“Venid, benditos de mi Padre,
(Mt. 25, 34-40)
recibid la herencia del Reino,
porque lo que hicisteis al más pequeño…,
a mí me lo hicisteis”

Muy queridas Hermanas:
Con dolor y esperanza en Cristo resucitado os comunico el “paso a la Vida” de nuestra querida Hermana MARÍA ÁNGELES ÁLVAREZ ORTIGOSA. El día 25 de enero de 2015, el “dueño de la mies” la ha llamado a vivir para siempre en su Reino y a participar del Banquete eterno preparado por el Padre para los trabajadores de su Viña. María Ángeles ya ha llegado a la meta y vive con Aquel que la sedujo y llenó plenamente su vida. Tenía 65 años de edad y 48 de Vida Consagrada; ha fallecido en la comunidad “Mater Carmeli”-enfermería, Vitoria (España); estaba en nuestra Provincia por motivos de salud, pertenecía a la Delegación General “Notre Dame d’Áfrique”. Allí, en la misión, tenía su corazón; sin embargo supo acoger los planes del Señor y aceptar la cruz y el dolor consciente que en Vitoria llegaba “su hora”, la hora del encuentro definitivo con el Dios de la Vida.
María Ángeles nació en Otiñano, (Navarra) el 4 de junio de 1949, en una familia cristiana que despertó en ella el deseo de entregarse a Dios en servicio a los enfermos, a los más necesitados. Ingresó en el Carmelo Misionero el año 1965 y profesó en Pamplona el 27 de agosto de 1966. Su trayectoria vocacional y apostólica la ha realizado con un espíritu alegre, generoso, sin reserva. Antes de viajar a África estuvo en varias comunidades: Lesaca (Navarra), Burgos y San Sebastián. En 1972 fue destinada a Francia, a las comunidades de Perpignan-la Roussillonnaise, Beziers y Saint Tropez, donde realizó los estudios de enfermería. María Ángeles ha tenido, desde siempre, un gran espíritu misionero y en el año 1979 fue destinada a Bunkeya. En África ha vivido y trabajado en varias comunidades de la República Democrática del Congo, de Costa de Marfil y Camerún, donde ha cuidado con amor y delicadeza a los enfermos.
Las hermanas que hemos convivido y trabajado con María Ángeles sabemos que ha sido una verdadera hermana, la recordamos como una persona de paz, acogedora, amable, muy fraterna; supo colaborar con gran sencillez en todos los servicios comunitarios. Las Hermanas de las comunidades por donde ha pasado testimonian que no la oyeron hablar mal de nadie, sabia disculpar; siempre estaba disponible. Era una hermana de fe profunda y de oración; muy gozosa de su consagración a Dios y de su servicio a los más necesitados; amante de la Virgen, al atardecer siempre la encontrábamos paseando con el Rosario en la mano, dicen las hermanas. Se entregaba con todo el corazón a los enfermos, sin mirar el tiempo, ni el cansancio, siempre cercana, atenta, delicada con ellos; la recuerdan con cariño y gratitud.
La enfermedad la encontró en plena actividad misionera, sin apenas darse cuenta ni ella misma, pero nunca dio importancia a su mal; al preguntarle cómo estaba, siempre repetía lo mismo: me encuentro bien. Los últimos meses han sido difíciles, lentamente se fue identificando con la pasión, muerte y resurrección de Cristo; con Él ha sufrido y con Él ha resucitado.
Gracias María Ángeles por tu trabajo en la Viña del Señor, por tu entrega generosa, por el testimonio de tu vida, vocación y servicio. Nos alegramos de que hayas recibido “la herencia del Reino, porque lo que hicisteis al más pequeño… a mí me lo hicisteis”. Te encomendamos nuestra presencia misionera en África y de manera especial la Delegación “Notre Dame d’Áfrique”. Que el testimonio de tu vida reavive en todas nosotras el espíritu misionero y la disponibilidad para “ir donde la gloria de Dios nos llame”.
Un fuerte abrazo
María Ángeles Lizárraga y María Esperanza Izco
Madrid, 27 de enero de 2015
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