva para la mujer. María, es aceptada por Jesús como interlocutora válida. Tal vez sea el relato más subversivo de todo el evangelio. “Sentada a los pies de Jesús escuchaba su palabra”. María está allí como discípula. Esto trastoca todos los valores en que estaba fundada la sociedad de la época. Algunos dichos rabínicos nos dan una pista de lo que pensaban de la mujer: “El que enseña la Torá a una mujer, le enseña necedades”. “Mejor fuera que desapareciera en las llamas la Torá, antes de ser entregada a la mujer”. “Maldito el padre que enseña a su hija la Torá”.
También la mujer tiene que desarrollar su interior, tiene que buscar el enriquecimiento como ser humano. Tiene que descubrir que la realización como ser humano es más importante que todas las tareas asignadas a la mujer. Jesús invita a las mujeres a desarrollar sus valores espirituales. La actitud de María, ayuda a Jesús a descubrir todo eso. Vio que había adquirido unos valores espirituales que a él mismo le servían de referencia. Después de esto, Jesús está en condiciones de responder a la mujer que le quiso hacer una alabanza diciendo: «Dichoso el vientre que te llevó y los pechos que te criaron». Pero Jesús responde: «Dichosos más bien todos los que escuchan la palabra de Dios y la cumplen». No es el parir a los hijos el valor fundamental de una mujer, aunque el varón sigue empeñado en mantener esta valoración. La mujer no es una criada, a la que ni siquiera hay que pagar.
Esta actitud de Jesús para con la mujer, se manifiesta también en otros muchos lugares del evangelio. El comportamiento de Jesús con la mujer está completamente libre de misoginia o antifeminismo. Ni asomo de miedo al sexo o machismo, ni siquiera paternalismo. Los evangelios nos dicen que en el grupo de seguidores había también mujeres. Los relatos de la mujer adúltera, la pecadora, la Magdalena, la Cananea, la Hemorroisa, nos indican esa preocupación constante por la mujer, que en su tiempo estaba completamente marginada. Lástima que esa actitud de Jesús haya quedado relegada al olvido en la Iglesia, que sigue manteniendo después de dos mil años, su ideología machista.
El Concilio Vaticano II rechazó toda forma de discriminación por razón de sexo como contraria al plan de Dios; pero a renglón seguido nos demuestra, en la práctica, que eso no tiene vigencia en la institución. Las mujeres que se sintieron comprendidas y liberadas por Jesús, son discriminadas por sus sucesores. La opresión de las mujeres en la Iglesia es solo una manifestación externa de la represión de lo femenino en la jerarquía. Es hora de superar un patriarcado ciego, inconsciente y fanático. Si la mujer hubiera tenido algo que ver en las decisiones de la Iglesia, no se habrían cometido tantas barbaridades.
No es que el cristianismo haya incrementado la marginación de la mujer, pero sí ha mantenido actitudes ancestrales que habían sido superadas por Jesús. Lo que los cristianos hemos hecho con la mujer no es solo mantener una mala costumbre; con el evangelio en la mano podemos afirmar que es una injusticia en toda regla. Contra esa injusticia no sólo tienen que luchar las mujeres, tenemos que luchar todos; y no por hacer un favor a la mujer, sino porque es un despilfarro de energías, prescindir de un plumazo de más de la mitad de sus miembros a la hora de buscar soluciones a sus problemas.
Fray Marcos
Documentación: Liturgia de la Palabra
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