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XXXIII Domingo del Tiempo Ordinario

Del Evangelio de Mateo 25, 14-30

… a cada cual según su capacidad….

En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos esta parábola:

Un hombre que se iba al extranjero llamó a sus empleados y los dejó encargados de sus bienes: a uno le dejó cinco talentos de plata; a otro, dos; a otro, uno; a cada cual según su capacidad. Luego se marchó.

El que recibió cinco talentos fue enseguida a negociar con ellos y ganó otros cinco. El que recibió dos hizo lo mismo y ganó otros dos. En cambio, el que recibió uno hizo un hoyo en la tierra y escondió el dinero de su señor.

Al cabo de un tiempo volvió el señor de aquellos empleados y se puso a ajustar las cuentas con ellos.

Se acercó el que había recibido cinco talentos y le presentó otros cinco, diciendo:

– Señor, cinco talentos me dejaste; mira, he ganado otros cinco.

Su señor le dijo:

– Muy bien. Eres un empleado fiel y cumplidor; como has sido fiel en lo poco, te daré un cargo importante; pasa al banquete de tu señor.

Se acercó luego el que había recibido dos talentos, y dijo:

– Señor, dos talentos me dejaste; mira, he ganado otros dos.

Su señor le dijo:

– Muy bien. Eres un empleado fiel y cumplidor; como has sido fiel en lo poco, te daré un cargo importante; pasa al banquete de tu señor.

Finalmente, se acercó el que había recibido un talento y dijo:

– Señor, sabía que eres exigente, que siegas donde no siembras y recoges donde no esparces; tuve miedo y fui a esconder tu talento bajo tierra. Aquí tienes lo tuyo.

El señor le respondió:

– Eres un empleado negligente y holgazán. ¿Con que sabías que siego donde siembro y recojo donde no esparzo? Pues debías haber puesto mi dinero en el banco para que al volver yo pudiera recoger lo mío con los intereses. Quitadle el talento y dádselo al que tiene diez. Porque al que tiene se le dará y le sobrará; pero al que no tiene, se le quitará hasta lo que tiene. Y a ese empleado inútil echadlo fuera, a las tinieblas; allí será el llanto y el rechinar de dientes.

SIEMBRA TUS SEMILLAS

Siendo semillas hay dos actitudes ante la lluvia: dejarse inundar de su gracia, sonreír, hacer malabares con las tareas de cada día y vivir a todo color o esconderse, vivir de una manera gris, sin gracia, impermeable…

Dejemos que nos cale el Evangelio. Pongamos nuestros talentos al servicio para llenar de colores y alegría la tierra. En este tiempo de pandemia cada uno podemos hacer algo concreto para llenar nuestro mundo, nuestro entorno de un poco más de esperanza, que buena falta hace. Por eso, pongámonos con actitud disponible a la gracia de Dios.

El Señor nos da unos talentos, unos dones para que saquemos el máximo partido de ellos. Hemos de responder a lo recibido con agradecimiento y trabajo. Gratitud a Dios por lo que nos brinda. Y, luego, ponerse a trabajar con los talentos recibidos.

No somos los cristianos gente de esconder el talento. Lo ponemos al servicio de los demás. Esto requiere esfuerzo, entrega, constancia, disponibilidad… y, al final, la satisfacción del deber cumplido, de la entrega que se va realizando en el día a día, de la alegría de poner en juego lo que gratuitamente el Señor nos regala.

Así que, ¡adelante!, a aprovechar al máximo esos talentos con los que el Señor ha tenido a bien ponernos en este mundo para que se note que estamos en él.

Dibu: Patxi Velasco FANO
Texto: Fernando Cordero ss.cc.

¿TOMAMOS NUESTRAS DECISIONES DESDE EL AGRADECIMIENTO POR LO RECIBIDO O DESDE EL MIEDO?

Cuando se escribe este evangelio, las primeras comunidades cristianas, están viviendo el tiempo de la espera del Señor. Jesús resucitado, “ha sido llevado al cielo” en lenguaje de Lucas (Hch. 1,11) y “volverá como lo habéis visto subir”. Hay quienes piensan que su retorno es inminente e incluso los que, tomándolo como pretexto, no trabajan, ni hacen nada… “se quedan parados mirando al cielo”.

Desde esta clave escatológica, que nos sitúa en actitud de vigilancia, de espera de alguien que viene, o mejor  que regresa, leemos la parábola de hoy. Es tan conocida y la hemos oído tantas veces que corremos el peligro de reducirla a las ideas de siempre. Vamos a hacer un esfuerzo por leerla como mensaje de Dios para mí, hoy; un mensaje que tiene algo nuevo que decirme.

