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XVI Domingo del Tiempo Ordinario

Del Evangelio de San Lucas 10, 38-42

… no te preocupes ni te desasosiegues…

Cuando iban de camino, entró en una aldea, y una mujer, por nombre Marta le dio hospedaje.

Tenía ella una hermana llamada María, que, sentada a los pies del Señor, escuchaba su palabra; en cambio, Marta estaba dispersa, con el ajetreo del servicio; y presentándose, dijo:

– Señor, ¿no te importa que mi hermana me haya dejado sola para servir? Entonces dile que me ayude.

Pero el Señor le respondió así:

– Marta, Marta, te preocupas y te desasosieguas por demasiadas cosas; solo se necesita una. Pues María  eligió la mejor parte, de la que no se verá privada.

MÁS QUE HACER, DEJARSE HACER

Más que hacer, la cosa está en dejarse hacer por Jesús. Hacer hay que hacer, claro. Hay tanto trabajo en la viña del Señor y fuera de la viña. Pero lo que sea ha de ser desde el encuentro con Jesús, un tiempo de calidad, no un llenar la vida sin tenerlo presente a Él. A veces pueden ser cosas muy santas y, sin duda, necesarias, pero sin Él no es lo mismo.

En el tiempo del activismo y del valorar el hacer, el dejarse hacer para que prime el ser es un desafío para todos nosotros. Nuevamente Marta y María están en plena vigencia.

Fernando Cordero sscc

¿ELIGIÓ MARÍA LA MEJOR PARTE?

Si persigues dos conejos, ambos se escaparán (Anónimo)

Marta se afanaba en múltiples servicios. Hasta que se paró y dijo:

Maestro, ¿No te importa que mi hermana me deje sola en esta tarea? Dile que me ayude

Un buen ejemplo para discernir qué es más importante, si lo que se hace, establecido por la Ley y las prácticas culturales, o lo instituido por el reino.

¿No será mejor decir que, a pesar de lo que nos dicen que dijo Jesús, los dos quehaceres -contemplación y acción- son necesarios? Seguro que cuando los invitados llegaron a la cena del reino -también casi seguro que el propio Maestro hizo de recepcionista- se sentaron todos juntos al banquete, ley, acogida y prácticas culturales, sin distinción de origen, edad y sexo.

En Diarios de Adán y Eva, Mark Twain, dice Adán de Eva:

“Eva ha llenado la propiedad entera de nombres detestables inofensivos como los siguientes: Hacia el remolino, Hacia la Isla de la Cabra, Hacia la gruta de los Vientos”.

¿Era acaso esto lo que, es cierto modo, ocurría en casa de las hermanas de Lázaro? Al menos yo así me lo he imaginado: había en el ambiente un cierto revuelo, como en la gruta de los Vientos. Pero sonó la Orquesta del Universo -Jesús batuta en mano- y los violines calmaron la tempestad surgida entre ellas.

Las religiones orientales han tenido esto siempre muy claro: Ramana Maharshi nos muestra un camino por el que podemos, incluso en esta vida, recuperar y habitar en nuestra verdadera naturaleza como Existencia-Conciencia-Dicha. En la filosofía de la existencia dice: “No cabe duda de que esta filosofía tiene un atractivo mayor, y merece más esperanza y propósito a la humanidad que cualquier visión del mundo que considere nuestra verdadera naturaleza como mortal, finita e imperfecta. Nos provee una base racional para considerar la trascendencia del ego como uno de los objetivos más elevados de la vida”.

La historia se repite en cada encuentro: la Sociedad del Sur con la del Norte, Poniente contra Occidente, Ricos contra Pobres. Y a veces, -vergüenza soberana-, entre los mismos cristianos.

Si persigues dos conejos, ambos se escaparán (Aforismo). Mucho mejor aunar voluntades.

Marta se afanaba en los quehaceres de la casa, mientras María, contemplaba fascinada el rostro de Jesús y escuchaba sus palabras. Luego entendieron todos que los dos estilos de vida se complementaban.

Y desde ese momento, el remolino y el viento se calmaron, como también los ánimos de las hermanas, y lo violines prosiguieron calmando tempestades.

“¿Qué quiere decir Jesús? ¿Cuál es esa sola cosa que necesitamos? Ante todo es importante comprender que no se trata de la contraposición entre dos actitudes: la escucha de la Palabra del Señor, la contemplación, y el servicio concreto al prójimo. No son dos actitudes contrapuestas, sino, al contrario, son dos aspectos, ambos esenciales para nuestra vida cristiana; aspectos que nunca se han de separar, sino vivir en profunda unidad y armonía” (Papa Francisco)

EL AMOR DESPUÉS DEL AMOR

Un tiempo vendrá
en el que, con gran alegría, 
te saludarás a ti mismo,
al tú que llega a tu puerta,
al que ves en tu espejo
y cada uno sonreirá a la bienvenida del otro,
y dirá, siéntate aquí. Come.

