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Culminación de la existencia humana de Francisco Palau

Acta del deseo del cielo

Certifico que: …………………………………….

 Francisco Palau y Quer, falleció el día 20 de marzo de 1872,  miércoles, día  de San Aniceto, estando la luna a los cuatro días de su cuarto creciente, a las siete y media de la mañana. Su enfermedad duró diez días, de los cuales tres en período preagónico y unas horas de agonía, en la forma ya dicha Fue amortajado con el hábito de la Orden…………………. 

 Acta del deseo del cielo,  expresada  por  el mismo P. Francisco de Jesús María José,  a lo largo de su vida: 

“Iglesia santa, Virgen pura, Paloma mía, abre tus brazos y recibe en ellos a este miserable mortal, que vive muriendo y suspirando por ti. ¡Iglesia santa! Ven, Amada mía, ven, te espera este miserable hijo de Adán que ya no puede vivir sin ti: “Ven Esposa mía, Hermana mía, has herido de muerte mi corazón” “¡Ven y no tardes, porque necesito de tu presencia” “Corta mi vida, y recibe en tu casa a este miserable pecador a este peregrino sobre la tierra! Acabada  esta  vida, te dejarás ver  sin velos y a cara descubierta y viéndote te poseeré yo a ti y tú a mí. ¡Madre la más tierna, oh triunfante Iglesia¡ Recibe en tu seno a este miserable mortal; retírame de este mundo¡ (MR) 

Testifico: 

“Que durante su enfermedad no se le oyó queja alguna; invocaba con frecuencia el auxilio de los santos ángeles para que le socorriesen en su último combate; igualmente a S. José, a S. Elías,  a la Sma. Virgen del Carmen. 

 Se le oyeron estas expresiones: “Yo he observado siempre pobreza. La redención es un hecho: salvadnos del espíritu de las tinieblas; rogad por el triunfo de la Iglesia uniendo nuestras súplicas con las de S. José, pues le poníamos por mediador…Habiéndole pedido en nombre de todos, si nos perdonaba las molestias que le habíamos causado en el decurso de su dirección, respondió ¿Desconocéis mi caridad?” Durante su agonía besó repetidas veces con fervor indescriptible el Santo Cristo, a la Sma. Virgen y a S. José, cuyas imágenes tuvo siempre delante en las cuatro horas que precedieron a su muerte”…“Estando una de las veces llorando su cercana  muerte, nos dirigió una mirada de compasión y amor diciendo: “Veo   vuestras caras  muy  tristes, ¡alegraos! Repetía  también: Dios me ha cambiado la suerte, pues yo le suplicaba me hiciera morir arrastrado por las calles de Barcelona, y ha dispuesto que me muera en buena cama y bien asistido de mis hijas espirituales. Muchas cosas dijo en la hora de la muerte, las que no pude anotar, por haberlas pronunciado en voz ronca” 

Testifico: 

 “Próximo a morir volvió a  repetir: ¡Dios mío, me habéis cambiado la suerte! Yo quería morir arrastrado por las calles de Barcelona, por causa de vuestro honor y gloria, a lo menos quiero morir abrasado de vuestro amor. Y así lo manifestaba con su ardiente rostro. Me hizo llamar a la Comunidad y, entre otras cosas de cariño y advertencias, nos dijo: “yo me voy, el Padre de caridad se va y os queda un Padre que tiene la mano de hierro, pero muy santo, preparaos” “Oímos  que decía ¡Gloria a Dios! ¡Gloria a María! Y finalmente estando toda la comunidad en su habitación, nos dijo: Arrodillaos, que os bendeciré. Levantó el brazo derecho y bendiciéndonos dijo: ¡Teresa, ahora es la hora! Y con el brazo en alto quedó muerto” (Magdalena Bosch). 

Declaraciones de testigos en el Proceso de Beatificación: 

“Era un santo religioso exclaustrado, muy celante de la gloria de Dios y del bien de nuestra Orden” (P.Pascual Urbiola, Procurador General en Roma de los Carmelitas Descalzos) 

“En el pueblo todos tenían al P. Palau por un santo. Y uno de los ancianos decía de él que, después de S. Juan Bautista, era el santo más santo”“Le apreciaba tanto mi padre, que en mi concepto, si de él hubiese dependido, lo habría canonizado en vida” 

“Varón de heroica virtud. Le tenían veneración como a un santo por sus elevadas virtudes… Cuando me confesaba con él, me hacía cargo que me confesaba  con un santo” “Tanto mi tío como mi madre, tenían por santo al P. Palau. Mi tío incluso se arrodillaba cuando lo nombraba. No se cansaba de contar sus alabanzas” “Cuando hablamos del P. Palau hacemos oración, tanta era la devoción que le tenían” 

                                       Mª Consuelo Orella, cm

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