Como a los empleados de la parábola, nos resulta fácil sentir que el Señor se ha ido, y nos ha dejado aquí solos…  ¡con la pandemia! Pero, también como ellos, tenemos dos realidades a las que agarrarnos. Por una parte los tesoros recibidos. Habitualmente designamos con la palabra “talento” una cualidad personal, una capacidad; sin embargo en la parábola de hoy, el talento era la medida de mayor capacidad que existía y se utilizaba para medir oro, plata y otros metales. Un talento llegó a tener la equivalencia de 6.000 denarios, es decir, el sueldo que podía recibir un trabajador a lo largo de unos 16 años. Era una cantidad increíble, desmesurada.

San Mateo quiso resaltar que los dones que Jesús les entregó antes de irse eran de un valor incalculable, y cuando volviera pediría cuentas del uso que habían hecho de ellos. Además tenemos la seguridad de su vuelta. Nos ha dicho que volvería: tenemos el encargo de esperarle.

Conscientes de ambas cosas nos planteamos, ¿qué dones hemos recibido y qué queremos hacer con ellos? ¿Cómo vamos a esperarle? Son las decisiones vitales que debemos tomar y de ellas nos habla la parábola. Nos muestra dos perspectivas:  a los que toman sus decisiones a partir de lo que el señor les ha dejado y al que decide desde el miedo. Es esencial que tengamos claro desde donde tomamos nuestras decisiones, qué nos impulsa a ellas.

De los que toman sus decisiones desde los dones o tesoros recibidos, nos dice el evangelio que “fueron enseguida a negociar con ellos”. No se paran a pensar lo que les falta, no se obsesionan con no perder lo recibido, salen raudos a sembrar, a negociar, a hacer crecer los bienes. Sin duda, luego vino la búsqueda de los caminos para hacerlo, el arriesgar lo que habían recibido, el tiempo y el esfuerzo invertido… Pero lo decisivo es que se pusieron diligentemente a trabajar con los talentos, mientras esperaban el regreso del señor. A trabajar con lo recibido, no en propiedad permanente, sino con lo que se les había encomendado temporalmente, conscientes de que cuando llegase les pediría cuentas. ¿Somos de esos? ¿Qué estamos haciendo con los dones y posibilidades recibidas?

Y a estos, nos dice el texto, el señor a su regreso los felicita: «¡Muy bien!”.  Quizá nos sorprenda que no les felicite por lo que han hecho, por cómo lo han hecho o por lo que han ganado… sino que diga a cada uno: “eres un empleado fiel y cumplidor”. Una persona de fiar en lo poco a la que le puede encomendar algo más grande y definitivo y a la que invita a pasar a su banquete.

Entonces resulta que no estamos hablando de trabajo solo, sino de forma de vivir. Que no hablamos de su relación con los bienes encomendados, sino de su relación con el mismo señor.  

El otro personaje es el que toma sus decisiones desde el miedo. ¿A qué tiene miedo? Según el texto, al mismo señor, al que le ha encomendado sus tesoros. Miedo a que las cosas no le salgan como el señor espera, a arriesgar lo recibido y perderlo, o quizá al esfuerzo y compromiso que suponga… Solo tiene un talento, pero es una cantidad inmensa. No tiene motivos para la envidia de los que recibieron cinco.

Muchas veces ponemos el acento en lo que nos falta, cuando lo que tendríamos que plantearnos es: ¿quién necesita lo que hemos recibido en abundancia? Olvidamos que, en muchos textos, el evangelio nos invita a sembrar abundantemente, aun en “terrenos pedregosos o llenos de zarzas”

Quizá hoy nos resulta fácil ponernos en su lugar y sentir que tenemos miedo, muchos miedos… es casi lo habitual. El miedo muchas veces nos paraliza, y nos lleva a tomar decisiones “raquíticas o egoístas”. Y lo grave es que a veces lo intentamos disfrazar de “prudencia”, como si nos mantuviéramos en la norma o en la fidelidad… ¿A qué tenemos miedo? ¿Qué decisiones estamos tomando en la vida desde el miedo? ¿Qué estamos enterrando, preocupados solo de no perderlo?