Seguirás amando al extraño que fuiste tú mismo.
Ofrece vino, Ofrece pan. Devuelve tu amor
a ti mismo, al extraño que te amó
toda tu vida, a quien no has conocido
para conocer a otro corazón
que te conoce de memoria.
Recoge las cartas del escritorio,
las fotografías, las desesperadas líneas,
despega tu imagen del espejo.
Siéntate. Celebra tu vida.

(Derek Walkott)

Vicente Martínez

SEGUIR A JESÚS, ¿NOS LIBERA O NOS AGOBIA?

¿Podemos decir algo nuevo sobre Marta y María? ¿Y si las descubrimos junto a nosotros?

La hermana Marta es muy eficaz. Desde que la han destinado a la comunidad saca cualquier trabajo adelante. Es la última que se acuesta y la primera que se levanta. Su cabeza es como un ordenador de última generación que calcula, programa, diseña, organiza…

Pero hace pocos días hizo Ejercicios Espirituales y se ha encontrado “cuerpo a cuerpo” con Jesús. Marta desplegó ante él la lista impoluta de sus servicios por el Reino: las noches que acorta para ser más eficaz en su trabajo, el agotamiento continuo porque se carga con trabajos que no le corresponden y un largo etcétera. Su manera de trabajar agobia a los demás. No desarrolla las capacidades de sus hermanas, sino que las abruma con su sabiduría y eficacia.

Llevaba años esperando que Jesús la felicitara, que le reconociera la cantidad y calidad del trabajo que realizaba y que espabilara a sus hermanas porque no dan la talla que ella desearía que dieran. Pero, en este encuentro con Jesús, Marta se ha quedado sobrecogida y descolocada.

Se ha descubierto inquieta, cansada y agobiada. Y, lo que es peor… ha descubierto que es una magnífica “ejecutiva”, pero no da la talla como discípula. Tiene mucho que aprender todavía.

Ahora busca la perla preciosa, como cuando entró en la vida religiosa. Jesús le ha ayudado a conectar con sus deseos más hondos, le ha recordado los sueños que motivaron su decisión de ser religiosa.

La hermana María, también forma parte de la comunidad y tiene fama de transgresora. Fue de las primeras hermanas que estudiaron teología en la congregación, cuando ni siquiera estaba bien visto porque había mucho trabajo que hacer. Se suponía que esa tarea le correspondía a los hombres, porque “teólogos tiene la santa madre Iglesia”…

Desde entonces, intenta estar al día a través de cursos, publicaciones y páginas webs. Habitualmente participa en las manifestaciones del barrio pidiendo que se reconozcan los derechos fundamentales. Recoge el legado de muchas santas y de su propia fundadora, para dar a conocer caminos de encuentro con Dios y con el prójimo. Ora por las calles presentando a Dios el sufrimiento de los hombres y mujeres con los que se encuentra. Cuida tanto esos encuentros que a menudo llega tarde a rezar vísperas.

La hermana Marta le ha pedido varias veces a la Provincial que recuerde a esta hermana lo importante que es ser puntual, y trabajar más, en lugar de estudiar y leer tanto. La Provincial le responde con las palabras de JESÚS: «Marta, Marta, andas inquieta y preocupada con muchas cosas; solo una es necesaria. María ha escogido la parte mejor, y no le será quitada».

Muchas hermanas de la Congregación están enredadas en el trabajo, como si la cantidad de trabajo que sacan adelante indicara la calidad de su vida religiosa; pero ella ha encontrado la perla preciosa en la formación permanente, en los encuentros con cada persona y en los espacios dedicados a la oración y contemplación en los que saborea la cercanía del Señor de su vida. Muchas veces vuelve a recordar el carisma que un día cautivó tu corazón, y se siente afortunada. Sí, ella ha escogido la mejor parte.

Muy cerca de allí vive una laica llamada Marta. Es madre de familia y cuida a los suyos de tal modo que intenta tener todo bajo control: que la casa esté ordenada, la comida a punto, la ropa de cada uno limpia y planchada… Incluso recuerda sus obligaciones y horarios a los hijos y al marido, “porque a veces se despistan”.

Casi nunca participa en los juegos de los niños, ni se sienta con los mayores a ver una película o simplemente a charlar, ¡tiene tanto que hacer! En el fondo, se siente agobiada y cansada. Tiene la sensación de que nadie le ayuda y no se da cuenta de que su forma de controlar todo espanta a quienes la rodean. Intenta continuamente que reconozcan su trabajo dejando caer frases que son como dardos que hieren.