El evangelio muchas veces nos habla de derroche, de generosidad desbordante, de siembra abundante… Nos advierte que las decisiones que surgen del miedo nacen en sí mismas fracasadas. Desde el miedo renunciamos a crecer, a expandirnos, creemos que solo podemos preservar lo recibido, lo que ya tenemos. Pero no es así, lo que se entierra muchas veces se pudre, lo que encerramos bajo llaves para que no cambie, porque en algún momento fue valioso deja de serlo… Por eso desata la ira del señor, que le dice: No, tú no has cuidado y guardado lo que te encomendé, has dejado que se devalúe, que pierda su significatividad, que crezca, que sea útil para alguien… ¿Qué nos diría a nosotros?

Hemos recibido los tesoros del reino, los bienes que se nos han dado, no para guardarlos, no para enterrarlos, sino para sembrar agradecidos, para arriesgarnos a buscar modos creativos de hacerlos fructificar y comprometernos en ellos. Este tiempo, mientras el Señor vuelve, es el tiempo del que disponemos para hacerlo.

El evangelio de hoy nos invita a actuar, a mantener un modo de espera marcada por lo recibido, no por el temor. A superar el miedo con la esperanza de su retorno y la confianza en su juicio misericordioso. A esperar atentos el regreso del Señor, porque su presencia, entrar con él en su banquete es, con mucho, lo que más deseamos… la decisión última que nos mueve a tomar cualquier otra decisión.

Mª Guadalupe labrador Encinas. fmmdp

DESPERTAR LA RESPONSABILIDAD

La parábola de los talentos es un relato abierto que se presta a lecturas diversas. De hecho, comentaristas y predicadores la han interpretado con frecuencia en un sentido alegórico orientado en diferentes direcciones. Es importante que nos centremos en la actuación del tercer siervo, pues ocupa la mayor atención y espacio en la parábola.

Su conducta es extraña. Mientras los otros siervos se dedican a hacer fructificar los bienes que les ha confiado su señor, al tercero no se le ocurre nada mejor que «esconder bajo tierra» el talento recibido para conservarlo seguro. Cuando el señor llega, lo condena como siervo «negligente y holgazán» que no ha entendido nada. ¿Cómo se explica su comportamiento?

Este siervo no se siente identificado con su señor ni con sus intereses. En ningún momento actúa movido por el amor. No ama a su señor, le tiene miedo. Y es precisamente ese miedo el que lo lleva a actuar buscando su propia seguridad. Él mismo lo explica todo: «Tuve miedo y fui a esconder mi talento bajo tierra».

Este siervo no entiende en qué consiste su verdadera responsabilidad. Piensa que está respondiendo a las expectativas de su señor conservando su talento seguro, aunque improductivo. No conoce lo que es una fidelidad activa y creativa. No se implica en los proyectos de su señor. Cuando este llega, se lo dice claramente: «Aquí tienes lo tuyo».

En estos momentos en que, al parecer, el cristianismo de no pocos ha llegado a un punto en el que lo primordial es «conservar» y no tanto buscar con coraje caminos nuevos para acoger, vivir y anunciar su proyecto del reino de Dios, hemos de escuchar atentamente la parábola de Jesús. Hoy nos la dice a nosotros.

Si nunca nos sentimos llamados a seguir las exigencias de Cristo más allá de lo enseñado y mandado siempre; si no arriesgamos nada por hacer una Iglesia más fiel a Jesús; si nos mantenemos ajenos a cualquier conversión que nos pueda complicar la vida; si no asumimos la responsabilidad del reino como lo hizo Jesús, buscando «vino nuevo en odres nuevos», es que necesitamos aprender la fidelidad activa, creativa y arriesgada a la que nos invita su parábola.

José Antonio Pagola
Publicado en www.gruposdejesus.com

EL EMPLEADO MIEDOSO Y LA EMPRESARIA MODELO

La parábola del domingo pasado (las diez muchachas) animaba a ser inteligentes y previsores. La de hoy anima a la acción, a sacar partido de los dones recibidos de Dios. Jesús ha usado poco antes, en otra parábola, la imagen del señor y sus empleados. Ahora vuelve a hacerlo, pero usando el contexto de la cultura urbana y pre-capitalista. La riqueza del señor no consiste en tierras, cultivos y rebaños de vacas y ovejas. Consiste en millones contantes y sonantes, porque los famosos “talentos” no tienen nada que ver con la inteligencia. El talento era una cantidad de plata que variaba según los países, oscilando entre los 26 kg en Grecia, 27 en Egipto, 32 en Roma y 59 en Israel. Por consiguiente, los tres administradores reciben, aproximadamente, 300, 120 y 60 kg de plata.