Este domingo, en la eucaristía de la parroquia, le ha pedido al Señor, una vez más, que haga algo para que su marido y sus hijos le ayuden. Y, al volver de comulgar, le ha parecido que en su corazón resonaba la voz de Jesús que le decía: «Marta, Marta, andas inquieta y preocupada con muchas cosas; solo una es necesaria…» Se ha quedado impactada, descolocada. Por primera vez, se ha preguntado ¿qué estoy haciendo? ¿Qué es importante para mí? ¿Qué sentido tiene mi vida?

A la salida de Misa, Marta se ha encontrado con María, otra mujer laica que colabora también en la parroquia. A menudo María es criticada porque no da la talla que se esperaría de una madre de familia. Estudia teología, participa en el consejo de pastoral, escribe para la revista de la diócesis y al llevar la comunión a los enfermos les explica el evangelio sin prisas, con un lenguaje claro y sencillo. La gente le pregunta: ¿Por qué no dices tú la homilía los domingos en misa? Nos hablas de Dios con un lenguaje que entendemos y con imágenes de la vida diaria…

María siente que ha escogido la mejor parte, que le ha tocado un buen lote.

El evangelio de hoy nos invita a preguntarnos con Marta: ¿Dónde nace nuestro servicio? ¿En el deseo de cuidar al prójimo o en una actitud perfeccionista que humilla a quienes nos rodean?

¿Nos parece que la prudencia es la virtud cristiana por excelencia? ¿Nos damos cuenta de que la prudencia, a veces, conduce a la sumisión, al miedo, a la obediencia irracional…? ¿Dónde quedan la valentía, la parresía, el atrevimiento y la libertad del Espíritu para enriquecer y dar vitalidad al Reino? ¿Nos atrevemos a romper los esquemas, como María, para vivir un discipulado propio de hombres y mujeres adultos del s. XXI, sin tantos lastres heredados del pasado?

¿Qué tipo de mujer, de discípula, están fomentando las comunidades y parroquias a las que pertenecemos? ¿Cómo se dividen las tareas entre hombres y mujeres en nuestras familias y en nuestras comunidades cristianas? ¿Cómo se justifica que unas tareas sean de unos o de otras? ¿Se nota el estilo de Jesús en el hecho de que vivimos una igualdad y una corresponsabilidad que provocan escándalo y son profundamente evangélicas?

Hombres y mujeres, todos estamos llamados a ser seguidores de Jesús, a sentarnos a sus pies y escuchar su palabra, a recibirlo en nuestra casa y a servirle en los hermanos… sin agobios, disfrutando de su compañía y su presencia. Estamos llamados no solo a vivirlo, sino a denunciar y suprimir todo aquello que impida que los demás lo vivan así en la Iglesia.

Mª Guadalupe Labrador, fmmdp

¿AFANARSE O ESCUCHAR?

El domingo pasado, la parábola del buen samaritano terminaba con una invitación a la acción: «Ve, y haz tú lo mismo». Imaginemos que quien tenemos delante no es un pobre hombre apaleado y medio muerto, sino Jesús. Se ha presentado en la casa a mediodía. ¿Qué es más importante: afanarnos por darle bien de comer o sentarnos a escucharle?

Como el evangelio va de invitación a comer, para la primera lectura se ha elegido la famosa escena en la que Abrahán invita a tres personajes misteriosos que llegan a su tienda.

Abrahán invita a comer al Señor (Génesis 18,1-10)

¿Cuántos son los invitados?

Este breve relato ha supuesto uno de los mayores quebraderos de cabeza para los comentaristas del Génesis. Empieza diciendo que el Señor se aparece a Abrahán, pero lo que ve el patriarca son tres hombres.

Al principio se dirige a ellos en singular, como si se tratara de una sola persona (“no pases de largo”), pero luego utiliza el plural (“os lavéis, descanséis, cobréis fuerzas”). El plural se mantiene en las acciones siguientes (“comieron, dijeron”), pero la frase capital, la gran promesa, la pronuncia uno solo.

En resumen, un auténtico rompecabezas, resultado de unir tradiciones distintas. No faltaron comentaristas cristianos que vieron en esta escena un anticipo de la Santísima Trinidad.

Hospitalidad

La ley de hospitalidad es una de las normas fundamentales del código del desierto. El hombre que recorre estepas interminables sin una gota de agua ni poblados donde comprar provisiones, está expuesto a la muerte por sed o inanición. Cuando llega a un campamento de beduinos o de pastores no es un intruso ni un enemigo. Es un huésped digno de atención y respeto, que puede gozar de la hospitalidad durante tres días; cuando se marcha, se le debe protección durante otros tres días (unos 100 kilómetros). Esta ley de hospitalidad es la que pone en práctica Abrahán.