El empleado miedoso, negligente y holgazán

Los dos primeros duplican esa cantidad negociando con el dinero que les han confiado. Pero la parábola se detiene en el tercero, que se molesta en buscar un sitio escondido, cava un hoyo, y entierra el talento. El lector actual, conocedor de tantos casos parecidos, se pregunta quién ha sido el más inteligente. ¿Es preferible colocar el capital en acciones arriesgadas o guardarlo en una caja fuerte? En cambio, el propietario de la parábola lo tiene claro: había que invertir el dinero y sacarle provecho, como hicieron los dos primeros empleados.

¿Por qué no ha hecho igual el tercero? Él mismo lo dice: porque conoce a su señor, le tiene miedo, y prefirió no correr riesgo. Y termina con un lacónico: “Aquí tienes lo tuyo”.

Sin embargo, el señor no comparte esa excusa ni esa actitud. Lo que ha movido al empleado no ha sido el miedo, sino la negligencia y la holgazanería. Le traen sin cuidado su señor y sus intereses. Y toma una decisión que, actualmente, habría provocado manifestaciones y revueltas de todos los sindicatos: lo mete en la cárcel (“echadlo fuera, a las tinieblas”).

Aplicándonos el cuento

Los sindicatos llevarían razón, y conseguirían que readmitieran al empleado, incluso con un resarcimiento por daños y perjuicios. Pero el Señor de la parábola no depende de sindicatos ni tribunales del trabajo. Tiene pleno derecho a pedirnos cuentas a cada uno del tesoro que nos ha encomendado.

Como ocurría con el aceite en la parábola de las muchachas, los talentos se han prestado a múltiples interpretaciones: cualidades humanas, don de la fe, misión dentro de la iglesia, etc. Ninguna de ellas excluye a las otras. La parábola ofrece una ocasión espléndida para realizar un autoexamen: ¿qué he recibido de Dios, a todos los niveles, humano, religioso, familiar, profesional, eclesial? ¿Qué he hecho con ello? ¿Ha quedado escondido en un cajón? ¿Ha sido útil para los demás? Como se dice en el mismo evangelio de Mateo: ¿Ha resplandecido mi luz ante los hombres para que glorifiquen al Dios del cielo? ¿Pienso que será suficiente decirle: “Aquí tienes lo tuyo”?

Una moraleja desconcertante

La parábola, termina con unas palabras muy extrañas: “Al que tiene se le dará, y al que no tiene se le quitará hasta lo que tiene”. ¿En qué quedamos? ¿Tiene o no tiene? Pero la frase no se debe al error de un copista, se encuentra así en los tres evangelios sinópticos (Mt 13,12; Mc 4,25; Lc 19,26). Es posible que el mismo Jesús intentara aclararla más tarde mediante la historia de un señor que encomienda su capital a tres empleados. El sentido de la frase resulta ahora más claro: “Al que produzca se le dará, y al que no produzca se le quitará lo que tiene”. Esa parábola terminó en dos versiones bastante distintas, la de Mateo, que se lee hoy, y la de Lucas 19,11-27. Lucas, para no provocar las iras de los sindicatos, no mete al empleado holgazán en la cárcel, se limita a quitarle el denario.

La empresaria modelo (1ª lectura)

En el contexto económico de la parábola encaja perfectamente la imagen de la mujer empresaria de la que habla el libro de los Proverbios. La liturgia traduce “mujer hacendosa”. Pero el texto sugiere mucho más. Habla de una mujer que es, al mismo tiempo, excelente empresaria (cosa que quedaría más clara si la liturgia no hubiera mutilado el texto), generosa con los necesitados y con las personas a su servicio, preocupada por sus hijos y su marido, gozando del respeto y estima de sus conciudadanos, porque ella misma respeta al Señor. Es interesante esta imagen propuesta por un libro bíblico hace veintitrés o veinticuatro siglos, tan distinta de nuestro proverbio: “La mujer casada, la pata quebrada… y en casa”. Quien lee el poema entero (se encuentra en Proverbios 31,10-31) advierte la enorme actividad que esta mujer desarrolla desde la mañana temprano hasta avanzada la noche. El capital recibido de Dios (sean cinco talentos, dos o uno) ha sabido invertirlo perfectamente.

José Luis Sicre

Documentación:  Liturgia de la Palabra

Documentación:  Plegaria

Documentación:  Meditación

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