El menú, dos cocineros y un maître.

Abrahán no se limita a hospedar a los visitantes. Entre él y su mujer, con la ayuda también de un criado, organiza un verdadero banquete con un ternero hermoso, cuajada, leche y una hogaza de flor de harina. A diferencia de las comidas actuales, no hay prisa. Pasan horas desde que se invita hasta que se preparan los alimentos y se termina de comer.

La cuenta

Al invitado no se le cobra. Pero el huésped principal paga de forma espléndida: prometiendo que Sara tendrá un hijo. El tema de la fecundidad domina toda la tradición de Abrahán y se cumple a través de muchas vicisitudes y de forma dramática.

Marta invita a comer a Jesús (Lucas 10, 38-42)

El texto del evangelio también se ha prestado a mucho debate. Este relato es exclusivo de Lucas, no se encuentra en Mateo, Marcos ni Juan.

¿Cuántos invitados a comer?

En la historia de Abrahán resultaba difícil saber si los invitados eran uno o tres. El relato de Lucas nos deja en la mayor duda. Jesús siempre iba acompañado, no sólo de los Doce, sino también de muchas mujeres, como afirman expresamente Marcos y Lucas, citando el nombre de algunas de ellas. ¿Los recibe a todos Marta? ¿Se limita a invitar a Jesús? Las palabras “Marta se multiplicaba para dar abasto con el servicio” sugieren que no se trataba de un solo invitado. Pero la escena parece tan simbólica que resulta difícil imaginar la habitación abarrotada de gente.

El menú, y una cocinera sin ayudante

No sabemos el número de invitados, pero sí está claro el de cocineras. Aquí no ocurre con en el relato del Génesis, donde Sara amasa y cuece la hogaza, mientras Abrahán colabora corriendo a escoger el ternero, dando órdenes de prepararlo, encargándose de la cuajada y de la leche.

En la casa del evangelio hay también dos personas, Marta y María. Pero María se sienta cómodamente a los pies de Jesús mientras Marta se mata trabajando. ¿Por qué tanto esfuerzo? ¿Porque son muchos los invitados? ¿O porque Marta pretende prepararle a Jesús un banquete tan suculento como el de Abrahán, y le faltan tiempo y manos para el ternero, la hogaza, la cuajada y la leche?

Desgraciadamente, ignoramos el menú. Según algunos comentaristas, las palabras que dirige Jesús a Marta, “sólo una cosa es necesaria” significarían: “un plato basta”, no te metas en más complicaciones.

Dos actitudes

El contraste entre María sentada y Marta agobiada se ha prestado a muchas interpretaciones. Por ejemplo, a defender la supremacía de la vida contemplativa sobre la activa, sin tener en cuenta que esas formas de vida no existían en tiempos de Jesús ni en la iglesia del siglo I. Entre los judíos de la época existían grupos religiosos con tintes monásticos (los esenios de los que habla Flavio Josefo y los terapeutas de los que habla Filón de Alejandría), pero Lucas no presenta a María como modelo de las monjas de clausura frente a Marta, que sería la cristiana casada o la religiosa de vida activa.

El evangelio no contrapone pasividad y trabajo. Jesús no reprocha a Marta que trabaje sino que “andas inquieta y nerviosa con tantas cosas”. Esa inquietud por hacer cosas, agradar y quedar bien, le impide lo más importante: sentarse un rato a charlar tranquilamente con Jesús y escucharle.

Todos tenemos la tendencia a sentirnos protagonistas, incluso en la relación con Dios. Nos atrae más la acción que la oración, hacer y dar que escuchar y recibir. Nos sentimos más importantes. La breve escena de Marta y María nos recuerda que muy a menudo andamos inquietos y nerviosos con demasiadas cosas y olvidamos la importancia primaria del trato con el Señor.

Marta-María y el buen samaritano

Como indiqué al comienzo, este episodio sigue inmediatamente a la parábola del buen samaritano, que leímos el domingo pasado. Los dos textos son exclusivos del evangelio de Lucas, y pienso que se iluminan mutuamente.

La parábola del buen samaritano es una invitación a la acción a favor de la persona que nos necesita: “ve y haz tú lo mismo”.

Para mantener la acción a favor del prójimo la mejor preparación es sentarse, como María, a escuchar la palabra de Jesús.

José Luis Sicre

Documentación:  Liturgia de la Palabra

Documentación:  A modo de salmo: Déjame estar contigo

Documentación:  Plegaria

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